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Es autor de distancias y querencias. Entre las dos coordenadas, Santander y Galdós, por ejemplo, son inherentes a su ADN. Desde la semana pasada ambas ... geografías, la biográfica y la literaria, han quedado grabadas tras la obtención del Premio de las Letras 'Ciudad de Santander'. Germán Gullón (1947), escritor, crítico, catedrático, acaba de publicar 'Galdós, maestro de las letras modernas' (Valnera), una biografía tan personal como ambiciosa del autor de 'Tristana'. Un premio que distingue la «brillante trayectoria en el ámbito académico de la crítica y de la creación literaria» del autor de 'La codicia de Guillermo de Orange'. Sin abandonar a don Benito trabaja ya en un tema más abstracto: «la luz en la cultura española». La escritura de un libro sobre «lo que los artistas extranjeros aprendieron de los nuestros cuando vinieron a la península, y vieron esa luz oscura del Cantábrico, según la denominación de Eduardo Chillida, o la luminosa del Mediterráneo. Es un aspecto del patrimonio nacional que damos por sentado»
-¿Cómo definiría su vínculo con Santander? ¿Ha sido de fidelidad literaria y de memoria, más que físico y constante?
-Yo diría que ambos. No sólo viví en Santander hasta los 13 años, sino que cada verano y en otros momentos del año he vuelto a Cantabria. La marcha a Madrid de muchacho fue penosa, pues de residir en el paseo de Pereda, mirando al mar, pasé a vivir en un piso de Madrid, y desde mi ventana sólo veía una casa en frente. Nunca se me quitó la añoranza del mar, de ese espejo, la bahía, en la que la bella ciudad se asoma constantemente. Cuando ahora la contemplo desde los altos del Centro Botín, siento que he vuelto a mi lugar, a mi tierra, a ese maravilloso lugar en que el mar se siente abrazado por los brazos de Somo y Pedreña. Por otro lado, a través de mi padre, Ricardo Gullón, el Santander de José Hierro, de Gerardo Diego, de Manuel Arce, nunca estaba fuera de nuestras conversaciones. Incluso cuando vivíamos en Texas, en Austin, mi padre invitó a venir de profesor a Pablo Beltrán de Heredia, o sea que Santander era siempre una presencia y una añoranza, y las conversaciones recordaban las tertulias del Hotel Bahía o los tiempos de la Escuela de Altamira.
-¿Es de suponer entonces que al recibir este premio estrecha sus recuerdos con su padre?
-Desde luego. Recuerdo muy bien a mi padre celebrando su libro sobre Pereda, cuando preparaba su Galdós en Santander, y sobre todo su contagiosa pasión por la literatura y por la pintura. De él heredé la pasión por los libros, por el arte, y, por encima de todo, por las ideas. Era un gran lector de revistas, recuerdo ver en mi casa La Table Ronde, y luego The New Republic, The Nation. Le gustaba comentar todo cuanto escribía o pensaba sobre el entorno cultural. Poseía la pasión por los libros como objetos, le gustaba hablar con poetas para atisbar la riqueza de la inspiración, pero siempre buscaba, como su idolatrado Juan Ramón, las manifestaciones de la inteligencia moldeando el pensamiento en la página.
-Ahora con el poso del paso del tiempo y con la obra publicada, ¿qué reflexión esboza de su biografía sobre Galdós que ha sido clave en la recepción del premio?
-Es una biografía que pretende entablar un diálogo con el lector, ofrecerle una manera de mirar al autor, de saber cómo era, su formación intelectual y emocional, dentro del entorno del progresismo liberal decimonónico. Pienso que los jurados, como me han comentado amigos que han leído el libro, sentirían que les acercaba a Galdós, les abría las puertas y ventanas desde donde se ve al hombre escribiendo sus libros, y quizás les provocó el deseo de volver a visitar las páginas galdosianas. Así mi propósito y su experiencia de lectura conectaron. Los premios no comerciales tienen ese componente de conexión, no con el mercado, sino con el lector. Y el que los recibe no siente su vanidad halagada, sino que el premio representa un lazo con los lectores.
