Uslé viaja al fondo de su pintura, entre ojo y paisaje, en su gran retrospectiva

Desde este fin de semana, como avanzó El Diario, el artista que ha comparecido por salas de exposiciones, museos y centros de arte de medio mundo, recorre su memoria de cuarenta años de pintura en el Centro de Arte Bombas Gens de Valencia. «No soy el artista fantástico que merece esta sala», reconocía el pintor santanderino al inicio de la presentación junto al asesor de la Colección Per Amor a L'Art, Vicent Todolí, también presidente de la comisión de arte de la Fundación Botín, y la directora de Bombas. Gens Sandra Guimarães. «Agradezco y entiendo que no habéis buscado un resultado efectista cuando pensáis en mí, sino que habéis indagado un poco más, habéis hurgado buscando intensidad», precisaba Uslé.

Premio Nacional de Artes Plástica, para Uslé esta retrospectiva (hubo otras) tiene connotaciones de redescubrimiento de espacios, de memoria y de introspección en el significado de los latidos de su pintura.

Pese que confesó su vértigo y «el miedo que supone la idea de mirar al pasado», expresó que «siempre es terrible pensar lo que somos desde lo que hemos hecho y saber que nos espera el encuentro con obras y hechos que tienen que ver con etapas de tu vida que apenas recuerdas, o que al menos no las tienen en tu cabeza».

Uslé trabaja a partir de la fotografía y la memoria para presentar una pintura evocadora ligada a la abstracción. La muestra presenta una selección de obras desde finales de los ochenta del siglo XX -con paisajes expresionistas, abstractos y de pincelada robusta- hasta una muestra de la serie 'Soñé que Revelabas', con obras realizadas en los últimos diez años.

Esta serie, una suerte de autorretratos que representa el trabajo más íntimo de Uslé, «se contextualiza con un conjunto de dibujos -que funcionan a modo de notas o pruebas- y obras de los años noventa, con paisajes de colores intensos que alternan gesto y geometría». Uslé estudió Bellas Artes en Valencia y vivía en una caseta que se alquilaba por 800 pesetas. El pintor pasó miles de veces por un edificio -una antigua fábrica de bombas eléctricas-, «siempre lleno de polvo», hoy sede de Bombas Gens.

«Cuando vi que la exposición era en este espacio me quedé pasmado», reconoció. La muestra, relata el artista, es así un viaje de 40 años y qué mejor metáfora que volver a pocos metros de esa habitación donde de joven «dormía, revelaba fotos y soñaba.

La propuesta expositiva de la Fundació Per Amor a l'Art (FPAA), que se podrá visitar hasta septiembre en su centro de arte, propicia las reflexiones de un artista que siempre ha reflejado en sus escritos todo un corpus de ensayos, confesiones, procesos y estados sobre el hecho pictórico. «El paisaje nunca está quieto, por eso prefiero que los cuadros tengan manchas, nubarrones, movimientos, cuerpos que se deshacen y hacen, que aparecen y desaparecen. Que el espacio esté vivo, que algo lata». La razón es sencilla: «Si no late, el cuadro está más próximo a la muerte y yo lo que necesito es que esté más próximo a la vida».

Cuando vivió en Valencia, evocaba en la puesta de largo de la muestra, notó como si le hubiesen quitado «esa nube de plomo que tenemos los del norte. Pensamos de otra manera, aquí veías a la gente más relajada, es otro clima y encontré la luz necesaria para abrirme».

La misma luz que halló en Nueva York, aunque admite que sus primeras obras allí fueron realmente oscuras. «Soy un pintor lento, los lugares se me mezclan y a veces pinto en un sitio lo que he vivido en otro», puntualiza.

Y siempre ese recuerdo de sus visitas al puente de Williamsburg de Nueva York, «aunque fuera peligroso acercarse de noche, para observar la luna reflejada en el río y el movimiento del agua».

El pasado año, en el epicentro del periodo pandémico, fue distinguido en Francia con un importante galardón ligado al dibujo. En el Festival de PHotoEspaña en Santander regresaba con su 'Línea Dolca' y este 2021 lo abre con una de las grandes muestras de los últimos años. Pero la temporada ya había arrancado con una nueva cita internacional: su cuarta muestra individual en la galería alemana Thomas Schulte, cita que se extiende hasta finales de este mes.

Uslé (Santander, 1954) considera «la vida como los ríos, como las líneas que aparecen en los cuadros» . Es «esa emoción que te mantiene vivo pensando lo que puedes hacer». Esta muestra revela que al principio, su relación con el paisaje era «vivencial», ya que para él el paisaje «tiene un componente humano» y necesita «tocar, sentir y vivir las cosas» sobre las que va a trabajar.

«Esta imagen del ir poco a poco, latido a latido, pulso a pulso, mueve mi compromiso con el hacer», ha señalado. Los cuadros se tornan entonces «escritura» y «reflejo» de su interior, del «bombeo, el latido, la sangre que nos permite estar vivos».

Y no faltó una reflexión sobre la ecuación pintura paisaje. «No pinto una cosa en un lugar y otra en otro». Los lugares «son vinculantes, pero lo mismo me sale lo que estoy viviendo en Saro como lo que viví en Nueva York». Al cabo, las geografías «se juntan en una especie de nebulosa».