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La sensación de estar en una playa aguardando que llegue
Cuaderno de excepción, dia 10 ·
Hay más ganas de decir las cosas buenas, de resaltar lo que vemos de valioso en los otros, como si fuésemos a morir mañanaSecciones
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Cuaderno de excepción, dia 10 ·
Hay más ganas de decir las cosas buenas, de resaltar lo que vemos de valioso en los otros, como si fuésemos a morir mañanaLos primeros días de confinamiento asaltaban la pantalla de mi ordenador anuncios publicitarios que llegaban fuera de lugar, como el que acude a lo que piensa que es una fiesta de cumpleaños y descubre al llegar que en realidad asiste a un entierro, como el que va a una reunión en vaqueros y se encuentra a todos los asistentes vestidos de etiqueta. Los algoritmos, quizás porque tras las fórmulas matemáticas también hay personas, tardaron en reaccionar. Al principio, se daban paradojas, como un titular anunciando el cierre de fronteras acompañado por un anuncio que me invitaba a hacer un viaje. Me daba un poco la risa al verlo, pero luego mi mirada se detenía en ese extraño contador que informa en tiempo real del número de muertos e infectados y se me iban quitando las ganas de reír.
La epidemia se retransmite. La comparación entre países hace que a veces todo esto me parezca una macabra competición. A falta de Eurocopa, Liga, Champions y Juegos Olímpicos, nos queda ver qué país va al frente de los contagios. Empezó mal China, aunque parece que ya está remontando. Italia y España van perdiendo, pero espera que ahora llegan los británicos y los estadounidenses. De los países de África y América Latina no digo nada, por pudor. Porque no puedo imaginar cómo será allí, con sistemas sanitarios en general más precarios, esto que aquí nos desborda. Supongo que si nosotros nos recuperamos, nos acabará dando un poco igual lo que suceda en otros lugares, como siempre. A veces tengo la sensación de estar en una playa aguardando que llegue una ola gigantesca que llevan tiempo anunciando. Estoy en la orilla, esperando sin poder hacer gran cosa, mientras escucho una y otra vez ese rumor: que viene, que viene, que viene. La ola no me ha pasado aún por encima pero siento que un poco ya me ahoga. Todo es raro en estos días raros. Un vecino viene de la compra con guantes azules, me saluda sin detenerse y justo después se rasca la nariz. Veo, a través de las vídeo llamadas, cómo le va creciendo la barba a un buen amigo. Creo que le queda bien y se lo digo. Siento que el aislamiento potencia los afectos, que ocupan más espacio ahora que estamos todos más lejos de todos, igual que la falta de agua estimula la sed. Hay más ganas de decir las cosas buenas, de resaltar lo que vemos de valioso en los otros, como si fuésemos a morir mañana.
La pandemia, a algunos, nos ha traído esto: el miedo a morir o a que otros mueran nos lleva a poner por delante esas cosas esenciales que olvidamos cuando nos creemos inmortales.
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