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Will Smith, Picasso, Hitchcock, Polanski... ¿Hay que juzgar al autor o a su obra?

Will Smith, Picasso, Hitchcock, Polanski... ¿Hay que juzgar al autor o a su obra?

Unos identifican el trabajo del artista con su carácter, vida e ideología y otros creen que autor y obra son cosas diferentes. Las consecuencias del bofetón de Will Smith al presentador de los Oscar reabre el debate

LUISA IDOATE

Sábado, 9 de abril 2022, 13:23

Aunque la Academia de Hollywood no ha decidido aún la sanción a Will Smith por golpear al presentador de la gala de los Oscar, el público ya lo ha hecho. Unos quieren quitarle la estatuilla a mejor actor que recogió tras el bofetón; otros proponen penalizar a la persona y no su trabajo. La confusión del personaje con su obra está siempre en la palestra. La sustentan quienes funden autor y trabajo en un todo que aceptan o rechazan en bloque; y quienes mantienen tal fusión hasta que muere el protagonista y con ello su repercusión social. Estos argumentos son inadmisibles para quienes rechazan cualquier identificación entre el autor y la obra. En la creación y en la vida hay de todo, dicen. Capitalistas, comunistas, revisionistas, inmovilistas, nihilistas. Gente estable, imprevisible, pacífica, violenta. Bebedores, vividores, místicos, iluminados. Renegados, oportunistas, chaqueteros. Asesinos, violadores. Egocéntricos, perfeccionistas, obsesos, inseguros, celosos, miedosos. De izquierdas, de derechas, religiosos, ateos… Y puede gustarnos la obra y no el autor, ambos o ninguno de los dos.

Caravaggio mató a un hombre.
Imagen - Caravaggio mató a un hombre.

Es un dilema inacabable. Todo depende de quién, dónde, cuándo, cómo y por qué lo afronte. Lo que ayer se ocultaba hoy se condena, y viceversa. En el Hollywood dorado muchas actrices sufrieron acoso de grandes cineastas. Se sabía, permitía e ignoraba. Según escribe Gerald Clarke, el productor Louis B. Mayer elogiaba la voz de Judy Garland en 'El mago de Oz' y, para «comprobar» que cantaba «desde el corazón», le colocaba la mano en el pecho izquierdo. El agobio de las rubias actrices dirigidas por Alfred Hitchtcock era de sobra conocido: Tippi Hedren, Kim Novak, Grace Kelly… A ninguno de los dos se le penalizó personal ni profesionalmente por ello. Ocurrió lo mismo con el director Roman Polanski, acusado en 1977 en EE UU de «violación con el uso de drogas, perversión, sodomía, suministrar a una menor una sustancia controlada y acto lascivo con una niña menor de 14 años». Le retiran esos cargos a cambio del de «estupro». Acepta y huye a Europa donde sigue trabajando y ha recibido un aluvión de galardones, aunque ha sido acusado de otras tres violaciones. Pero en el cine manda la taquilla. Por eso se potenció la masculinidad de Rock Hudson y se camufló su homosexualidad en una sociedad puritana que la condenaba. Y se vendió la pareja artística de Spencer Tracy y Katherine Hepburn, ocultando su romance clandestino porque el catolicismo de él no admitía divorciarse de Louise Ten Broeck; y ella, liberal y feminista, aceptó ser 'la otra' y aguantó que alguna vez, borracho, le cruzara la cara.

Perfiles explosivos

Camorrista, violento, amante de los excesos. En 1592 Michelangelo Merisi da Caravaggio es un habitual de los barrios bajos de Roma, donde triunfa como pintor religioso por encargo. Es bisexual y famoso por sus 'limpiapinceles', jóvenes aprendices a quienes desvela el arte y el amor. Es hábil en pintura y en peleas. En 1606 mata al aristócrata Ranuccio Tomassoni al intentar castrarle. No atina y le secciona una arteria. El papa Pablo V lo condena a muerte. Huye y se convierte en fugitivo. Su pintura cuelga hoy en los museos. ¿Su pendenciera existencia la merma o hace más atractiva?

Los cuadros de Caravaggio, que mató a un hombre y huyó, cuelgan en muchos museos del mundo

Para el fotógrafo Brassaï, Pablo Picasso es una serpiente que muda de piel y de vida continuamente. Sus amantes, novias, colegas y esposas se superponen, suceden, sustituyen y atropellan al compás de sus etapas pictóricas. Fagocita amantes y arte al mismo tiempo. Arrasa allá donde va. Encierra a Fernande Olivier en el estudio parisino de Bateau-Lavoir, le esconde los zapatos para que no salga. Cuando el amor se tuerce, descompone, descuartiza y distorsiona a la amada de turno en el lienzo. La fotógrafa surrealista Dora Maar dice que cambia de mujer, estilo, casa, musa, tertulia y perro a la vez. Cuando la deja, ella ingresa en un manicomio. Marie Thérèse Walter, madre de su hija Maya, se ahorca tras la muerte del pintor. Su última esposa, Jacqueline Roque, se pega un tiro porque su vida sin él no tiene sentido. Su nieto Pablo se suicida con lejía por no poder ir al entierro del abuelo. ¿Los cuadros de Picasso valen menos por ello? ¿Hay que aplaudir su vida para admirar el 'Guernica'?

