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Manos que hablan, dulzura y crispación. Imágenes apocalípticas y acordes pretéritos. Movimiento hipnótico y una invitación a la reflexión componen 'El vacío que llena'. ... El resultado de nueve meses de trabajo previo que comenzaron con un deseo; volver al solo. Esto es, a un proyecto interpretado por una única persona, en este caso, Beatriz Palenzuela. Coreógrafa y bailarina con una trayectoria que suma décadas, hacía once años que no experimentaba esa sensación de ser el cuerpo y el mensaje. «Tenía ganas de volver a mí, a mi intimidad y el momento presente en que me encuentro, qué deseos tengo y qué cosas no he hecho todavía». Una de esas cosas era unir a músicos en directo con la danza. Era el momento. De ese motor nació la encarnación del proyecto. «Aterrizar las ideas». En esos primeros pasos se cruzó con Esteban Sanz, compositor, músico y ex programador del Palacio de Festivales, que le propuso estrenarlo en el auditorio cántabro. Ese paso final se cumplirá el próximo jueves, día 10, a las 19.30 horas.
A nivel conceptual, junto a Rafael de la Lastra cofundador de Babirusa, exploraron «el vacío desde las distintas místicas». Frente al algo actuante de Oriente, que tiene que ver con los alientos vitales, «muy activo», en Occidente el vacío se vincula con la muerte. Se sumergieron en los textos de Santa Teresa de Jesús ('Las moradas') o a María Zambrano ('Los claros del bosque'), «difícil de leer, pero que nos ha traído una filosofía poética que relacionamos con imágenes de la obra».
Estreno El jueves , día 10, en el Palacio de Festivales. A las 19.30 horas.
Diálogo Antes del estreno habrá una charla con el público. Será el día 9, a las 19.30 horas en el Palacio de Festivales.
Equipo Beatriz Palenzuela, Rafael de la Lastra, Sara Castrillo, Marta Gamaza, Paulino García, Víctor Cadenas, Rubén Vilanova, Nuria Sotelo, Evil Kate.
Sanz también ejerció de contacto «con las personas que podían encajar en el proyecto», dice De la Lastra. Así, se sumaron al camino Paulino García, a la tiorba; Marta Gamaza al órgano y clave, y Sara Castrillo añadió su voz de soprano. Una primera experiencia en nuevo territorio para todos ellos. «El proyecto ha ido creciendo desde el aspecto visual y sonoro, poniendo en contacto dos mundos», expone García. Música de 300 años con un planteamiento estético actual. «Nos hemos ido integrando y entendiendo y ha dado buenos frutos, partiendo de muy buenas referencias musicales», añade Gamaza, destacando el trabajo de documentación hecho por la compañía. Además de cantar, Castrillo se suma al centro del escenario e incluso recita en francés. «Ha sido un descubrimiento total», celebra. Evil Kate firma las composiciones contemporáneas, Rubén Vilanova es el autor de las videoproyecciones y Víctor Cadenas es el diseñador de iluminación. «Dirigir un proyecto es rodearse de un equipo que sea lo suficientemente interesante para crear un caldo de cultivo que funcione», resume satisfecha Palenzuela.
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Las compañías de danza independientes «somos muy multitareas debido a la precariedad», así como a « la fragilidad por los pocos circuitos de programación» de esta disciplina, lamentan. Por otra parte, la danza contemporánea, su lenguaje, tiene el componente de «estar abierta a explorar con otras disciplinas y eso la hace muy rica».
De cara al público «la lectura debe ser abierta; que el espectador pueda cocrear con nosotros es algo que llevamos trabajando mucho tiempo», dice la coreógrafa. Les gustan los espectadores activos que atienden a lo que ocurre con lo que están viendo, sintiendo, «una exploración interna, en un mundo terrible en el que nos gusta traer la trascendencia como un lugar de encuentro». En lo humano y su belleza se apoya la obra. Quienes han tenido ocasión de ver alguno de los ensayos lo comparan con un globo, que te eleva a volar. «No hacemos denuncia ni crítica, pero hay imágenes inquietantes que todos reconocemos, como responsables de lo que pasa», expone De la Lastra.
Un lado oscuro construido sobre capas hipnóticas y rupturistas. «A lo largo del espectáculo el espectador está invitado a seguir el viaje de la bailarina, dejarse llevar y viajar con nosotros», añade. Y como menciona la soprano, «lo bueno de esta obra es la total libertad que te deja para sentir cosas muy diferentes». Una obra que da sus últimos compases, siempre viva, antes de llegar a su momento de encuentro, «de darnos permiso para poder sentirnos, explorarnos, como da esta experiencia», concluye Beatriz Palenzuela.
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