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Víctor Puente
Miércoles, 28 de junio 2017, 08:19
Llevaba el carro de las maletas cargado hasta los topes. Tres grandes mochilas que lucían el escudo de España, al igual que su polo gris, y que bien podrían contener el brillante palmarés de Laura Nicholls con la selección española de baloncesto. Pero su último logro, la medalla de oro lograda este mes en el Europeo de la República Checa , fue en lo primero que se fijo Alfonso Nicholls, su padre, cuando vio aparecer a su hija por la zona de llegadas del aeropuerto Severiano Ballesteros. «¡Qué hija!». Una escueta exclamación para felicitar a su hija que el posterior abrazo entre gigantes llenó de contenido. «Muy contento. Pues imagínate. No es una medalla más es la séptima de la pívot cántabra, porque esto cuesta mucho. Son muchos sacrificios. Muchos sinsabores», explicaba un orgulloso Alfonso Nicholls a este periódico mientras no dejaba de mirar cómo su hija posaba con la medalla para el fotógrafo. «Ahora sólo le falta el oro olímpico, ¿no? No sé qué tiene que hacer para lograr la Medalla de Oro al Mérito Deportivo», reflexionó en alto por si alguien le oía, pero su mensaje no tuvo demasiada repercusión.
No hubo ningún representante del Gobierno de Cantabria ni del Ayuntamiento de Santander. Allí sólo estaba él para ver llegar a su hija. Un modesto recibimiento para una deportista de leyenda. «No he avisado a nadie de que venía porque no me gustan estas cosas», aclaró la actual campeona de Europa, que aseguró que durante los próximos días «seguro» que recibe la llamada de las autoridades locales y regionales para tener una recepción oficial, como en su día tuvieron otros medallistas cántabros, incluida ella.
Pero ayer tocaba seguir disfrutando de las mieles del éxito en casa. «Siempre digo que lo más bonito que tiene ganar una medalla es la capacidad que tienes de poder compartirla con la gente que quieres y también con todo el mundo. La mayor satisfacción que puede tener un deportista es poder hacer feliz a la gente disfrutando con lo que mejor sabes hacer». Eso es lo primero que dijo Nicholls al aterrizar en suelo cántabro cuando se le preguntó por el nuevo metal que le cuelga al cuello. Otra medalla más que acumulará con orgullo «en casa de la abuela». Pero avisa que no será la última.
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