El Bathco se cita con su mejor recuerdo

Hay que girar la manija hacia atrás para volver a aquel sábado de la primavera postpandémica. El Bathco Torrelavega ganó a la UD Ibiza-HC Eivissa (25-26) en el Pabellón Municipal de Can Guerxo, pero el relato tiene mucha más enjundia e intrahistoria que un triunfo por la mínima a domicilio. Los torrelaveguenses viajaban a las Islas Pitiusas con las cuentas hechas. La expectativa pasaba porque «no puntuasen nuestro rivales», recuerda Facundo 'Fafa' Cangiani. El extremo argentino es uno de los jugadores que han ido creciendo y madurando a la vez que el Bathco, en División de Plata, primero, y en Asobal, después. No es el único. Junto a Fafa todavía siete jugadores más, ocho si se cuenta a Jaime Gallego, que sigue recuperándose de su rotura de ligamento, siguen fieles a la disciplina naranja de Álex Mozas.

Dos paradas antológicas de Marco Krimer sellaron la victoria torrelaveguense y, de paso, dejaron una de las anécdotas que siguen coleando en el vestuario naranja. El protagonista es el extremo izquierdo Jorge Prieto. «Íbamos 25 a 26 ganando y teníamos que aguantar el resultado y evitar que nos empatasen», cuenta el santanderino, «Sacaban ellos de atrás y les quedaban todavía diez segundos. Hicieron una especie de cruce, cogió el balón su lateral izquierdo y lanzó desde unos nueve metros. Marco la paró y lo lógico hubiera sido quedarme al rebote, pero hice el movimiento de salida hacia el contraataque. En esa décima de segundo que tardé en procesar el 'tengo que quedarme al rebote' el balón cayó en mi lado, lo recuperó el extremo y Marco tuvo que hacer otra parada». Prieto reconoce que «no podía dar crédito de la que había salvado, así que corrí para abrazarlo y darle las gracias». Desde ese día ya se quedó como una gracia interna ese Jorge que «sale al contraataque cuando quedan tres segundos», cuenta el jugador.

Los de la capital del Besaya ya tenían la victoria que necesitaban, pero conseguirla no era suficiente. El Antequera tenía que poner de su parte también en esta historia. Los andaluces debían ganar al Novás, así que en cuanto sonó la bocina en el pabellón ibicenco, llegó el momento de recurrir a la tecnología. «Estábamos todos en el banquillo siguiendo por el móvil el partido», añade el jovencísimo Dani Serrano. «Sabíamos que si ganaba Antequera éramos de Asobal», continúa Fabrizio Casanova. Así que «vía streaming conectamos para estar pendientes del encuentro que nos daba matemáticamente el ascenso», apunta Nico Colunga, el otro capitán del Bathco y único canterano del club torrelaveguense. Las imágenes todavía pueden verse en las redes sociales del club. Una piña naranja se arremolina alrededor de dos teléfonos en un banco de madera dentro de un pabellón vacío.

Y entonces, el delirio. Iberoquinoa Antequera supera por la mínima al Novás (23-24). Los gallegos, terceros, ya no pueden dar caza a los torrelaveguenses, primeros y con siete puntos de renta a falta de tres jornadas para la conclusión de la Liga. El Bathco Torrelavega da el salto de categoría a la élite y se convierte en equipo de Asobal apenas media hora después de ganar en Ibiza. Saltos, gritos, abrazos, todo valía para celebrar la hazaña que habían conseguido los naranjas. «Estábamos celebrándolo», cuenta Dani Serrano. Fabri Casanova continúa con la anécdota: «Borja Lombilla, todo eufórico, cogió a Jaime Gallego de la camiseta térmica con muchas ganas, rompiéndosela y tirándolo al suelo».

Lo de Gallego también tiene su historia. «No sé muy bien en que momento salió el tema de la roja», explica Alonso Moreno, «pero me dijo Jaime: ¿te imaginas que te echan el día que asciendes?». Profecía autocumplida. El pivote acabó viendo el partido desde la grada junto a Cangiani, «sufriendo todas las acciones y peleándonos con la afición rival ante cada decisión arbitral», apunta el extremo argentino. Jaime comenzó el partido sobre la pista, pero en la primera parte el colegiado dio por terminada la participación del madrileño con una tarjeta roja.

El ascenso fue «el mayor estado de felicidad que he sentido en mi vida», afirma Isi Martínez. El central leonés vuelve a aquel momento en el que «nos pusimos a correr y a saltar sin ningún tipo de control por la pista. Algunos no nos habíamos ni duchado aún y empezamos a quitarnos las camisetas y las tirábamos por ahí, lanzándonos el agua de las botellas, abrazándonos y cantando como locos hasta el punto de que me comenzó a doler la cabeza de los gritos».

Los festejos se prolongaron tanto que «casi no llegamos al avión», añade Borja Lombilla. Así que tuvieron que «ir con prisa» rumbo al aeropuerto. Después, «cada uno sentado en un lugar diferente para guardar la distancia, hasta que ya en el autobús que nos trajo de Madrid a Torrelavega lo celebramos todos juntos», apunta el campurriano.

Todo ese estado de frenesí se extendió «hasta las siete de la mañana que llegamos» a la capital del Besaya, donde «nos recibieron algunos aficionados con bengalas y cánticos. Estábamos en una nube de alegría que duró días», concluye Isi Martínez el recuerdo de la jornada histórica que cambió la vida al Bathco Torrelavega.