Borrar
El taller de poesía se realiza en las instalaciones de la Escuela, en el interior del penal, desde hace siete años. Alberto Aja
Versos para borrar los límites de la cárcel

Versos para borrar los límites de la cárcel

El Diario Montañés entra en El Dueso para conocer las propuestas de inserción social que tienen la cultura como eje de su actividad

Domingo, 30 de marzo 2025

«Gracias. Hacía mucho tiempo que no me sentía así». Rodrigo pronuncia estas palabras, a modo de despedida, al salir del aula. Junto a él, otra decena de personas hemos compartido una hora de versos y acordes. Terminada la sesión, vuelven a su espacio. Un espacio que tiene límites. Vallas. Un lugar que no han elegido, pero donde están obligados a permanecer. Son presos y el taller de poesía se realiza en el penal de El Dueso.

Desde hace casi una década, un grupo de voluntarios, encabezados por José Elizondo, acude una vez al mes a Santoña. A través de la asociación Amor Arte Espiral, escritores, artistas, poetas y ciudadanos anónimos han hecho del centro penitenciario «un lugar de encuentro para conocernos y sobre todo para aprender, aprender mucho».

Es un miércoles invernal cuando cruzan los sucesivos controles de seguridad equipados con libros, cuadernos y guitarras y se instalan en la Escuela. Un edificio de techos altos y suelo azulejado que muestra sin disimulo sus años. Más de cien mirando el paisaje costero desde el promontorio al que uno no querría asomarse.

Mueven pupitres y colocan las sillas en un círculo. Nunca saben si pocas o muchas; el taller está abierto a todo aquel que quiera sumarse. A veces cinco. A veces veinte. En esta ocasión quince rostros van llegando y tomando asiento. Unos saludan con cercanía. Otros observan con dudas cuando es su primera vez. Como Luis, que mueve los pies con nerviosismo, mientras mira hacia el suelo y se retuerce las manos. La cárcel es un ambiente de hostilidad latente en la que sacar los sentimientos en forma de verso es tan complejo emocionalmente como aprender a moverse en un recinto cerrado día tras día.

«La poesía no es validación sino autocrítica y este es un lugar donde encontrarnos y aprender, aprender mucho»

José Elizondo

Coordinador del taller y del poemario

'En el Dueso', editado porTantín, es el poemario resultante del taller. Alberto Aja

A su lado, Manuel es casi un veterano que se maneja en verso. Uno de los fijos. «Cada vez que viene la tristeza, me pongo a escribir». Y tristeza sobra entre rejas, además de tiempo vacío. «Ahora escribo un poema y se lo doy a mi familia cuando vienen a visitarme». Se atreve y lee ante el grupo lo último que ha escrito. Uno de sus compañeros no comparte el significado y se enzarzan en una discusión sobre el respeto. «En el patio, esto podría terminar en una pelea; aquí se resuelve con palabras», explican los responsables.

«En El Dueso, donde sobreviven las cabinas y las viejas enciclopedias», escribe Xabi Q. Desde esos teléfonos colocados en los descansillos de algunas plantas y que ya solo existen a modo de curiosidad en las calles, los presos pueden comunicarse con el exterior. El inmenso patio comunica las instalaciones al aire libre. La Biblioteca. La peluquería donde un cartel indica «no se hacen barbas». La pista deportiva sobre la que el viento pega con fuerza y trae olor a salitre de un mar cercano a la vista e intocable en la realidad. «Contadme cómo es el tacto de la arena, cuando se aleja el agua y queda la sal», escribe Mariano M.

La sesión de este mes tiene un invitado especial, Espy de Bachelor. Curtido por una vida que ha visto calle y drogas, con las que «empiezas de broma y acabas perdiendo tu voluntad», explica. «Te vuelves invisible y eres el último escalón de la sociedad». Con su voz rasgada pone melodía a uno de sus propios poemas. Espy acaba de publicar 'El chico de las ojeras azul marino', un libro disponible en Amazon, en el que recorre su propia trayectoria vital, cuajada de situaciones que rozan lo irreal, pero lanzando como nota final un constante mensaje de optimismo y posibilidades, que lo sitúan como ejemplo. Suya es, además de varias composiciones, la ilustración de la portada del poemario conjunto. Ese inicio muchas veces casual, es lo que marca el devenir de muchas historias. Como dice Montse Barrero, veterana en el taller, cercana y didáctica con los presos, que participa en la sesión con sus versos y su voz, «Una mala decisión puede condicionar la vida y llevarte a un lugar así».

