Vivir es andar siempre al borde de un precipicio. La vida es frágil e incierta
Cuaderno de excepción, día 39 ·
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Cuaderno de excepción, día 39 ·
Está hoy el día plomizo. Las nubes, bien agrupadas las unas contra las otras, han formado un techo gris en el que no hallo resquicios. Es poca la luz que llega hasta la casa, que anda sombría. Ni un claro se ha dejado ver a lo largo de la mañana. Frío no hace y el aire que corre no molesta. Se está bien pero echo en falta el sol de la primavera cayendo sobre las cosas del mundo, la alegría escribiéndose sobre esa claridad, las sombras desplazándose muy despacio mientras la tierra gira a una velocidad que no entiendo.
La previsión del tiempo indicaba una semana soleada, o eso me pareció entender. Estas nubes no tocaban hoy, pero han venido. Recuerdo mientras escribo una predicción meteorológica que leí hace unos años y que me impactó profundamente, tanto que la anoté en un cuaderno: «Mañana se esperan cielos cubiertos o despejados». No sé si fue un despiste del meteorólogo o un ejercicio deliberado de sabiduría. Esa predicción es la vida. Mañana se esperan cielos cubiertos o despejados. Existir consiste en mirar al mañana y saber eso. Creo que vivir es andar siempre al borde un precipicio. La vida es frágil e incierta en cada uno de sus segundos. Basta un golpe, una enfermedad, un accidente. Si lo esquivamos todo, bastará el tiempo erosionando lo que quede de nosotros. Son muchos los peligros y grande e incontestable ese final que nos espera. Sin embargo, la vida es persistente y las ganas de estar en ella también. Tengo confianza en la vida, pese a sus asperezas, y siento gratitud por estar aquí, asomado a este cielo que hoy me parece llevar a un estado de ánimo más apesadumbrado. Cómo me encuentro no es culpa de este cielo y yo lo sé. Otros días han sido oscuros, ha llovido sin tregua y yo he estado contento. La intemperie está fuera, es evidente, pero también dentro. Lo mismo que la luz que enciende todo.
39 días confinados ya. Leo en el periódico que en unos días los niños podrán volver a salir a las calles, estaban siniestras no por estar vacías sino por estar sin ellos. Los parques infantiles acordonados han sido una de las imágenes más tristes por todo el simbolismo que encierran. Creo que cuando los niños comiencen a pasear comenzaremos a recuperar parte del júbilo que hemos ido perdiendo durante estas semanas de aislamiento. Pienso que cuando los veamos desde nuestras ventanas empezaremos a pensar que mañana, a lo mejor, toca despejado. Los niños, que son la pureza y la inocencia, que no conocen la muerte ni la esperan, confían en la vida más que cualquier adulto. Por eso son el futuro.
Lea la serie completa pinchando aquí.
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