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La Feria del Disco y el Coleccionismo de Santander alcanza ya su sexta edición y lo celebra, entre otras actividades paralelas, con una insólita exposición en la que se recoge la expresión más genuina de una generación: los fanzines y las publicaciones alternativas que circulaban ... por nuestro país -y en especial las de Cantabria- a finales del pasado siglo.
Desde boletines de clubes de fans hasta revistas de poesía o de cómic, bajo el término 'fanzine' se engloban toda una serie de publicaciones autogestionadas y manufacturadas, ajenas a los circuitos comerciales, en las que se ventilaba buena parte de la cultura alternativa del momento. Según los diccionarios más o menos oficiales, serían revistas de escasa tirada y distribución, hecha con pocos medios por aficionados a temas culturales (música, cómic, etc.) alternativos.
Según esos mismos aficionados, serían «toda publicación utilizada como medio de expresión libre». O al menos eso aseguraban desde la asociación de prensa alternativa Galaxia Fanzina en 1995, en un curiosísimo boletín editado desde Santander que servía de guía en este particular submundo: no solo se reseña medio centenar de publicaciones, sino que además se incluyen instrucciones para conseguirlos.
Y es que el fanzinero era un universo particular, una red invisible que cruzaba el país mucho antes de que surgiera internet, las redes sociales y la cacareada globalización. Un microcosmos en el que estos particulares editores diseñaban sus publicaciones, a veces con tijera y pegamento, las reproducían en humildes fotocopias, se pasaban horas ordenando, doblando y grapando y luego las enviaban a quien quisiera recibirlas, a cambio de un precio muy ajustado -ciento cincuenta pesetas de entonces, o a veces solo unos sellos que cubrieran los gastos de franqueo- o, en muchas ocasiones, simplemente mediante el intercambio directo.
Ese es el origen de esta colección, el de los editores de fanzines conectados en la época dorada del género. «Los noventa son así», decía una vieja canción de Fila India: mientras la electrónica empezaba a copar el mundo cultural, los más jóvenes empezaron a revolverse contra la digitalización.
Lo más rompedor no era hacer virguerías con los nuevos ordenadores, que todavía eran coto vedado para la mayoría de los jóvenes. No: éstos preferían volver a lo básico, haciendo suyo el 'hazlo tú mismo' de sus hermanos mayores, los ya viejos punks. Floreció entonces el fenómeno 'fanzine', unas publicaciones algo rudimentarias -llamarlo 'prensa alternativa' tal vez resulte algo grandilocuente-, pero hechas a voluntad: fotocopias mejor que papel couché, garabatos a mano en lugar de tipografía cuidada, exabruptos antes que cultismos. Más que combatir o replicar el sistema, se trataba de sobrevivir al margen. En la estela del punk, con un carácter, más que efímero, autodestructivo. Su verdadera dimensión, como en el 77, no sería el golpe sino el efecto onda. Unas oleadas que acabarían por influir y mucho en la cultura posterior, hasta desembocar en lo que hoy entendemos por 'indie'.
Así, quien estos días desafíe el calor podrá ver en la plaza de Farolas las portadas de fanzines musicales como 'Subterfuge', 'Soy tan feliz que me cortaría las venas' o 'Biensonando', de cómic como 'Burp' o incluso políticos. Es la colección de la asociación santanderina Galaxia Fanzina, que además editaban su propio fanzine, 'Vecbus', hoy tan inencontrable que tan solo hay única copia a la venta en las librerías de viejo españolas.
Destacan, además, otras publicaciones cántabras como las literarias 'MorfinAmor' o 'Factótum', fundada por el periodista y cineasta Santiago García-Porrero, la de ciencia-ficción 'Planeta prohibido', la hardcore 'Anarko' que publicara en Torrelavega Sergio Echevarría o el socio-cultural 'Atake Kardiako', subtitulado «boletín de prensa para la Revolución», que acabaría dando lugar a toda una discográfica, Fak Records. El número uno, por cierto, de 1995, se puede descargar gratuitamente en internet. Está también la célebre 'Bag culture', de Sergio Sanz y Jesús Bombín, en la que escribiera Germán Coppini.
La importancia de estas publicaciones, además de su valor histórico, está también en sus firmas: en muchas de ellas aparecieron las primeras obras de autores como Alberto Santamaría, Vicente Gutiérrez Escudero y Raúl Real, por ejemplo.
Hay, pues material más que de sobra para un buen trabajo de investigación o incluso una tesis doctoral, por lo que resulta curioso que esta bibliografía esté en manos privadas, y ni siquiera en la Biblioteca Central se conserve el testimonio gráfico de una actividad cultural tan intensa, que debería recibir el mismo reconocimiento que tiene otras expresiones culturales o populares.
Con excepción del catálogo de publicaciones periódicas que en 1997 editó la Biblioteca Municipal de Santander -que recogía también otros 'zines' como 'Katakumba', 'En llamas: fanzine de contrainformación', 'Ñam-ñam', o 'Walhala' y 'Rolazine', dedicados a los juegos de rol-, no existe ninguna otra mención a estos fondos en nuestro sistema bibliotecario. Ni manera de conseguir acceder a ellos. Tampoco estaría de más que la Consejería o la Universidad se hicieran con los originales, o en su defecto encargasen una digitalización para ponerla a disposición de los investigadores especializados. A fin de cuentas, se trata de nuestra historia cultural.
Una historia muy viva, en realidad, porque los fanzines nunca desaparecieron de las librerías, las tiendas de discos y los bares de Cantabria. Eureka les dedicó el festival MICA en 2013, y desde entonces han surgido publicaciones como 'Mantra', 'Costa Norte' de Víctor V, dedicada al hip hop, 'Rubor postcoital', 'Materia Oscura', 'Walpurgis', 'Sororama', 'Neurastenia', el 'Fanzine imposible' de Lorena Abascal o el 'CTRL' de Alfredo Santos, entre otras muchas iniciativas, sin pasar por alto la ingente actividad de Andrea Galaxina al frente de la microeditorial Bombas Para Desayunar.
Hoy en la Feria está disponible 'Todofobia', un fanzine ilustrado de la artista cántabra Mina K. Como decía un coleccionista al que le faltaban muchos títulos en la viñeta del 'Bolezine': «¡No hay manera de parar, zines por todos!»
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