Una medalla con solera

Todo empezó en agosto de 2012. Aquel día, en la final de salto de altura, Ruth Beitia saltó dos metros exactos, dos centímetros por debajo de su mejor marca personal. Buena marca y buen concurso. Había superado los nervios que a veces la atenazaban en las grandes competiciones. Pero todo se dio mal. Las medallas estuvieron muy caras. La rusa Anna Chicherova, la gran dominadora de la especialidad, sobrepasó el listó a 205 centímetros de altura para proclamarse campeona olímpica. Dos menos saltaron la estadounidense Brigetta Barrett y otra rusa, Svetlana Shkolina. Los dos metros de la cántabra la dejaron en la cuarta plaza. Todo un diploma olímpico, pero fuera del cajón.

A los 33 años acababa de proclamarse campeona de Europa, sentía que esa era su última gran oportunidad y la había perdido. Tocada, regresó a Santander decidida a retirarse. A dedicarse a otras cosas, como ya había empezado a hacer: impartir clases, los estudios, el trabajo como parlamentaria y hacer deporte solo por el placer de hacerlo, incluso el de aventura. Empezar una nueva vida con la que superar la cuenta pendiente que le había dejado el atletismo.

Pero a los pocos meses se replanteó su decisión. Tuvo mucho que ver su entrenador, Ramón Torralbo, que nunca creyó en esa retirada o, por acotarlo más, prácticamente desde su regreso a España tramaba ya el modo de que su alumna aventajada no abandonara. Estaba convencido que le quedaban muchos listones por superar. Y vaya si acertaba.

La propia Beitia le dedico la medalla: «Ramón me cogió con once años para hacerme cumplir mis sueños. Han sido sueños compartidos al 50 por ciento y son fruto de 27 años de trabajo, de un camino en el que nos hemos caído muchas veces, pero hemos sabido reinventarnos y seguir motivados para competir con la misma sonrisa de siempre». Allí estuvo su eterno entrenador para celebrar el momento, como acompañaron a la campeona parte de su familia y la alcaldesa de Santander, Gema Igual.

En 2013, superada ya la gran decepción de Londres, la cántabra comenzó a recuperar la confianza. Ese mismo año lograba el bronce en el Mundial al aire libre de Rusia. Su única presea planetaria sin un techo encima. Pero aquel campeonato también tuvo lío. Lo ganó Shkolina, y su posterior sanción también afectó a ese Mundial, así que en 2021 Beitia pasó a ser plata. Aquello no era una medalla olímpica, pero el atletismo comenzaba a devolverse lo que, por karma, le debía. Ese mismo año se proclamaba en Goteborg campeona de Europa, un título que siempre se le había resistido (tenía ya tres medallas de plata y una de bronce).

Le siguieron otros dos Campeonatos de Europa al aire libre, para sumar tres oros consecutivos, una medalla de plata y otra de bronce en los Mundiales en pista cubierta y el desquite definitivo: el campeonato olímpico de Río de Janeiro en 2016. Antes de retirarse aún tuvo tiempo de sumar una última medalla: la plata en elEuropeo de Belgrado.

Meses después, ya con 38 años, los problemas provocados por una artritis reumatoide la obligaron a dejar el deporte de élite.Esta vez la retirada era de veras, pero con un balance muy diferente. Desde aquel verano maldito, que ya no lo es, había sumado dos campeonatos europeos y otro olímpico, sin contar platas, bronce, dos Diamond Leagues (es la única española que la ha ganado) y otro puñado de nacionales.

Y eso no es todo. Ya antes de retirarse sabía que podía sumar otra medalla a su palmares; esa de Londres que por fin tiene en sus manos. Las sospechas de dopaje que recaían sobre Shkolina, bronce en el Reino Unido, desembocaron en 2019 en su suspensión por cuatro años y descalificación en todas las competiciones precisamente desde aquellos Juegos de Londres.

En noviembre del año pasado, tras las sucesivas alegaciones, el COI oficializaba lo que ya se daba por hecho: que el bronce de 2012 era para la cántabra. Así figura ya desde entonces en toda la documentación y en las estadísticas oficiales. Pero faltaba poder tocar y besar la presea. Al fin lo ha hecho.Lo que el dopaje le afanó en 2012; esa gloria de subir al podio en el propio estadio, no se lo podrán devolver nunca, pero la ceremonia celebrada en el COE redime definitivamente al deporte ante la mejor atleta española de todos los tiempos.

Lo resumían las palabras de Alejandro Blanco durante la sencilla ceremonia de entrega: «Eres una persona con carisma que lo demuestra en cada cosa que hace. Ahora viene una segunda etapa pero tienes que ser la narradora de tu propia historia. España necesita personas como tú. Piensa lo que tienes que detrás y lo que has hecho por el deporte español. Tenemos la obligación de seguirte donde estés. Los campeones pasan un tiempo, se baten los récords, pero las leyendas nunca finalizan». Ruth Beitia terminó este lunes de escribir la suya.