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El avance tecnológico, que en el último siglo ha transformado radicalmente muchas de las actividades tradicionales, ha tenido especial impacto en disciplinas como la fotografía. ... En realidad, se trata de un proceso que, pese a la 'juventud' de este arte, comenzó desde sus propios orígenes, provocando una evolución constante de las técnicas empleadas para capturar imágenes. Ahora el Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS) ha organizado, con motivo de su 20 aniversario, tres talleres en los que los participantes han podido conocer y aprender a realizar algunas de estas antiguas técnicas como la del daguerrotipo, el cianotipo o el colodión húmedo, el último de los cuales tuvo lugar el pasado fin de semana en Enclave Pronillo. El encargado de impartirlo fue el fotógrafo y experto en dichos procesos Joaquín Paredes Piris (Cáceres, 1983), que resalta el valor no sólo creativo sino histórico y documental de las mismas.
-Es usted especialista en técnicas antiguas de fotografía. ¿De dónde surge un interés tan singular?
-Empecé en este mundo porque quería hacer un proyecto en el que necesitaba aplicar la técnica del colodión húmedo y a partir de ahí fui investigando, añadiendo nuevos proyectos. Desde entonces he ido poco a poco aprendiendo otros procesos antiguos, hasta ahora.
-¿Cuáles son sus especialidades dentro de esas disciplinas?
-Las más llamativas son el colodión húmedo, la copia en papel de albúmina, los daguerrotipos, los basados en placas secas, calotipos, papel salado... En general me he especializado en los más destacados desde comienzos a mediados del siglo XIX.
-¿Qué singularidades tienen por lo general estos procesos?
-Son técnicas que requieren una aproximación a la fotografía muy diferente a lo que estamos acostumbrados hoy en día, no solo en los formatos digitales sino incluso con la película tradicional. Son procesos muy caros, muy lentos, que pueden requerir exposiciones que llevan horas. Estéticamente también son muy diferentes a las imágenes a las que estamos habituados porque los soportes son distintos. Los daguerrotipos, por ejemplo, son placas metálicas chapadas en plata y pulidas, por lo que tienen unos brillos y unos reflejos que no tienen nada que ver con los de las fotografías que solemos ver. El colodión húmedo en cambio está hecho sobre vidrio.
-En ese aspecto, el estético, estás técnicas no pueden rivalizar con la calidad que aportan los métodos actuales. ¿Dónde reside su valor?
-Estas técnicas aportan una estética que nos transportan al pasado, algo que hoy en día resulta muy interesantes para el desarrollo de proyectos contemporáneos porque lo que en su época se consideraban defectos son aspectos que los fotógrafos de hoy en día aprovechamos para añadir valor a la imagen y hablar de otras cosas con ellas. En ese sentido aportan mucho.
-¿Cuáles son los condicionamientos que implican estos procesos? No son para hacer un reportaje gráfico de viajes...
-No, claro (ríe). Se puede pero es complicado. Implican siempre una gran cantidad de materiales, como en el caso de colodión húmedo, con el que te tienes que llevar el laboratorio contigo allí donde quieras hacer la fotografía. Por eso suelen ser técnicas que se utilizan sobre todo en estudios. Si los quieres aplicar fuera tienes que llevar los químicos, el agua, las cámaras, que pesan una barbaridad...
-Requieren de muchas ganas, además de conocimientos.
-Sí, pero creo que son procesos que más que adaptarse al fotógrafo requieren que el fotógrafo se adapte a ellos. En ese sentido tienes que escoger el proceso que va contigo, con tu personalidad y tu forma de trabajar, para que sea todo más fácil. Digamos que te elige más el proceso a ti que tú al proceso.
-Ha impartido tres talleres organizado por el CDIS. ¿Cómo los ha planteado?
-El primero se centró en decalotipos y papel salado, el segundo se basó en el colodión húmedo y acabamos con uno dedicado a daguerrotipos. Han sido talleres prácticos de dos días en los que los participantes aprendieron cada una de las técnicas, desde preparar las químicas hasta aprender a manejar las cámaras o seguir los fases de cada proceso, para después realizar sus propias imágenes. Los perfiles han sido muy diversos. Han asistido desde fotógrafos hasta profesionales de la conservación y la restauración, porque trabajan mucho con este tipo de imágenes y les viene muy bien conocer mejor estas técnicas.
-¿Qué tal lo hicieron? ¿Mucho arte o mucho desastre?
-Muy bien. La verdad es que en todos los talleres han hecho trabajos muy dignos, incluso en uno de ellos en el que no hizo muy bueno y aun así salieron fotos muy buenas. En el de colodión hicieron 60 placas, una barbaridad.
-Actualmente se suben cada día millones de fotografías a las redes sociales como Instagram. ¿Esa realidad revela la consolidación de un lenguaje o anuncia un colapso por saturación?
-Todo cambio tecnológico en la fotografía siempre trae cosas positivas y otras que no lo son tanto. Está claro que hoy en día manejamos el lenguaje audiovisual mucho más que hace tan sólo 10 o 15 años. Comunicarse en las redes sociales se basa muchas veces solo en fotografías, tanto que en numerosas ocasiones ni siquiera leemos los textos que las acompañan.
-¿Eso entra dentro de lo positivo o todo lo contrario?
-El problema es que muchas veces tampoco sabemos leer fotografías. La educación visual que tenemos y del lenguaje fotográfico suele ser bastante pobre, así que se da la paradoja de que es un medio que usamos mucho pero que no conocemos tan bien como creemos. En ese sentido la nuestra es una relación un poco compleja con este lenguaje, sobre todo dada la cantidad de imágenes que vemos a lo largo del día. Solo en las redes sociales ya es un bombardeo continuo.
-Como profesional y amante de este medio, ¿cuál cree que es la clave de una buena fotografía?
-Eso es muy difícil de contestar... (ríe). Creo que lo primero que tiene que hacer una buena foto es atraerte visualmente y emocionarte, sea para bien o para mal.
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Ana del Castillo
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