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Les han puesto un sobrenombre. La sala del telón rojo. Un tanto decimonónico, pero que encaja bien con su planteamiento de teatro clásico. Y con la realidad, porque la sala Ulapé tiene en su escenario más de seis metros de terciopelo de vibrante color bermellón « ... que pesa una barbaridad», pero que no podía faltar para hacer tangible su concepción del espectáculo. Teatro Multidisciplinar de Artes Escénicas en El Astillero. Ese es el nombre largo. El corto es una apuesta, personal y profesional de Eva Paula Ramos y Javier Mediavilla, que suman casi dos décadas dedicados al mundo interpretativo. Y no es una apuesta sencilla. Abrieron las puertas el 4 de marzo de 2020. Sí, diez días antes de que la pandemia nos encerrara en casa. Dos eventos les dio tiempo a hacer. «Ha sido durísimo», explica la actriz. «Toda nuestra vida metida aquí, porque esto era un sueño. Como compañía llevábamos tiempo, pero tener nuestro espacio era nuestra meta. Y de pronto, te quedas en shock». Era –y es– su proyecto de vida. Todo el trabajo previo, que comenzó ocho meses antes, se vio detenido y cuando se recuperó; distancias, mascarillas y reducción de aforo. Pero las ganas estaban ahí. De hecho, fueron la primera sala de España en reabrir sus puertas al espectáculo infinito de las artes escénicas. Hicieron tres montajes de humor, con los salvoconductos pertinentes. Les servía de psicología a ellos y el público lo reclamaba.
Entre la información con la que se presentan al mundo, figura una frase «Cerca de ti». Y esa es una de sus aspiraciones. Que todo el mundo se sienta cómodo en su espacio. Un espacio que levantaron de principio a fin. Las gradas son desmontables y se pueden sacar para montarlas en otra parte y convertirlas en un escenario elevado. «A veces vamos a pueblos que no cuentan con escenario y de esta manera podemos crearlo». También se llevan su propia iluminación y sonido. No dependen de nadie más. Pero no es fácil. «Se ha desaprendido lo que es la vida del teatro», dice Javier. Tienen el mismo derecho a verte en San Pedro del Romeral que en el centro de Santander, defienden, pero cuesta que las programaciones se armen para cuatro personas. «La gran perjudicada con esas decisiones es la gente mayor que no puede moverse a otros puntos».
Quieren que su sala, que antes era una carpintería y mantiene su estilo industrial, se convierta en una referencia para todo tipo de público. Está preparada para personas con discapacidad, admiten mascotas, trabajan con grupos de niños, jóvenes y adultos en su parte formativa. Talentos emergentes a los que ofrecen sus tablas. «Tenemos afán por construir cosas de teatro por y para la gente». Para aquellos a los que se les ha cerrado puertas en otros lugares, aquí se les abren. Cerca del tren, cerca del centro, con aparcamiento. Todas las facilidades posibles para que los obstáculos se minimicen.
Entre los aspectos que mencionan «como singulares» está el hecho de que las compañías de Cantabria no acudan al espacio a taquilla, sino que prefieren hacerlo «a caché». «A los que les has dado una primera oportunidad, luego te exigen ese caché para actuar». Algo que les sorprende, viniendo tanto de compañías profesionales como amateurs. Tampoco ha acudido nadie del sector de las artes escénicas, profesores, actores o actrices, lamentan a conocer Ulapé. «No le doy explicación, porque no lo entiendo, pero duele», afirma Eva. Y del ámbito político, tan solo Miguel Ángel Revilla, vecino del municipio, que visitó la sala una jornada en que estaba vacía. «Lo que te llena el alma no se valora igual que lo que te llena el cuerpo», porque , a su juicio, falta educación en el ámbito cultural.
Siete personas integran de forma fija la compañía que tiene uno de sus focos en traer a otros actores de los que aprender. En este espacio, donde son «hiperpuntuales a la hora de empezar las funciones», es posible sentir las interpretaciones de tú a tú. Entre los planes más inmediatos, tras estos tres años «luchando», está que les conozcan más y mejor. Que la sala alternativa se descubra y se valore. Que el teatro del barrio sea un lugar de encuentro.
Ahora, metidos ya de lleno en la programación de abril y mayo, están preparando un montaje histórico sobre Astillero. «Un montaje de veinte minutos lleva mucho tiempo detrás», inciden. Por ejemplo, teatralizaron la historia del Palacio de la Magdalena, para enseñar a los visitantes el trasfondo del icónico lugar, que se gestó en octubre de 2021 y se llevó a cabo en agosto de 2022. Son los textos, los ensayos, la ropa a medida, la suma de detalles que llevan su tiempo. «Nosotros trabajamos así». Incansable, la sonrisa no se le borra a Eva. «Es que es nuestro mundo».
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