-¿Sigue trabajando en esa novela santanderina que quizás demanda el siglo XXI, tras los referentes del pasado?
-Estoy en ello, y volveré pronto. Necesito tiempo para retocarla, ponerle un poco de trasfondo. La historia la tengo bien trazada, pero me falta añadir un elemento poético que sugiera lo que no sé decir en palabras. Mi mente, ya lo dije, como la de mi padre trabaja con ideas, pero la ficción necesita que la historia, además de estar bien contada, llegue, toque, la sensibilidad del lector. Es decir, que al propósito de contar le acompañe la fuerza del sentir humano. Miguel Delibes fue un maestro en conseguir esa conjunción en sus novelas, igual que Mario Camus lo es en el cine.
PEREDA, MENÉNDEZ PELAYO...
-Apostar por una editorial cántabra para publicar un libro de proyección nacional, ¿es una defensa del hecho cultural que muchas instituciones no entienden?
-La elección fue hecha con mucho cuidado, y pensando en un aspecto central de mi biografía, la importancia de Santander para Galdós, la ciudad donde vivió los años más felices de su vida, rodeado en San Quintín de su obra, de sus cuadros, de su familia, de sus amigos. Madrid suponía para él la vorágine social y política, pero en Santander podía pensar, entrar en sí mismo, y encontrarse con un nosotros, gracias a los amigos y gentes de la ciudad. Aquí redactó y corrigió muchos de sus dramas, donde la palabra del autor se vuelve la voz de muchos personajes. Aquí también se encontró políticamente con su raigón político, el republicanismo, es decir, el concebir la sociedad no en vertical, sino en horizontal. Cuando llamé y luego escribí a Jesús Herrán (director de Valnera) hablamos de mis dos condiciones, que la edición estuviera unida a la ciudad de Santander y que difundiéramos el libro una vez que estuviéramos seguros de que estaba bien terminado.Era una labor lenta, porque la biografía no sólo recoge mis ideas, sino que el texto va cosechando las de una rica tradición de estudios literarios sobre Galdós y de estudios de teoría literaria. Había que presentarlo bien y en orden.
Aposté por una editorial cántabra, pues, por Galdós, y porque Valnera publica el tipo de libros que los verdaderos lectores encuentran en las librerías. Yo no voy a comprar los superventas anunciados hasta la saciedad, los puedes conseguir en cualquier punto de venta y uno ya está cansado de que te defrauden. Quiero que mi libro sea leído por verdaderos lectores, no por los que buscan el libro regalo bien publicitado.
-Su querencia y conocimiento de Galdós empezó hace más de un año con la exposición de la Biblioteca Nacional y lo cierra con la biografía. ¿Da la sensación de que no serán sus últimos frutos galdosianos?
-No, por supuesto. Además de la exposición, que ha viajado ya a la Casa-Museo de Pérez Galdós, y en breve la volveremos a colgar en la sala Cabrera Pinto de La Laguna, y de la biografía, también he grabado con Heilette van Ree un largo podcast en inglés sobre el autor, que se puede escuchar a través de diversos medios, entre otros Spotify, para el Canal de la Fundación March, que confiamos aporte un granito de arena a la presentación del autor fuera de España. Hace un año iniciamos un canal de YouTube dedicado a Galdós que ha recibido miles de visitas. También pronto espero publicar un libro sobre Galdós y la política, las semejanzas y diferencias con la actual.
-¿Cree que tras la pandemia la novela cambiará de rumbo o contar historias es lo primordial?
-La pandemia cambiará la novela. Contar historias sigue siendo primordial, pero el contexto social ha cambiado radicalmente. Hay un antes y un después de la pandemia. El virus ha mostrado una grieta social extraordinaria, pues ha afectado cruelmente a la gente más débil de nuestra sociedad. Nos ha enseñado la desigualdad, que el vivir hacinados provoca contagios, que la falta de recursos contrasta con el exceso de ellos. En la ciudad de San Francisco han instaurado un impuesto sobre el exceso de ganancias personales para destinarlo a mejorar la condición de los desheredados. El neorrealismo de Pier Paolo Pasolini o de Luis Martín Santos puede ser un referente para comenzar a reconfigurar la representación de la sociedad presente.