Aunque parezca broma, Picasso abroncaba a Amadeo Modigliani por su vida disoluta y licenciosa. El italiano era un guaperas de Montparnasse que malvivía entre borracheras, resacas, drogas y tuberculosis. En público era seductor y en privado, maltratador. Lo sufrió su compañera Jeanne Hébuterne: miseria, ataques de ira, vómitos, celos, delirios… Y el rencor de saberse genial y no vender un cuadro. ¿Quien admira sus mujeres de cara ovalada y cuello cisne es cómplice de todo eso? ¿Lo ignora, lo oculta, lo niega? ¿Condenamos al agresor y aplaudimos al artista? ¿Aceptamos el paquete completo, porque al estar muerto no ejemplifica? Modigliani es condenable y su obra inimitable, sostienen muchos. Ambas cosas pueden y deben juzgarse de modo independiente y evitar que se contaminen y devalúen mutuamente.

La turbulenta existencia de Frida Kahlo la convierte en un rentable icono comercial y, para algunos, abarata su trayectoria. El accidente de tráfico que la aboca a un rosario de operaciones, rehabilitaciones, ortopedias y reposos; el culebrón con Diego Rivera, con dos matrimonios, broncas y amantes, donde ambos reciben y golpean. Lo refleja todo en sus cuadros. ¿Hay que valorar su pintura por eso o sin ello? En 'Frida Kahlo. Más allá del mito' (2018), Diego Sileo propone desvincularla del trasiego amoroso y médico. Analizarla sin clichés ni ideologías. Separar a la mujer de la artista y evitar que su vida folletinesca merme su importancia como pintora.

1. Will Smith con su Oscar, minutos después de la bofetada. 2. Hitchcock con Grace Kelly. 3. Leni Riefensthal.

La impostura y los coqueteos políticos de Salvador Dalí generan filias y fobias y a veces eclipsan su obra. Cuando pinta 'El enigma de Hitler' (1939), André Breton lo expulsa del circulo surrealista y le apoda 'Avida Dollars'. Le acusan de tener una sola ideología: el dinero. Sabía venderse en cualquier ambiente, era su mejor publicista. Mantuvo una fluida relación con Franco, a quien sirvió de coartada vanguardista. Con su talante histriónico, estrafalario y excéntrico y el olfato de su esposa Gala, se transforma en una millonaria factoría creativa. Diseña vestidos, botellas de coñac, etiquetas, joyas, muebles, escaparates, revistas, decorados de cine y teatro, libros… ¿Es peor pintor por eso? ¿Se puede aplaudir al genio y no al hombre?

Alabanzas por encargo

Gobiernos, ideologías, religiones y sistemas políticos han usado y usan el arte como propaganda. Con mayor, menor o ninguna sutileza. Sea el autor militante, simpatizante o solo trabaje por encargo, la obra magnifica al pagador y a su causa, y minimiza y descalifica a sus enemigos y adversarios. Los pintores renacentistas glorifican como nadie a sus mecenas. Las Cabalgatas de Reyes son un filón para ello. La de Benozzo Gozzoli despliega el poderío de los Médici, convertidos en los Magos: Cosme 'el Viejo', su hijo Pedro 'el Gotoso', sus nietos Giuliano y Lorenzo… Al mismo clan inmortaliza la 'Adoración de los Magos' de Sandro Botticelli, donde él se autorretrata reivindicando la autoría y el apoyo al apellido. ¿Alguien descalifica estas pinturas por eso?

Leni Riefenstahl, acusada de hacer propaganda del nazismo, dijo que habría filmado al Partido Comunista si se lo hubiesen pedido

A la realizadora Leni Riefenstahl se la juzgó y se la juzga por trabajar para Hitler. Al ver su película 'Luz azul' (1932), premiada en la Mostra de Venecia, la ficha. En 'La victoria de la fe' y 'El triunfo de la voluntad', filma los congresos del Partido Nazi de 1933 y 1934; y las Olimpiadas de Berlín de 1936 en 'La fiesta de los pueblos' y 'La fiesta de la belleza'. Dispone de ilimitados recursos técnicos y económicos, mientras otros colegas afrontan la penuria y el exilio, como Fritz Lang y Robert Wiene. Tras la guerra, la detienen. Le embargan la casa, el dinero, las películas. La someten a electrochoque para 'desnazificarla' y a cuatro juicios que la absuelven de pertenencia al Partido Nazi, aunque nunca se quita esa etiqueta. Ella sostuvo que se dedicó a su profesión de artista y hubiera filmado los entresijos del Partido Comunista si se lo hubieran pedido.

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