«Valle Inclán era un creativo total, un iluminado que inventó un género»

–¿Qué tienen los clásicos que no sale de ellos?

–Los clásicos tienen la sabiduría de la antiguedad, que está sepultada bajo los escombros de la modernidad.

–¿Son escombros que se pueden retirar para dar nueva vida a lo que hay debajo?

–Sí, siempre todo avance conlleva una pérdida. Decía un gran escritor, teólogo y estudioso de los evangelios, Leon Dufour, que con la madurez se pierden los dientes de leche y vienen otros más duros. Pero también con la madurez intelectual, racionalista, se pierden los dientes de leche de la fantasía y de cierta inocencia, que también es una forma de expresar la sabiduría. Es un camino mitológico y esa capacidad, ese cerebro que fantasea, que fabula, que entiende de metáforas y es intuitivo, decrece un poco en favor de un cerebro lógico, científico, metódico, racionalista, moderno. Los clásicos antiguos conservan esa intuición por la sabiduría que nos falta en la civilización moderna. Tenemos toda la parte lógica y tecnológica y dura del conocimiento, esa parte áspera, pero nos falta esa otra visión.

–Usted cree en la intuición y en la experimentación. ¿Cuál le ha dado mejores resultados?

–Creo que la combinación de ambos métodos es lo que sería una cosa maravillosa para el futuro de la humanidad, de la gente de ciencia y la gente del arte. El arte es una ciencia. Y la ciencia también debería ser un arte. Es una cuestión de actitud. Encuentras de repente a científicos maravillosos que explican las cosas de una forma intuitiva y no deja por ello de ser científica. Y el método experimental ya sabemos que es la base de toda la ciencia y hay artistas que tienen una técnica expresiva en su arte, que se basa en la experimentación constantemente. Los escritores, los pintores, los actores, nos basamos en probar lo que funciona y lo que no funciona.

–Hablando de combinar y mezclar; compagina hasta tres obras al mismo tiempo. ¿Cómo hace para crear espacios estancos entre personajes?

–Pues tengo ya mucha práctica y eso lo hace todo. No he dejado de trabajar ni de ensayar cada día. Aunque ya tenga un espectáculo hecho, lo retomo, lo ensayo… Con la práctica puedes lograr todo. Ves que la gente pierde un pie o una pierna en un accidente, o determinadas habilidades, y a veces practicando, con tesón y voluntad, recupera el dominio, la facultad de moverse, lo que hubiere perdido. El estudio, la práctica y la voluntad lo generan todo.

–Esta tragicomedia de aldea, como se define, ¿tiene más de tragedia o de comedia?

–Es una fórmula en la que la tragedia está mezclada con la comedia y no hay una parte y otra. Es una cosa distinta. Por eso lo llaman esperpentos. Este es el primer esperpento de Valle-Inclán, aunque los críticos dicen que es 'Luces de bohemia', pero ya aquí, en 'Divinas palabras', aparece esa figura, sobre todo en el último acto. Es un género que se inventó, porque era un creativo total, un iluminado, y toma la esencia del teatro, que es comedia y tragedia, porque la vida es una mezcla de ambas.

–¿Cómo se actualiza una obra que se estrenó en 1933?

–Pues yo hago la obra, la cuento y la comento. En los comentarios está la actualización y en la interpretación de las escenas, está la obra tal y como se escribió en los años 20.

–'Divinas palabras' le acompañó durante todo el confinamiento e incluso hizo una serie para compartir con el público. ¿Por que eligió esta obra?

–Tenía muchas ganas de trabajar con los textos de Valle-Inclán porque me impactaron desde siempre, desde que era estudiante. He leido muchos y sentía fascinación por este autor, su lenguaje, su ritmo, su intuición, su visión poética, su personalida también. Y cuando estuve encerrado tuve la oportunidad de leer y leer, meterme en biografías suyas, en 'Divinas palabras' y ahí escribí la obra.

–Una obra que incluye lujuria, irracionalidad, violencia y muerte. ¿Cuál es más peligrosa?

–Todo es peligroso con la ignorancia. Si hay ignorancia mezclada con fuerza, hay violencia. La fuerza con sabiduría, produce otros resultados. Produce armonía y cosas interesantes. Ten en cuenta que la misma energía atómica que utilizan los científicos para tratar el cáncer y hacer radiografías o investigaciones, es la energía atómica que destruye las ciudades y las vidas humanas en forma de bomba.

–Ha hecho la mayor parte de sus obras solo en el escenario. ¿Es la mejor manera de no discrepar?

–Claro, así no tienes nadie con quien discutir. Aunque, yo tengo un compañero que es un músico, que me acompaña siempre desde hace veinte años en todos mis espectáculos y toca diferentes instrumentos. Pero como actor estoy solo y era muy necesario para mí tomar este camino, porque lo que yo quería desarrollar, no podía hacerlo con la forma convencional de trabajar con otras personas, que requiere una producción, unas fechas, una organización… Una serie de cosas que para mí llegan a ser una limitación a la hora de desarrollar mi pálpito particular en el teatro.

–¿Qué importancia tiene el hilo musical que aporta Javier Alejano, a quien menciona, a sus interpretaciones?

–Nosotros ya tenemos una manera de trabajar muy elaborada a lo largo de los años. Utilizamos la música para apoyar rítmicamente la obra. A veces solamente es una nota o un golpe de tambor, un efecto determinado. Otras veces una melodía. Otras veces subrayamos un texto con una nota sostenida. Utilizamos la música en función de lo que queremos hacer con el texto y lo que queremos lograr en la mente y sensibilidad del espectador.