Tras la exitosa 'Mujeres que compran flores' y 'El sueño de la crisálida', Vanessa Montfort (Barcelona, 1975) retoma el personaje de su exitosa obra de teatro 'Firmado Lejárraga' en una novela sobre la historia real de una mujer fascinante que escribió en la sombra algunas ... de las obras más importantes del siglo XX, pero que fueron firmadas por su marido Gregorio Martínez Sierra. Entre ellas, los libretos de 'El sombrero de tres picos' o 'El amor brujo', y dramas teatrales como 'Canción de cuna'. En 'La mujer sin nombre', que es como se titula, esta escritora también dramaturga, además de desvelar nuevos datos de la protagonista, vertebra una historia de amor y desamor, de contradicciones humanas, de misterio y un manual de supervivencia para tiempos difíciles. Una odisea por la Europa y la América del siglo XX contemplada por una antiheroína
-Vaya perla de personaje el que nos presenta en 'La mujer sin nombre'. ¿Cómo llegó a ella?
-Pues casi por casualidad y de una manera casi sincrónica. Un año antes de que el Centro Dramático Nacional me propusiera hacer una obra sobre ella, escuché hablar sobre María Lejárraga durante una cena con Rosa Montero y otra amiga que venía de París. Reconozco que había oído campanas , pero cuando me puse a investigar sobre su figura encontré que iba más allá.
-¿Qué encontró?
-Empiezo a trabajar sobre su figura en 2018 cuando me encargan la obra de teatro. En ese momento estoy viviendo en Nueva York y aprovecho para recorrer algunos de los lugares donde ella estuvo y hablo con las dos principales investigadoras que aparecen en esta novela como personajes: Patricia O'connor y Elda Blanco. Contacté con sus sobrinos nietos que me permitieron bucear en su correspondencia, entre las que me encontré cartas con Juan Ramón Jiménez y Manuel de Falla.
-Con ese material ya tenía para la obra de teatro. Pero siguió investigando.
-Cuando vuelvo a España contacto con el resto de personas que han tenido que ver son su persona y sí, estreno la obra de teatro en la que mi objetivo era entender al personaje y hasta donde pudo llegar en la autoría. Era una forma de presentársela al público y la verdad es que se organizó un gran revuelo. Eso me dio una idea para hacer una novela en la que aparece por primera vez como autora total de las 90 obras que firmó su marido Gregorio Martínez Sierra.
«Además de escribir y dar clases se implicó en el voto y en la educación de las mujeres»
-¿Cómo fue la obra de teatro?
-Fue finalista al Max a la mejor autoría, así que imagínate. Fue un proceso muy interesante para los actores tal y como cuenta Eduardo Noriega que era la primera vez que hacia teatro. Interpretó a Gregorio Martínez Sierra y desde el principio se enamoró de la historia. Cristina Gallego representó a María y las entradas se vendieron volando.
-¿Qué María nos muestra en la novela?
-La novela es básicamente una historia de amor, de desamor de contradicciones humanas. Un viaje por todo el siglo XX porque vivió cien años. También aparece su faceta feminista y política. Y ya en la segunda parte, una vez separada, me centro en ese momento en el que se rodea de mujeres maravillosas como Clara Campoamor, Elena Fortún o María de Maeztu en el Lyceum Club, del que es fundadora y se implica como sufragista en el voto femenino y en la educación con las mujeres.
-La mayoría de esas mujeres rescatadas del olvido se debe a investigaciones que han hecho otras mujeres. ¿No le parece curioso?
-La mayoría sí, aunque sería injusto decir que no hay hombres implicados en esas investigaciones. Por ejemplo, Eduardo Pérez Rasilla es el 'culpable', aunque él lo niega, de que cayera en mis manos María Lejárraga. Es un gran investigador y profesor de la Universidad Carlos III experto en teatro y uno de los primeros que editó el 'teatro escogido' de esta mujer. Estamos en un momento de revisión de la memoria histórica femenina. De rescate, igual que el de la guerra civil y que afecta a todo el mundo. Y las principales investigadoras somos mujeres.
«Por desgracia sigue habiendo muchos negros literarios y al más alto nivel»
-¿Cómo se planteó narrar la vida de esta escritora?
-Yo quería que la novela tuviera la estructura de un thriller de época porque esa correspondencia te lleva a personas tan dispares como Walt Disney o Juan Ramón Jiménez. Tampoco se ha sabido hasta ahora donde estaba enterrada. Siempre se pensó que en un cementerio de Buenos Aires y resulta que no, que al final fue incinerada. Esta mujer es una sorpresa constante.
-¿María dejó que su marido firmase sus obras como prueba de amor o por qué era la única forma que tenía de verlas representadas en un teatro?
-Era algo muy común en las mujeres de esa época para poder ejercer su vocación y tener éxito en su profesión, que en este caso era llevar las obras a un teatro nacional o de Broadway. Si ella no hubiera escrito con el nombre de un hombre, jamás se hubiesen estrenado sus textos, a diferencia de las novelistas del siglo XIX como pueden ser Emilia Pardo Bazán o las hermanas Brontë. También tenía mucho que ver la posición social. María era burguesa, pero tenía que trabajar para vivir. De hecho tanto ella como su marido vivían de su contrato de maestra. Un contrato que por cierto podía quedar rescindido por ponerse polvos de cara, por subirse en un coche con alguien que no fuese su marido o su padre o firmar obras públicamente. Entonces ser mujer escritora se consideraba una profesión poco decente.
-¿Por qué tardó tanto en hacerse público que las obras eran suyas?
-Ella no quería destruir a Gregorio. No fue hasta después de muerto cuando se declaró coautora, ni siquiera autora. Ella era incapaz de destruir a nadie. Además habría destruido su dignidad como escritora también porque al final un negro literario no está bien visto. Tampoco la habrían creído como de hecho no la creyeron. Aunque al final era un secreto a voces y los periodistas ponían a Gregorio en más de un brete con este tema. Pero para mí lo más lamentable y sorprendente es que hasta hoy este nombre haya permanecido borrado.
-¿Hay muchas Marías Lejárragas en el mundo editorial de nuestros días?
-Claro que las hay. Pero no solo en el mundo editorial, también entre los guionistas, en el cine y en el teatro aunque ahora además de mujeres también hay hombres que escriben lo que firman otros. Los negros literarios, desgraciadamente en una sociedad como la que vivimos que está tan basada en la imagen, abundan mucho y a un alto nivel.
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