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Un retrato familiar generado desde distintas ópticas, un poderoso ejercicio de psicología y, sobre todo, un fresco que mira al pasado y rinde homenaje a la generación que levantó la España de la Transición, a modo de crítica de una sociedad en la que la ... apariencia prima sobre la esencia, y que se asienta sobre muchos de los valores legados por esa generación fundamental, muchos de los cuales son sistemáticamente olvidados o ignorados. El periodista y escritor Pedro Simón (Madrid, 1971), ganador de los premios Ortega y Gasset, ha conjugado todos esos elementos en 'Los ingratos', su último título, por el que ha sido distinguido con el Premio Primavera de Novela 2021, que presentará mañana a las 12.30 horas en la Feria del Libro de Santander.
-¿De dónde surge 'Los ingratos' y qué narra en este título?
-El libro cuenta la historia de una maestra rural en la España de los años 70, que viaja con sus hijos allí donde es destinada. Es una familia que esta 'condenada' a acabar en la ciudad, como tantas de aquella época. En esa familia rural en la que la madre y maestra no llega a todo aparece la figura de una vieja cuidadora, que es semianalfabeta y vive sola. El niño la enseñará a leer y a escribir, que parece lo más importante, pero en realidad será ella quien le enseñe lo fundamental, que es lo que tiene que ver con los afectos, a través de unos valores, de una dignidad y de una forma de estar en el mundo que son mucho más importantes. La idea del libro se me ocurrió viendo la película 'Roma', de Alfonso Cuarón, que es la historia de una cuidadora indígena.
-¿Quiénes son esos ingratos a los que alude?
-Me di cuenta de que en España había habido muchas mujeres así, con las que habíamos sido muy ingratos. Aunque en el libro se referencia a una cuidadora, en realidad aludo a una ingratitud que es generacional, que podemos tenerla con una abuela, con una vecina, con una tía o con una madre. Quiero retratar esa sensación que provoca el llegar tarde a los afectos. Quería hacer, más que una crítica, una foto de esa situación, una imagen no exenta de crudeza pero tampoco de ternura.
-¿Cuánto hay de recuerdo y de poso emocional en este libro?
-De alguna manera habla de todos aquellos niños que viajábamos en la parte de atrás de Simca 1200 sin cinturón de seguridad. Nuestros padres siempre estaban en un viaje de ida y nosotros, un poco absurdamente, parece que estamos un poco de vuelta. Es una mirada por el retrovisor a toda aquella gente que hizo posible que hoy estemos aquí y que tengamos un confort. Fue gente que nos enseñó a decir muchas palabras, entre ellas 'por favor', 'perdón' y 'gracias'. No sé si esta última se la hemos dicho lo suficiente a toda esa generación.
-¿Por qué pone usted el foco en esa 'deuda' moral?
-Las cosas que nos dan calambres, que nos son propias, que nos remueven, son aquellas que hablan de todos. En ese sentido 'Los ingratos' habla del amor, de la soledad, del miedo, de la esperanza... También es un libro que habla de aquellas mujeres que tenían las manos muy duras, cuyas manos olían a lejía, que en muchos casos no habían podido estudiar pero que tenían una inteligencia muy viva, que eran muy generosas en los afectos y en los esfuerzos. Eran mujeres que lo mismo desollaban un conejo que te peinaban y te echaban colonia de niño, que te rezaban por las noches, te cosían los pantalones y si hacía falta también te deban un buen bofetón.
-La construcción de los personajes es uno de los aspectos más cuidados de la novela...
-Es algo que responde a que concibo los libros de una forma un tanto audiovisual. Me gusta plantear escenas muy poderosas y luego las voy ensamblando. Por eso a veces empiezo por la última escena y luego voy armando el resto, depende de cada caso. Para escribir este libro me cogí una excedencia y me fui a unos pueblos a escribir porque tiendo a encontrar el equilibrio en el medio rural. Para mí lo importante era desnudarse escribiendo.
-¿Por qué razón?
-Porque vivimos siempre escondidos tras una especie de coraza, porque si mostramos debilidades o sentimientos parece que somos persona débiles. Por eso creí que era importante mostrar esos sentimientos y debilidades durante el proceso de escritura, porque al final es eso lo que te conecta con los otros. Lo que parece imposible contar en la vida real en la ficción es mucho más fácil de decir, porque nos permite quitarnos esa careta y la coraza.
-El choque entre el mundo rural y el urbano también está presente en su libro. ¿Cuánto tiene de crónica social?
-Mucha gente en aquella época pareció arrastrada a las ciudades, pero al poco tiempo se descubrió que aquello era una engañifa, porque en la ciudad todas las casas eran iguales, porque no había un campo como el del pueblo, los horarios estaban más limitados y porque había peligros distintos y en general mucho más lesivos, como las jeringuillas en los parques en los años 80. Creo que hicimos un mal negocio marchándonos del pueblo y que hemos sido desagradecidos con esa realidad.
-De alguna forma en su libro retrata algunos de los cambios sociales más destacados de aquella época.
-En 'Los ingratos' hay muchos viajes. Está el que iba del desarrollismo al desarrollo, pero también el que transcurre entre el medio rural y el urbano. Esos viajes fueron posibles gracias a las mujeres como Emérita, de la que hablo en el libro. Fueron mujeres que se 'inmolaron' para que las demás mujeres pudieran hacer ese viaje soñado que las llevó a llevar pantalones, a poder estudiar y a ser dueñas de sí mismas.
-Con 'Los ingratos', entonces, ha saldado una deuda histórica...
-Sí, porque todos venidos de alguna de forma esa arcilla. Siempre digo que todos somos o gente de pueblo, o hijos, o hijos de hijos de gente de pueblo. El 90% de la gente de este país viene de allí.
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