Secciones
Servicios
Destacamos
A finales de los años setenta un timbre, en la Escuela Unitaria de Bielva, en el municipio de Herrerías, avisaba a las cinco de la tarde de que las clases habían acabado. Pero los niños, 22 alumnos por entonces, permanecían en sus aulas prácticamente hasta ... las diez de la noche, pintado, jugando al ajedrez e ideando nuevas aventuras con su joven profesor: Pedro Palazuelos. «Hasta los padres llegaron a sospechar de mí porque los chavales no tenían prisa para volver a casa», recuerda ahora aquel maestro con una gran sonrisa.
En esa escuela, durante los primeros años de la Transición, se vivía, como en casi todo el país, momentos felices por lo que estaba por venir y existe testimonio gráfico de ello. Un conjunto de 36 fotografías que se han reunido bajo el título de 'Fotos de un maestro de escuela (Bielva 1975-1980)' y que se puede contemplar en la sala Ángel de la Hoz del Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS) hasta el próximo 22 de enero.
La muestra en blanco y negro es un reflejo de la vida de los escolares en un pequeño pueblo de Cantabria, pero podría extrapolarse a cualquier otro de España. Las escenas, en las que abundan las sonrisas, son el testimonio de una época histórica del país, un tiempo en el que como señala Javier Vila, comisario de la exposición, «se respiraba vida y se palpaba la alegría por la salida de una España gris y tenebrosa hacia otra en technicolor».
Palazuelos, que aparece en una de las fotos como un joven barbudo ataviado con gorro de lana, bolsa bandolera como la que usaban los más jipis de la época y una cámara de fotos (una werlisa) al cuello, se estrenaba como maestro con una gran ilusión, vocación y, sobre todo, con el objetivo de enseñar a sus pupilos que no hay fronteras para el conocimiento, ni para la voluntad. «Y a los cinco minutos de llegar tuve claro que me los había ganado», asegura.
Su primer contacto con aquellos alumnos con los que hoy continua teniendo relación -una de ellas incluso ha trabajado con él los últimos 25 años- le esperaban muy formalitos y bien formados en las escaleras de aquella escuela en su primer día como maestro. «Esto está hecho, pensé», pero lo que nunca llegó a imaginar es que durante ese periodo ilusionante cogería por primera vez una máquina de fotos para dejar constancia de todo lo que allí se vivió y que con ello nacería lo que a la postre fue su principal medio de vida y su gran pasión: la fotografía.
Y es que tras cinco años «de continua aventura» en los que además de poner en marcha una biblioteca y un gimnasio, incluso consiguió que el Gobierno nacional les enviase a través de un ministerio un observatorio meteorológico, «con la única condición de que cada mañana mandásemos un parte y que a nosotros nos sirvió, sobre todo, para aprender matemáticas».
Del logro de la biblioteca, su orgullo, que aparece en las instantáneas de la exposición, se ha hablado ya mucho. Que autores de la talla de Cela y Miguel Delibes le enviasen ejemplares de sus libros dedicados y que las librerías de Cantabria también hicieran donaciones es, sin duda, uno de sus grandes recuerdos, pero hay otros muchos, como cuando viajaron a Barcelona y fueron entrevistados en la radio por Luis del Olmo o cuando bajaron a Santander para representar una obra de teatro en el Paraninfo de La Magdalena.
Además de Delibes, con el que mantuvieron una amplia correspondencia, otros cómplices de aquella forma de enseñar fueron artistas como Joaquín Martínez Cano, Juan Uslé, Victoria Civera... y todo porque el maestro se propuso «que la escuela de Bielva llegase al mundo».
La exposición que se inauguró ayer en un acto al que asistió el autor, junto a Javier Vilas; Manuela Alonso, directora del CDIS; Javier Ceruti, concejal de Cultura; y la alcaldesa de Santander, Gema Igual, es también el germen de uno de los grandes maestros de la fotografía en Cantabria. Un profesor que en 1980 pidió la excedencia cuando decidieron trasladarle «porque no me gustaba el funcionamiento de lo que por entonces se llamaban la escuela normal». Palazuelos decidió reinventarse y seguir su camino profesional como fotógrafo, una afición que descubrió por la sugerencia de uno de aquellos niños. «¿Y a estas cosas por qué no las sacamos fotografías?» le preguntó. «¿Y con qué cámara?», fue su respuesta. Y de nuevo se la ingenió y tras escribir y escribir llegaron cuatro cámaras a Bielva, una werlisa de 35 mm., dos yashica y una kodak.
Cuando abandonó aquel colegio terminó también la trayectoria de un vocacional maestro para que naciese la del gran fotógrafo que es hoy en día y que ha trabajado para medios como la agencia EFE, El País o Cambio 16. Que también dio clases de fotografía en el ICE de la Universidad de Cantabria, que fundó la fotogalería Zoom y que ayer se emocionaba recordando a sus alumnos. «Cuando ya conseguimos las cámaras y las fotos comenzaron a circular, un día les pregunté si se acordaban de quién de ellos había sido la idea. Todos permanecieron en silencio intentando hacer memoria, pero lo mejor es que ni el mismo niño que con tanto desparpajo me lo sugirió se acordaba de que había sido él. Y todo porque conseguimos un espíritu colectivo».
Tanto tiempo después cree que en la exposición se refleja todo lo que vivió entonces aunque lamenta no haber podido captar una imagen, «la del cartero que traía los libros para la biblioteca a lomos de un burro porque no podía cargar con todos ellos»
Hace unos años, La Caverna de la Luz que dirige Javier Vila expuso una foto de Palazuelos con sus alumnos frente a las baldas de la biblioteca y muchos de ellos se acercaron a verla. Además llevaron un fabuloso regalo al que fue su profesor, un buen número de cartas en las expresaban su agradecimiento por aquellos años de aventura constante y que ayer él enseñaba emocionado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.