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El 26 de enero de 1936, en el teatro Bolshói de Moscú, se representaba por enésima vez la ópera de Dmitri Shostakóvich 'Lady Macbeth'. No era una función cualquiera. Esa noche, oculto tras las cortinas de uno de los palcos, Stalin, vigilaba. Esa representación cambió ... para siempre la forma de hacer música del compositor porque antes de que finalizara, el secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética y los tres ministros que lo acompañaban abandonaron la sala. Tres días después el diario Pravda –órgano oficial de Partido Comunista de la Unión Soviética–publicaba un editorial con una serie de normas que deberían de seguir todos los creadores. Este hecho, marca el nuevo libro del escritor y director orquesta Xavier Güell 'Shostakóvich contra Stalin' y que presentó en el Ateneo en un nuevo acto organizado por el Aula de Cultura de El Diario Montañés.
Durante el acto, un diálogo entre Güell y Manuel Ángel Castañeda, presidente del Ateneo, el autor habló de música, de compositores, de sus preocupaciones y, sobre todo, de un momento de la creación que el autor admira profundamente. «Creo en el siglo XX y en la capacidad de los seres humanos a enfrentarse a situaciones limites. En esa centuria la humanidad visitó el infierno como pocas veces había visto antes, sin embargo, ese momento tan dramático ha sido el más productivo desde el punto de vista de la creación», explicó al inicio de su intervención Xavier Güell.
El libro, editado por Galaxia Gutenberg, una novela en realidad, forma parte de una tetralogía dedicada a otros cuatro grandes compositores que lucharon por su vida y por su música cuando los totalitarismos y la guerra asolaron Europa. En el primer volumen contó el exilio voluntario de Béla Bartók a Estados Unidos para dejar constancia de su radical oposición a las dictaduras de Horthy, Hitler y Mussolini. El segundo estuvo dedicado a a Richard Strauss, una figura controvertida por su deseo de permanecer en Alemania nazi hasta la derrota en la II Guerra Mundial y aceptar la presidencia de la Cámara de Música del Reich. Y el tercero, el que le trajo este miércoles a Santander, recoge la profunda angustia y lucha titánica entre Shostakóvich y Stalin, entre la libertad creativa y el poder totalitario. Todos estas novelas, tal y como señaló, vienen a mostrar que «los seres humanos somos una absoluta contradicción. Me interesaba coger cuatro compositores distintos y explicar su historia y, sobre todo, como fueron capaces de llevar la creación a extremos admirables».
Y este autor, que también confesó que el primer concierto de su vida lo vio en la Plaza Porticada de Santander, quiso dejar claro que sus libros, van más allá de lo musical. «No sé si la música o las artes pueden combatir el mal porque realmente lo que me ha interesado ha sido exponer la contradicción del ser humano. De la misma forma que creo que a nivel individual el arte nos hace entendernos mejor, en alguna medida la música también ha potenciado el mal» y como ejemplo recordó que en los campos de concentración nazi la música no dejaba de sonar y que el mismo Hitler era un gran melómano, pero lo que sí tiene claro y así lo reiteró es que los seres humanos son contradictorios y que el arte debe reflejar esas contradicciones «y si no puede hacerlo se quedaría sin esencia».
Una cuestión muy importante que refleja en esta novela es que tras ese decreto en el que Stalin obligaba a los creadores a «olvidarse en sus obras de modernidades occidentales y ensalzar los principios socialistas» Shostakóvich compuso la Quinta Sinfonía, la más interpretada del mundo incluso 75 años después de su muerte «posiblemente una obra que jamás hubiera escrito sin esa presión».
Sin embargo, lamenta que ni la música ni la literatura del siglo XXI han alcanzado la calidad de la que se hizo en la anterior centuria. «Veo la literatura de hoy, sobre todo la novela, sin riesgo ninguno y también creo que debe estar más próxima a la música, ese es mi reto».
Aún le queda a Xavier Güell por publicar un libro de esta serie, tal y como anunció, que dedicará a Arnold Schoenberg.
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