Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) protagoniza una nueva velada de los Martes Literarios, el ciclo de la UIMP que patrocina El Diario Montañés. La autora, ganadora del Premio Euskadi de Literatura y finalista del Premio Strega en Italia, se acaba de afincar en Laredo, ... un lugar en el que se siente como en casa, y donde acabó su próximo libro, 'Las herederas' que publicará en septiembre Alfaguara. De todo ello hablará a las 19.00 horas, en el Paraninfo de La Magdalena.
-De su libro 'Cambiar de idea, publicado en 2019 por la editorial Caballo de Troya, se ha destacado que es un ejemplo de relato generacional. ¿Cómo es su generación?
-Tengo que reconocer que cada vez creo menos en las etiquetas y que soy bastante escéptica del concepto generacional porque los rasgos socioeconómicos que se han asociado a los milenial como la precariedad, las malas condiciones laborales o la falta de estabilidad... tienen más que ver con el sistema en general que con pertenecer a una generación determinada. En todo caso, una cuestión que quizás sí es propia de mi generación es que hemos vivido ciertos cambios culturales muy importantes que nos han obligado a revisar todo nuestro historial. Me estoy refiriendo a cuestiones como la adquisición de conciencia feminista o los movimientos antiracistas. Somos una generación que vivimos en una especie de proceso continuo de cambio porque muchas de las cosas que se nos inculcaron ya no tienen sentido. De ahí el título del libro.
La literatura
«Escribir un libro te hace obsesionarte por algo durante un tiempo para luego poder avanzar»
-¿Cómo surgió ese libro?
-Empezó como una terapia y no como un proyecto literario. A punto de cumplir treinta años atravesé un momento difícil justo al acabar mi Doctorado y estar sin trabajo. Como tampoco tenía dinero para pagar una terapia me propuse hacerla con la página en blanco. De aquel proceso de escritura, que en realidad muy poco tiene que ver con el libro publicado pues el texto original llegó a tener 90.000 palabras, extraje los fragmentos con los que luego trabajé en 'Cambiar de idea'. Cuando empecé a escribir mi vida me di cuenta de que había una especie de hilo conductor que yo no había sido incapaz de identificar., que estaba muy presente en mi vida en relación con la culpa y siempre ligado a temáticas de violencia contra las mujeres. Episodios de los que yo misma había sido víctima y otros en mi entorno en los que, por una falta de politización colectiva, no había sido capaz de reaccionar
-¿Resultó efectiva esa labor terapéutica?
-No creo que la función de la literatura sea esta, pero a veces lo logra. Escribir un libro te hace obsesionarte mucho con algo durante un tiempo y luego avanzar. Así que al terminarlo tienes la impresión de que has impuesto distancia física en relación al comienzo. A mí dilucidar experiencias personales a través del orden que permite el lenguaje y la estructura libresca me permitió pasar de página en relación a sucesos traumáticos.
-Dice que la escritura es avanzar, ¿Qué es para usted la lectura?
-La lectura ha sido siempre el lugar en el que me he evadido, en el que me formaba y en el que encontraba las palabras para muchas cosas que yo era capaz de verbalizar. Tener un libro en las manos me ha dado siempre la sensación de no estar sola. Ahora desde que soy madre no puedo leer todo lo que deseo.
-La revista 'Mujer Hoy' la seleccionó como uno de los cinco talentos más precoces del mundo del arte. ¿Cómo se lo tomó?
-Eso fue hace mucho. Ahora mismo hay muchas autoras importantísimas de mi edad, pero cuando empecé a publicar tenía 19 años. Entonces se me incluía en un montones de listas de jóvenes promesas como esa, pero he llegado a un momento en el que ni soy tan joven, ni somos tan pocas y casi que empieza a molestar que se sigan utilizando las mismas etiquetas. En todo caso tengo que reconocer que se me ha tratado muy bien y me siento muy afortunada porque en el mundo literario es muy difícil entrar y yo pude hacerlo a una edad muy temprana.
Su próxima novela
«Aborda temas como el suicidio y otros relacionados con las enfermedades mentales»
-¿Cree que las editoriales se fijan más ahora en las obras de las mujeres que antes?
-Creo que ha sido una revolución que ha venido por muchos frentes, por un lado porque los editores han abierto las manos y también porque las mujeres, viendo que por fin había espacio para nosotras, hemos adquirido más confianza. También diría que la última oleada feminista ha abierto un espacio propicio para que las mujeres seamos más leídas.
-Como parte de su tesis doctoral sobre la forma de abordar la tortura en los medios audiovisuales tras los atentados del 11S analizó muchas series de televisión. ¿Qué opinión le merece la ficción audiovisual?
-Durante mucho tiempo me interesó mucho el fenómeno de las series porque tenía la sensación de que se estaba haciendo una narrativa de muchísima calidad y muy apegada al presente en temas que llegaron más tarde a la literatura o el cine. Pero la verdad es que desde hace dos o tres años, es decir desde que las plataformas como Netflix han perdido el interés en las cosas más novedosas y se preocupan más por amasar dinero, creo que el formato está en decadencia. Ya no me interesan como antes, pero sigo pensando que en términos de relato narrativo, las series han sido uno de los fenómenos más relevantes que hemos vivido en lo que llevamos de siglo.
-En otoño publica en Alfaguara una nueva novela: 'Las herederas'. ¿Qué nos puede decir de ella?
-Trata sobre cuatro mujeres que tras el suicidio de su abuela heredan su casa del pueblo y aborda nociones relacionadas con lo que ahora se llama salud mental que es una etiqueta que no me gusta porque no creo que la enfermedad mental sea una enfermedad cualquiera.
-Está casada con Iván Repila, ¿Como es la convivencia escritora y escritor?
-Una contaminación muy estimulante. Iván y yo nos hemos dado cuenta de que desde que estamos juntos hacemos novelas que son como sagas. Escribimos al mismo tiempo yo 'Cambiar de idea' y él 'El aliado', en una época en la que pensábamos mucho el feminismo. Ahora tanto 'Las herederas' como la que él está acabando tienen mucho que ver con nuestra estancia en una aldea de Burgos en la que pasamos el confinamiento. Me parece muy bonito ver como de una misma experiencia salen planteamientos tan distintos.
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