En cada sesión, los presos escriben un poema conjunto Alberto Aja

Cuando los presos, que insisten en ser llamados así, «porque internos son los del colegio que vuelven a su casa en Navidad», se atreven a leer sus palabras, José Antonio Gallego les acompaña con la guitarra. «La música sirve para quitar el miedo», dice este creador de sonidos a medida para cada poeta sin experiencia. Por ejemplo, para Fabián, un recién llegado. Ni siquiera habla aún español, pero en su francés natal, desde sus dos metros de altura, recita un poema en que habla de mariposas y vuelos altos. No se entienden las palabras, pero sí la emoción.

Una de las propuestas que se hace en el taller es la construcción de un poema siguiendo la técnica del cadáver exquisito, un juego de palabras que procede de los surrealistas franceses de 1925. Cada uno escribe un verso y pasan al compañero hasta terminar en una composición común, inconexa en la forma pero conectada en el fondo.

«Nos libera del día a día y entre todos hacemos un mucho. Han salido grandes poemas de aquí»

Guillermo

Preso

La actividad no se plantea con romanticismo sino practicidad. «La poesía no es validación, sino autocrítica», explica Elizondo. Tiene un componente de herramienta expresiva frente a la prudencia obligada de medir las palabras. Escribir poemas no va a salvar a nadie de cumplir sus condenas, pero en un espacio donde las horas muertas son una losa que desgasta la mente, «en el tiempo que dura un poema, te sientes libre», razona Jorge, uno de los presos.

«Nos libera del día a día y entre todos hacemos un mucho –continúa Guillermo– Han salido grandes poemas de aquí». Y le secunda Pablo: «Yo no tengo ni idea de poesía porque soy de ciencias, pero el resultado es una pasada y aprendemos mucho de quienes vienen al taller».

Músicos, pintores, poetas...perfiles de todo tipo han acudido como voluntarios al taller. Alberto Aja

Proyecto a largo plazo

Desde la puerta, dando indicaciones del tiempo que queda, atento a cualquier detalle, está José Antonio Álvarez, coordinador de trabajo social en El Dueso, impulsor de esta y otras actividades, incluidas en el Programa de Compromiso Social cuyo objetivo central es la transmisión de valores prosociales a través de la labores humanitarias, algo que «resulta trascendental cuando se trabaja con personas que han infringido la ley». La experiencia de estos años «dice que se puede trabajar en él con resultados visibles y socialmente rentables», como plasma en sus investigaciones.

Álvarez expone en el epílogo cómo quienes han participado en estos siete años del taller «nos hemos reído, hemos llorado, hemos sentido alegría, nostalgia, empatía y sobre todo mucho entusiasmo». Siete años «de crecimiento individual y colectivo, de arriesgadas aventuras introspectivas, con esa magia que una vez más se ha paseado por el patio de El Dueso».

Cada semana, en el taller de radio, se graba un programa que se emite en Radio Santoña Alberto Aja

Álvarez es el encargado de poner al grupo en marcha al terminar la sesión, para pasar a la siguiente actividad, más reducida, pero con más alcance. Para el cambio de módulo, que implica cruzar el patio, presos y visitantes, identificados con su correspondiente acreditación van acompañados de varios guardas de seguridad, sin detenerse a charlar.

En el bloque 2, más moderno, cerca de la consulta del psicólogo por la que «pasamos todos», bromea uno de los presos, se llega al estudio de radio. Cada semana, se ponen ante el equipo técnico y los micros y graban un programa de una hora, 'Abre la muralla', que se emite en Radio Santoña y puede escucharse también en plataformas. Como una metáfora hiriente, la luz de la tarde entra en el estudio desde lo alto a través de una ventana enrejada, que no detendrá las ondas sonoras.

En las ondas

El programa que graban los presos, 'Abre la muralla', se emite cada semana en Radio Santoña

El Dueso está en proceso de cambio. Además de mejoras en las instalaciones generales, recién finalizados, los trabajos futuros permitirán contar con varias aulas y un salón de actos. Espacios en los que «traer la cultura, las propuestas que se hacen fuera, a la cárcel», en una apuesta clara.

Entre 1942 y 1945, como recoge el epílogo del poemario, en el propio penal se desarrolló con gran éxito de público del exterior la Escuela Taller de El Dueso, una iniciativa en la que participó Cipriano De Rivas Cherif, director teatral de la generación del 27, ensayista y Premio Nacional de Literatura, entonces interno en Santoña. En sus memorias plasmaría la importancia que dentro de los muros de la prisión tienen el arte y las iniciativas culturales, «no solo como puntos de fuga, sino como instrumento liberador de las personas». 82 años después, ha cambiado la sociedad, los delitos y las prisiones, pero la Cultura sigue siendo una herramienta necesaria para construir y reconstruir personas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes Versos para borrar los límites de la cárcel