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Para una institución como el Palacio de Festivales de Cantabria, cuyos orígenes están tan vinculados a la Música, resulta un placentero compromiso el de dar voz, nota y vuelo a quienes desde nuestra Cantabria se han apropiado de los códigos universales para convertirlos en su ... pasión, su vocación, su profesión y su campo de creación. Porque no es menos cultura de Cantabria la que crece alimentada por la enseñanza de esos grandes maestros que se han convertido en patrimonio compartido y comprendido por la humanidad.
Se han celebrado hasta hoy días intensos para la música con resonancias cántabras en la Sala Pereda de nuestro auditorio, nada menos que tres conciertos, continuados por razones de calendario, pero diversos en su contenido. Tres conciertos que podríamos presentar como la música en vida, ausencia y homenaje.
La vida, Marina Pardo, actuó el sábado. Una cantante nacida y formada en nuestra tierra, hoja señera hoy de un árbol de músicos, que ha conseguido casar felizmente vocación y trabajo y se desempeña hoy como cantante lírica en escenarios nacionales e internacionales, enamorando con ese timbre oscuro y aterciopelado que adquiere colores emocionales sobre todo en las distancias cortas, en el recital, y que le permite jugar y divertirse sobre el escenario con sus compromisos operísticos.
Es Marina una cantante de riesgo, que transita con eficacia y rigor desde los repertorios barrocos y su admirado Bach a las vanguardias, sin miedo a prestar su sabiduría y su apoyo a la creación contemporánea. Esta música viva llega al Palacio con un hermoso reto, recuperar el Winterreise D.911, ese Viaje de Invierno que a modo de ciclo de canciones marca una de las cimas de un Schubert en plena madurez expresiva y ya en su último año de vida, un Viaje al que ya se enfrentó en su juventud y al que ahora regresa mucho más invernal, atravesada por años, nostalgias y emociones que permiten a la cantante una mirada nueva y reflexiva sobre las canciones cantadas en otros tiempos.
El recital de Marina Pardo contará con su acompañante habitual, el pianista Kennedy Moretti, al que se sumarán en la velada la voz del actor Miguel Meca, que articulará en español los textos del original alemán para mejor comprensión del ciclo, y los árboles invernales, fantasmagóricos, hermosos, que desde el Hayedo de Esles el pintor Fernando Bermejo ha transformado en bellos objetos de luz blanca.
El homenaje, Gerardo Diego, centró la cita del pasado lunes. ¿Gerardo Diego músico? Sin duda, pianista aficionado y amante de la música hasta convertirse en crítico, en introductor en nuestro país de las músicas de la vanguardia europea, sobre todo de la francesa, y en evocador a través de su propia creación poética de las elevadas sensaciones experimentadas en la escucha atenta. Un Gerardo Diego al que el violinista Alessandro Fagiuoli y el pianista Giacomo Miglioranzi rinden homenaje en un recital de cámara en el que hacen presentes a algunos de los compositores evocados por el poeta en su obra y sobre todo a compositores presentados en sus conocidas conferencias-concierto que contribuyeron a difundir en España la obra de, por ejemplo, Bela Bartok, Francis Poulenc y Les Six o Claude Debussy.
La ausencia, Juanjo Mier, protagonizó la velada de anoche. La ausencia y la herida de ese querido Juanjo que se nos fue de pronto hace 20 años ya, ese Juanjo luminoso que con su personalidad entrañable y arrolladora, con su pasión musical, con ese encuentro febril con la composición que marcó sus últimos años de vida con premios y reconocimientos.
Pero sobre todo con amigos, amigos compositores en los que se volcó para generar por vez primera la sensación de que en Cantabria se creaba música y se creaba bien, que había un grupo digno de atención y cuya música teníamos que hacer sonar entre todos, amigos intérpretes que le prestaron atención y que trabajaron junto a él para que pianos, órganos, flautas, conjuntos de cámara, órganos, voces, coros dieran cuerpo efímero de viento y de tiempo a sus composiciones (en la memoria personal, el temblor de la voz al cantar junto a los compañeros de la Camerata Coral de la Universidad de Cantabria su Santa María de Lebeña, Gerardo Diego de nuevo, en la iglesia de Santa Lucía de Santander, la primera obra de Juanjo que llegó al público unos pocos meses después de su muerte). Amigos público, también, cómo no, amigos recibiendo con alborozo cada nueva entrega y recibiendo ese complejo tapiz de emociones con las que Juanjo Mier nos enredaba.
Sin olvidar su vocación pedagógica, sus compañeros en la enseñanza, sus alumnos en el Bellavista de Cueto, el IES Torres Quevedo o el conservatorio Jesús de Monasterio. De esa ausencia rescatamos con el Ensemble Paul Klee el primero de sus cuartetos de cuerda, Renacimiento trocado, esa mirada personal a Juan del Enzina a cuyo último movimiento prestarán color y apoyo las voces del cuarteto vocal Musica Mundi. Una ausencia a la que convocamos a todos los amigos y colaboradores que vivieron a Juanjo y le prestaron cuerpo, que «más vale trocar placer por dolores, que estar sin amores».
Puede que nunca antes de ahora la música haya vivido momentos tan ricos en Cantabria. Puede que el público deba comenzar a respetar y valorar como merecen a nuestros intérpretes y compositores de la mejor manera en la que ese cariño puede mostrarse: escuchándolos. Quedáis convocados.
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