La visita de Sagasta a Santander, intrigas y romanticismo en la novela 'La Fuente del Francés'

La historia transcurre en 1891. Cánovas del Castillo acaba de ganar las elecciones y en 1896, un anarquista lo asesina de un tiro, precisamente, en un balneario. Otro más, en una suerte de escenario que prolifera como lugar para el crimen. «En un balneario, que es sinónimo de salud, es donde más asesinatos se cometen. Por qué, no lo sé», bromea Bargues recordando a clásicos como Agatha Christie.

La autora, licenciada en Historia Moderna y Contemporánea, hace gala de sus conocimientos y del trabajo documental, mezclando con acierto elementos propios del momento que ha elegido para narrar un complot político que llevará a conclusiones insospechadas, según el protagonista, Charles Webster, diplomático norteamericano, va hurgando en las vidas de los huéspedes del balneario. «Estamos a las puertas de la última guerra en Cuba, que comenzó porque no se cumplieron los acuerdos y expectativas que los peninsulares prometieron a los cubanos».

La visita de cuatro días de Sagasta a Santander que aparece en el libro, fue real. «Es totalmente histórica y está documentada a través de la prensa nacional», destaca Bargues. El periódico El Atlántico refleja «hasta los vestidos que llevaron las señoras en la recepción que se le hizo», detalla. Además, ha creado protagonistas norteamericanos de manera intencionada. «Pensé que Norteamérica interviene en Cuba y es por lo que perdimos al final la isla», explica la escritora.

Todas las novelas de Bargues, tienen pilares sólidos «y un desenlace romántico», si bien unas tienden más al costumbrismo, otras a la aventura... «La trama puede variar, pero el fondo histórico se mantiene en todas».

De sus protagonistas le interesa, sobre todo, sus valores morales, su forma de ver el mundo. «Es mucho más importante que sus características físicas, aunque se las tienes que dar al lector para que identifique a los personajes».

Totalmente autodidacta, Bargues procede del Bachiller antiguo «con mucho latín y mucho griego», y empezó a escribir con 52 años. «Cuando comencé, no sabía de lo que era capaz». Cuenta con un grupo de lectores cero, los primeros en leer los borradores de sus libros y ofrecer puntos de vista. También se ha apoyado en los correctores de las editoriales «un montón, con los oídos abiertos y tomando notas».