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La visión expandida que seduce al público
Hasta final de mes ·
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Hasta final de mes ·
La muestra del mexicano Damián Ortega en el Centro Botín genera tal interés que quien la visita repite experienciaLa sierra, el destornillador, el coche roto, las bolitas, el submarino...Con tan solo dos años, el pequeño Carlos ha visitado la exposición de Damián ... Ortega en dos ocasiones en apenas dos semanas. Su madre, Marina, agachada a su lado, le explica en voz baja y con mimo, detalles de los elementos que les rodean y que el niño señala entre balbuceos iniciáticos de las palabras y también del contacto con el arte. Están solos en una sala que respira calma y armonía, a pesar de ser poblada por explosiones estáticas y aparentemente ingrávidas. «Me parece una exposición muy interesante para los niños porque es como que se meten en ella», dice Marina. Aunque se presenta como «no entendida en arte», valora la atracción que genera la exposición, tanto como para repetir, como ha hecho, «y querer traer a más gente».
Ese es un nexo común a los visitantes que un día entre semana, a esa hora que tercia entre el café y el vermú, con el viento barriendo los resquicios del pachinko, han elegido acercarse a la 'Visión expandida' del artista mexicano Damián Ortega, que ultima su estancia en Santander. Aún permanecerá tres semanas más en el Centro Botín -hasta el día 26- y no cabe duda de que serán muchos los que harán el sprint final para conocer una de las muestras que más éxito parece haber cosechado entre el público. A pesar de no facilitar cifras oficiales, política que practica a rajatabla la institución artística, el paso por Fitur sirvió para alumbrar una pista transmutada en datos. De los 150.000 visitantes del año pasado, el mayor volumen de asistentes se enmarca en el último trimestre. La exposición se inauguró el 8 de octubre. Basta atar cabos.
Encarna Fernández llegaba a las luminosas salas del Centro Botín con las expectativas muy altas. Muchas personas de su entorno le habían hablado ya de la singular exposición de Damián Ortega. Y a pesar de todas las pistas, tras caminar entre las obras, su sensación era meridiana: «Estoy impresionada». La instalación 'Warp Cloud' le ha resultado especialmente atractiva, pero también le ha encantado «la de los aperos de labranza» ('Controller of the Universe'). «Tú te mueves y se van moviendo contigo; desde cada sitio ves una cosa distinta», indica. «Hasta el mecanismo de las pistolas de agua se puede ver», dice. Porque en el universo creativo del mexicano, cada objeto desechado por la utilidad, es digno de ser transformado. En su caso, esta es la primera toma de contacto y ya adelanta que la volverá a ver y además, llevará a su madre. Como Amiga del Centro Botín afirma sentirse «súper agradecida». «Me parece un lujo, aunque -razona- si viviera en el Paseo Pereda y me hubieran quitado de ver el mar quizá no pensaría lo mismo».
Esa aparente ductilidad visual de las creaciones de Ortega es uno de los elementos que más atraen a miradas de todo perfil y condición. Los fragmentos de cristal cambian de color según de dónde provenga el rayo de luz que los traspasa. El submarino ('Hollow/Stuffed: Market Law') cambia de relieves si parece surcar la bahía de Santander a última hora de la tarde o con los aprendices de vela pintando triángulos blancos de fondo.
Químico de formación, profesor en Laredo durante décadas, a Joaquín Salgado la exposición de Ortega le ha entrado más por el ojo que las colecciones previas de pintura. Mira con detenimiento el centenar de herramientas y recuerda a su padre, que fue carpintero y manejó algunas de esas piezas en su día a día. «El significado no lo acabo de entender muy bien, no sé qué pretende hacer y pasar por el medio me da miedo, pero, desde luego, la obra es muy curiosa». Entre risas, este hombre de ciencias, narra su visita al Guggenheim para ver una exposición de Yoko Ono de la que salió «endemoniado». «¿Será posible que den dinero por esto?», se preguntaba. Su mujer, con formación en arte hace de cicerone; ha venido en dos ocasiones y volverá a traer a un grupo de amigas antes de que Ortega diga adiós a la capital cántabra.
Levantando medio palmo del suelo, una quincena de alumnos del colegio Bajo Pas atienden expectantes, y explican con la seriedad de quien cumple una misión: «¡Hay que hacer esto!», mientras cruzan formales las manos a la espalda para resistir la tentación de tocar los elementos suspendidos. «¿Y esa lava quema?», preguntan al escuchar la palabra volcán. Alba, Mía o Luca hablan a la vez y con su aguda voz de cinco años detallan que la obra que más les ha gustado es «la del coche», «la de la serpiente que hacía las letras» o la de «las moneditas rojas». Lejos de la indiferencia de otros formatos que no les interpelan, Ortega ha sido una experiencia divertida.
Compartiendo espacio, Luis Manuel Cabanzón ha escuchado cómo los niños atendían a la explicación sobre el Volkswagen. «No sabía que en México era el coche más utilizado», comenta. Él ha venido con su mujer, Cristina Labat, por recomendación de unos amigos. «No esperaba encontrarme esto; es muy curioso». Colgar en suspensión todos los instrumentos «tiene un mérito bárbaro», afirma, mientras se acerca a las herramientas y señala con el dedo los precisos puntos de anclaje que abrazan los hilos metálicos. Pero lo que más le ha llamado la atención es «la creatividad, la ocurrencia, el pensar en hacer esto».
El abrigo rojo de Ana Secadaz es un zarpazo de color que rompe la uniformidad cromática mientras camina por las salas, teléfono en mano, junto a Virgina Ubalde profesora de Volumen en los Centros Cívicos de Santander. Tenían pendiente la visita desde hacía semanas. Tienen la tarjeta del centro, pero hasta ahora «no ha habido ninguna exposición» que les hubiera llamado tanto la atención. ¿El resultado? «A mí este chico me ha gustado mucho». Especialmente «la utilización de los materiales, la 'extrusión' de los elementos», y consideran un punto muy agradable «poder introducirte dentro de las esculturas móviles». No eligen; «Todas tienen su puntito».
En la entrada, mientras los niños se encaminan hacia la terraza del edificio para ver Santander desde lo alto, cinco adultos se preparan sin prisa para la visita. Uno de ellos es Álvaro Trugeda, escultor cántabro que ejercerá de guía, también para dos turistas llegados de Oviedo que se suman al tour no oficial. «El trabajo de Ortega resulta vistoso, original y sus obras son puro placer estético». «Me han dicho que se parece a la de Yayoi Kusama en Bilbao», comenta una de ellas. «Te va a gustar más», sentencia otra. Visto lo visto, cruzadas las puertas una vez, puede que no sea la última.
Damián Ortega ha sido en varias ocasiones guía de excepción de sus propias creaciones, explicando a los visitantes los detalles de viva voz. El Centro Botín ha armado para estas tres semanas finales de su muestra, una programación especial para la que las entradas ya están a la venta.
El plan incluye un 'Desfile de máscaras' inspirado en los trabajos resultantes del Taller de Arte que el artista mexicano dirigió el pasado mes de noviembre, y un encuentro con Eduardo Sáenz de Cabezón, presentador del programa de televisión Órbita Laika. Habrá un espectáculo de danza 'Mensaje al mar' y se podrán conocer las vivencias de quienes han convivido día a día con las obras y sus visitantes; el personal de sala.
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