Torrelavega se rinde a su estrella
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La capital del Besaya ha aprovechado sus fiestas para reconocer Mohamed Attaoui tras su quinto puesto en los JuegosEra su gran día. Podría decirse que otros más, porque este año han sido tantos que casi ha perdido la cuenta, pero cuando Moha Attaoui se enfundaba la camiseta roja del Atletismo Torrelavega; ese equipaje de calle que tantas veces lució, algo le recorría el ... estómago. Ha sido subcampeón de Europa y acaba de correr ante decenas de miles de personas en París para llevarse un diploma en los Juegos Olímpicos, sí. Lo del domingo era más íntimo, si es que se puede emplear la expresión en un reconocimiento que conjugado con el desfile de carrozas abarrotó las calles de Torrelavega. Pero era el primer homenaje que le ofrecían su gente y su ciudad; aquellos con quienes creció en el atletismo y le arroparon en un camino con baches, como las pistas cántabras. «Me emocioné un pelín, pero aguanté la lágrima», evoca ya en la calma del Barrio Covadonga, su barrio y todavía su base entre concentración y concentración, que ya son muchas.
No es falsa modestia, sino que asimila la nueva situación con naturalidad. «Al final no solo era un homenaje solo para mí, sino que estaban las carrozas, y entre eso y que iban a venir los niños de la escuela me esperaba mucha gente. Pero es que hubo muchísima. Hasta me puse un poco nervioso...». No tanto como en una final olímpica, claro, pero la sola sensación evidencia lo que vivió quien ya es uno de los mejores ochocentistas del planeta. Máxime para un tipo al que le gusta ejercer de cántabro, aunque con su deje cantarín tampoco lo tendría nada sencillo si tratara de ocultarlo.
En la tarde plomiza se amontonaban recuerdos. Al saludar a Héctor, Raúl y Ana Eva, tres de los grandes culpables de lo que ahora vive. Al ver a su vieja escuela en pleno -«Es que vinieron todos; no faltaba ni uno»-. Al recordar que hace no tantos años era uno de ellos: «De pequeño para nada pensaba que iba a vivir algo así. Sí que me imaginaba llegando a profesional, pero todo esto... Es que me lo dices a principio de temporada y tampoco me lo creo». Y, por supuesto, al recordar a su padre. «Él me apoyaba muchísimo; siempre me decía que iba a ser un campeón y le hubiera encantado estar allí conmigo, pero seguro que me ve desde arriba», recuerda con tristeza.
«Nos iba todo bien, pero cuando tenía doce años mi padre tuvo una leucemia y unos meses después falleció. Mi hermano -Musta-, al que también se le daba bien el atletismo, estaba terminando un grado medio y tuvo que empezar a trabajar. Fue una etapa muy difícil, pero todo pasa».
Vestido de rojo, recordaba el camino recorrido. «Al final lo he conseguido y es algo increíble estar acompañado por tantos niños de seis, siete u ocho años, porque es que hace nada yo estaba también ahí. No ya en la escuela, claro, pero entrenaba con Raúl en las mismas instalaciones, también con muchos compañeros mayores, así que reencontrarse es algo especial».
El homenaje tiene además bastante contexto. El Ayuntamiento quería habérselo rendido simultáneamente con su paisana Cristina Bucsa, pero sus compromisos en el Circuito le impedían estar ese día. Y pese al desparpajo que muestra al hablar y en la pista, no quería sentirse solo rodeado de gente. «Me llamó Nacho -González, concejal de Deportes- y me propuso el homenaje. Ya lo había hablado con el alcalde y me pareció buena idea. Me dijo que Cristina Bucsa no iba a poder estar, y aunque era algo breve le comenté a Raúl -aparte de entrenador, amigo- que no quería ir solo y me propuso que me acompañaran niños de la escuela. Y también los mayores, claro, pero aun así fue un poco una sorpresa cuando vi que se habían apuntado todos», sonríe con orgullo.