-Pereda, Manuel Llano, Menéndez Pelayo... son ¿esos ilustres desconocidos tan citados como extraños?
-La cultura literaria actual tiende a copiar el modelo de consumo de la sociedad, adoptamos la última moda, y escritores de la talla de Pereda o Manuel Llano, que supieron hacer propuestas literarias basadas en la tradición no interesan demasiado al lector común. Sin embargo, sus libros son las joyas del joyero donde preservamos el patrimonio de las letras españolas. Quizás no sirvan para competir con la bisutería de moda, pero si un día queremos entender el ayer, la vida en el entonces, volveremos los ojos a ese joyero, y descubriremos que allí reluce mucho oro. Desconocer la obra de don Marcelino me parece un crimen cultural, digno de ser contado en una novela tipo El código Da Vinci. Sus páginas de crítica son la base del saber filológico moderno, y su método de investigar se halla en la base de la investigación científica moderna.
PROYECTO DE NOVELA
-Galdós dijo preferir «el silencio absoluto del cuarto poder a sus venales elogios».
-Por supuesto, le interesaba la opinión de gentes que pensaban, de su amigo Clarín, de la Pardo Bazán, de Pereda, de Menéndez Pelayo, aunque fuera contraria a la suya. Además, nunca era lanzada con maldad, sino con un espíritu de debate.
-¿La crítica literaria ha derivado en mero objeto de narcisismo y en material de grupúsculos y reinos de taifas?
-La crítica literaria, salvadas las excepciones, puede definirse como una burbuja donde se practican unos modos de comportamiento y de comentario del tipo ´que lujo hablar contigo hoy´ que tienen la consistencia de las pompas de jabón. La crítica robusta resulta buena, si es incisiva y respetuosa con las ideas de otros.
-¿Piensa que novelar el mundo no lo cambia pero sí remueve nuestra conciencia y consciencia de su dimensión?
-Lo creo de verdad. La novela es un instrumento verbal para representar el mundo y los seres que lo habitamos, la conciencia es el azogue de ese espejo. Según haya sido capaz el autor de aplicarlo a su representación, así de fuerte será su texto, y los lectores podremos al pasar las páginas sentir esa conexión con la conciencia, con el espíritu, con el alma, con la fuerza inmaterial que nos mueve, y que en ocasiones te hace cambiar el paso en la vida.
-Tengo toda la confianza que nunca llegará a ser ley, porque atenta directamente contra el artículo 3 de la Constitución española de 1978, donde se declara que el castellano es la lengua vehicular de España. Es una maniobra socio-política que rompe el lazo principal que une a todos los ciudadanos, la lengua común, y desde luego les empobrecería intelectualmente, pues les quita la única lengua universal del país, la más rica, la que permite expresar percepciones, sentimientos, ideas, con la riqueza de una lengua extraordinaria. No tengo nada contra las lenguas autonómicas, pero algunas nacidas por el decidido impulso de la diferenciación autonómica, aptas para la comunicación de la vida diaria, carecen del vocabulario adecuado para el desarrollo intelectual del ciudadano. Pensemos en las dificultades prácticas de estudiar Derecho o Medicina, Anatomía, en lenguas periféricas. Y por supuesto, esta ley atenta contra el patrimonio cultural español, contra su literatura, ese gran corpus, tan importante como el de cualquiera otra cultura europea, de autores y obras, de Cervantes y Galdós, hasta Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca, y que incluye a los grandes literatos de allende los mares, en las grandes literaturas de la América hispana, de Argentina, de México, de Chile...
-Sí, el leer un libro supone establecer un diálogo con el autor, con los personajes, con los asuntos allí presentados. La debilidad de nuestro sistema educativo tiene que ver con la debilidad intelectual de la formación. Siempre me sorprende que los profesores de instituto a la hora de organizar sus clases lo hagan de acuerdo con la lista de los libros más vendidos, que nada tiene que ver con los mejores. Los editores, la mayoría de ellos paradójicamente catalanes, viven de comercializar un producto, un libro que consiga vender muchos ejemplares, y si hay calidad es producto de la casualidad.
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Ana del Castillo
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