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Una eternidad de horas en autobús desde Valencia, donde había competido con el Piélagos en División de Honor (corrió los 1.500 y los 3.000) y la decepción de no estar en el equipo español para el próximo Campeonato de Europa (ni, con él, ... para los Juegos) no impidieron que Irene Pelayo se presentara esta mañana en el Paseo Pereda para ganar la Media Maratón de Santander.
Lo ha hecho en un gran fin de semana para Bruno Villanzón, que se impuso en la carrera masculina para hacer doblete, tras ganar el sábado la Milla. «Si hace falta correré también los Cinco Kilómetros -previstos para el mediodía», debía tras cruzar la línea de meta. Al fin y al cabo, inscrito estaba. «Pero solo si es imprescindible, que ya se nota el esfuerzo», bromeaba«.
Una Pelayo «feliz» por correr en Santander y que abordará ahora el calendario cántabro estival encontraba fuerzas «no se sabe de dónde, pero se encuentran» para ganar con una enorme autoridad sobre un circuito en teoría cómodo y rápido por el centro de Santander, pero que la llovizna deslució y el viento perjudicó, impidiendo que se vieran mejores marcas en línea de meta.
Faltó Pepín Fuentes-Pila, que finalmente no estuvo en la línea de salida, pero sí estuvo Fabián Roncero, que ya alejado de la alta competición es un habitual del circuito cántrabro.
Ya en los primeros kilómetros el palentino David García Catalina dejó claro que no había viajado para nada e impuso su ritmo para ir rompiendo el pelotón. Le secundo Bruno Villanzón para formar una pareja de cabeza que progresivamente fue ganando metros para llegar al quinto kilómetro ya con alrededor de un minuto de ventaja sobre el grupo perseguidor, en el que Irene Pelayo marcaba la tónica de la cabeza de carrera femenina con un puñado de unidades intercaladas.
La situación se consolidó a los diez kilómetros, dejando claro que salvo sorpresa o hundimiento Catalina y Villanzón se iban a jugar la victoria. El que tiraba era el palentino, con mejor marca y gran favorito, pero el cántabro sabía aprovechar su estela y utilizarle casi como liebre, buscando sus opciones en la recta final, si conseguía aguantarle el ritmo. No era una carrera de marcas y lo sabía.
Por detrás se iban descolgando unidades del grupo de Pelayo hasta dejar a la pasiega como cabeza de su carrera, con una distancia que se iba a convertir en brecha conforme pasaban los minutos y comenzaban a acusarse los kilómetros recorridos.
Finalmente hubo doblete local, algo no demasiado sorprendente en un pelotón netamente local, pero en el que Catalina estaba dispuesto a dar la nota discordante. Sin embargo, Bruno Villanzón jugó bien sus cartas: «Me he aprovechado de su esfuerzo y he tirado al final», reconocía en la zona de meta mientras alababa a su compañero. Había cruzado la línea con un gesto claro: dos dedos levantados señalando su doblete. Un buen saldo para el cántabro.
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