La historia de Mohamed Attaoui se escribe a orillas del Besaya, pero comenzó dos veces. La primera, el 26 de septiembre de 2001, en Beni Melal la ciudad de unos 160.000 habitantes en el corazón de Marruecos que le vio nacer. La segunda, cuando a los seis años llegó a Torrelavega. Era aún muy jóvenes, pero mantiene vívidos los recuerdos. «Sí que me acuerdo, perfectamente. Era un niño de seis años muy inquieto, que no podía parar en casa, y creo que por eso empecé en el atletismo. Salía a jugar al fútbol, o al parque, o a correr... A hacer de todo». Para entonces su padre, Salah, ya llevaba alrededor de un año y medio en Cantabria y había conseguido ahorrar para traerse a su familia, que después siguió creciendo. Porque los mayores de los cinco hermanos nacieron aún en Marruecos, pero los últimos ya en Torrelavega.
Allí, en el Instituto Mies de Vega se forjó como torrelaveguense en cierto modo atípico, porque aunque no faltaba a una carrera no era de los que se asomaba a la ventana esperando al domingo para ir a El Malecón. «El fútbol no me llamaba mucho la atención. Sí jugarlo en el parque, pero no para ir a los partidos». Lo que le gustaba era correr. Y, además, no se le daba nada mal. «No me perdía ni un cross del colegio. No solo del mío, sino todos los que se organizaban, y por eso acabaron hablando con mis padres para que empezara a entrenar». No solo le ficharon a él, sino también a Musta.
Lo recordaba ya antes de los Juegos y de su definitiva eclosión su viejo -no por edad- entrenador y presidente, Héctor Sánchez: «Siempre vamos con la escuela para ver los crosses que organizan los colegios, y me acuerdo perfectamente de aquel día porque destacaba muchísimo. Era espectacular, comparado con los otros niños». El propio Attaoui guarda también ese recuerdo: «Mis padres todavía no dominaban bien el idioma. Nosotros sí porque llevábamos un par de años estudiando ya aquí y mi hermano mayor tenía ya 17 años, así que hablaron con él».
Pronto comenzó a destacar. En Cantabria, por supuesto, y en los nacionales, pero faltaba el paso más difícil. Porque un atleta de élite puede convertir el deporte en su medio de vida, pero no un joven aficionado. Así que le tocó jugársela para ser profesional. «Ese es el paso es el más duro, porque vas viendo que vas tocando cima, pero te falta ese empujoncito para llegar. Las concentraciones, los viajes y participar en buenos mítines. El año pasado ya fue bueno, pero antes, e incluso en los primeros meses de 2023, fue un poco duro. Casi todas las concentraciones, salvo la última, en la que ya me había clasificado para el Mundial y la asumió la Federación, me las pagué yo de mi bolsillo, y tenía que ir a sitios asequibles, no a Sierra Nevada u otros lugares que pueden ser mejores. Ha sido durillo, pero al final lo he conseguido y ahora ya no tengo ese problema».
Ahora le queda descansar. «He acabado temporada, me quedan solo un par de carreras y voy a estar un mes y medio en casa. Entre concentración y concentración suelo venir siempre a Torrelavega y estoy entre diez o quince días. No me han quitado aún la habitación en casa», bromea.
Mohamed Attaoui se ha formado en Cantabria, en unas instalaciones mejorables. Y si a algo achaca su éxito, además de su propio mérito, es al «buen trabajo de la escuela. Raúl (Gutiérrez), Ana Eva, (Fernández), Héctor (Sánchez), son grandes entrenadores. Me han sacado no solo a mí. También tenemos a Óscar Crespo, a un subcampeón europeo sub 18... Aunque no tengas instalaciones, si trabajas bien y te dedicas a ello al final salen chavales», reflexiona. Precisamente por eso no ha perdido la vinculación con Torrelavega y su club, aunque ya no forme parte de él (compite formalmente como independiente, aunque forma parte de la estructura del On Running). De paso, deja un mensaje: «Imagina lo que sería con buenas instalaciones. Estoy seguro de que más niños se animarían».
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