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La Universidad Internacional de Verano de Santander fue la primera universidad de verano fundada en España, en 1932 (el primer curso fue al año siguiente), en una sede, la península de la Magdalena, tan idílica y simbólica como elitista y alejada de la ciudad. Para ... los locales siempre ha parecido una entidad más bien distante (nótese, de hecho, la lejanía del centro de sus sedes históricas, la Magdalena, San Rafael, Corbán, Las Llamas…), aun cuando durante ya noventa años, precisamente por su estacionalidad y milagrosa estabilidad, haya representado una significativa referencia cultural de Santander en el mundo, además de encarnar en cierto sentido esa idea de «universalidad» con que endulzó su origen, en la II República, al amparo del noble impulso de la Institución Libre de Enseñanza. La Universidad Internacional, vinculada a los sucesivos gobiernos centrales de España, ha sido en sus diversas vicisitudes históricas una «plataforma de política cultural», como acertó a identificarla Ortega Valcárcel.
Los antecedentes de la UI en Santander, aquella ciudad provinciana, se constatan en los cursos de verano para extranjeros que organizaban diversas entidades y las incontestables aportaciones científicas de dos estimulantes fundaciones de la segunda y tercera década del siglo XX, la Biblioteca de Menéndez Pelayo y la Casa Salud Valdecilla: la cultura y la higiene iluminaban el camino del progreso y fueron el impulso aprovechado por el ministro Fernando de los Ríos cuando buscaba «la mayor utilización nacional que pudiera darse al palacio de la Magdalena» tras el exilio de su propietario el rey Alfonso XIII.
Durante los rectorados de Ramón Menéndez Pidal y Blas Cabrera, que representaban el avance científico en nuestro país, impartieron clases Ortega y Gasset, Zubiri, Bataillon, Unamuno o Marañón. La Generación del 27 escribió entonces en la Magdalena un episodio significativo de su historia, con Pedro Salinas como secretario de la institución, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso y José María de Cossío como profesores y Federico García Lorca como poeta y director de la compañía La Barraca durante tres veranos consecutivos; desde aquí vieron apagarse la vida de Ignacio Sánchez Mejías en Manzanares. La guerra civil hizo huir a la mayor parte de profesores y alumnos, que corrieron distinta suerte (unos exiliados, otros refugiados, unos en el frente, otros asesinados en el barco prisión Alfonso Pérez). Obviamente, se clausuró la Universidad, que recuperó nuevo impulso, y nueva denominación, bajo la égida del nuevo ministerio de Educación Nacional franquista.
La Universidad Internacional Menéndez Pelayo se fundó en realidad, por tanto, en 1945, como entidad dependiente del CSIC, que había sido creado a su vez en 1939. Entre 1938 y 1946 se celebraron algunos cursos estivales en el instituto Santa Clara, la sede del SEU en la Magdalena o la Biblioteca Menéndez Pelayo. Los demás años de dictadura franquista los ocupan los rectorados de Ciriaco Pérez Bustamante (1947-1968) y Florentino Pérez Embid (1969-1975). Se usaron como sedes y residencias, entre otras, el seminario de Monte Corbán, Las Llamas y el Paraninfo y las Caballerizas de la Magdalena.
El palacio se dejaba para algunos cursos. En principio las actividades se organizaban en tres grandes secciones, Humanidades, Ciencias biológicas y Estudios contemporáneos, en las que se programaban, por secciones, cursos para extranjeros, de lingüística, de dirigentes sociales, de ciencias biológicas y médicas, de arqueología, de estudios pedagógicos, de problemas militares, etc. En 1948 se iniciaron los cursos de periodismo y algo más tarde los de arte abstracto y las exposiciones de arte actual o moderno. Entre los profesores, en su gran mayoría nacionales, que intervinieron esos años podemos mencionar, en forma de recuento alfabético, a Dámaso Alonso, Santiago Amón, Miguel Ángel Asturias, José Camón Aznar, José María de Cossío, Emilio Díaz Caneja, Gerardo Diego, García Bellido, Gaya Nuño, Carlos Jiménez Díaz, Enrique Lafuente Ferrari, Pedro Laín Entralgo, Rafael Lapesa, Eugenio d'Ors, Luis Pericot, Regino Sainz de la Maza, Alberto Sartoris y Federico Sopeña. El dirigismo de la dictadura ejerció una depuración intelectual que, sin embargo, no reprimió la presencia de algunos intelectuales relevantes nada adeptos al régimen. A propuesta de Joaquín de Entrambasaguas, en 1952 comenzó a dar clase para extranjeros el poeta José Hierro, tan vinculado desde entonces a la Universidad, que contó varios años como secretario general con Ignacio Aguilera, creador en 1947 de las «fiestas universitarias» que habrían de ser el antecedente directo del Festival Internacional de Santander cuyo primer director fue José Manuel Riancho en 1952.
Varios acontecimientos marcan el devenir de la UIMP a partir de la Transición democrática y en las dos décadas que transcurren durante los sucesivos rectorados de Francisco Ynduráin, Raúl Morodo, Santiago Roldán y Ernest Lluch. En noviembre de 1977 el Ayuntamiento de Santander presidido por Juan Hormaechea adquirió a Don Juan de Borbón el palacio de la Magdalena, lo que obligó a establecer un convenio para el uso veraniego de las instalaciones. Entre diversas polémicas al respecto, hay que destacar que a mediados de los años noventa se inauguró la restauración del inmueble, que paradójicamente es aún desconocido por muchos santanderinos. Morodo concedió en 1980 la medalla de honor de la UIMP, muy significativamente, a antiguos profesores y estudiantes relacionados con los primeros años de la Universidad, anteriores a la guerra civil, como Jimena Menéndez Pidal, Solitas Salinas y José Antonio Rubio Sacristán. Con Roldán hubo una notable actividad de extensión cultural, con varios cursos de arte y de escritores cántabros, por ejemplo, y un esfuerzo de colaboración con instituciones regionales y locales. En agosto de 1984 se estrenaron los Martes Literarios, cuya primera tribuna ocupó José Hierro. En 1987 se concedió el primer Premio Internacional Menéndez Pelayo, instituido por Eulalio Ferrer. Las páginas de estos años están llenas de nombres importantes, algunos vinculados a las lecciones inaugurales de cada verano, como Camilo José Cela, Julián Marías, Jack Lang, Raymond Carr, Emilio García Gómez, Enrique Fuentes Quintana, Carlos Rubbia y Julio María Sanguinetti.
Con Lluch, vilmente asesinado por ETA en 2000, se reforzó la idea de colaboración institucional y de la capitalidad cultural de Santander a través de la formación universitaria, las artes plásticas y la música, extendiendo además las actividades a otros puntos de la región y colaborando en iniciativas como Artesantander.
Este que redacta esta rápida aproximación histórica a la UIMP no quisiera juzgar con precipitación los últimos años de su actividad, que ha vuelto a ser objeto de atención en prensa debido a los sucesivos vaivenes políticos y de gestión, entre los cuales no es menor el ámbito de las relaciones institucionales. Además, según mi criterio, pesa aún la concepción de la entidad como «plataforma de política cultural» o «de política» a secas, lo que la acerca a la parcialidad y el oportunismo y la aleja de la universalidad y la libertad académicas, sin que esto sea óbice para que encontremos en su programación excelentes aportes. Quisiera espigar entre su oferta, de hecho, tanto la actividad cultural de los Martes Literarios, que se han convertido en referente de la cultura en la ciudad, y el Aula Ortega y Gasset para alumnos con los mejores expedientes de Bachillerato, estimulante y necesario acercamiento de los jóvenes al ámbito universitario.
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