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Salvo el caso del Barça, en la Asobal hay que complementar el balonmano con otro empleo o estudios. Cuatro jugadores del Liberbank Sinfín cuentan cómo compaginan el deporte de élite con otras ocupaciones fuera de la cancha.
Diego Muñiz | Pivote del Sinfín y mecánico industrial en Astander
Tras su duodécima temporada en el club, el capitán Diego Muñiz (Santander, 1991) explica su día a día: «Trabajo todos los días desde las 06.30 horas hasta las cinco y media de la tarde. Salgo, tengo una hora y media para ir al gimnasio y voy directo a entrenar».
La dureza del deporte de alta competición se suma a un trabajo muy físico, el cual afecta tanto a su ánimo como a su rendimiento deportivo. «La temporada empieza en agosto y llegas prácticamente a rastras al parón de navidades. Luego, después de Semana Santa, cuando llega el último tramo de la temporada estás esperando que acabe para poder descansar un poco». A pesar del sacrificio constante, no piensa por el momento en retirarse. «Es una batalla continua en la que a veces piensas: este año es el último, pero al final no puedes dejarlo».
A pesar del cansancio acumulado, el santanderino no pierde un tono de voz desenfadado y risueño, el cual mantiene incluso al explicar cómo una pieza le aplastó el dedo en el trabajo, lesión por la que se perdió buena parte de la temporada.
Pero este contratiempo no ha sido el único motivo por el cual Diego no ha podido disputar algún encuentro o acudir a entrenar. «La verdad es que mis jefes y compañeros conocen mi situación y son comprensivos con ella, lo cual me da cierta flexibilidad para la compaginación. Me pierdo los entrenamientos de la mañana, aunque trato de recuperarlos en el gimnasio. Si el partido es el sábado, siempre hay alguien que me puede cubrir, pero cuando el partido es entre semana, lo cual se ha dado en bastantes ocasiones a causa de la pandemia, me suelo perder el partido. Como consecuencia, vas pidiendo días libres y cuando llega el verano apenas te quedan, y los que tienes no los gastas porque hasta enero del año siguiente no te dan más días».
El pivote explica que estudió ingeniería mecánica porque «es lo que me gusta y quiero dedicar mi vida a ello». Además, añade que «no puedes terminar tu etapa profesional en el balonmano y no tener formación académica o experiencia laboral fuera de él».
El trabajo en Astander y el balonmano en el Liberbank deja poco tiempo libre. «El domingo me echo la siesta, que luego la semana es dura. A veces, los lunes por la noche llegas a casa y te duele el cuerpo entero y piensas: ¡No estamos a martes y ya estoy reventado!».
José Manuel Herrero Lon | Pivote del Sinfín y supervisor del Complejo Ruth Beitia
José Manuel Herrero Lon (Santander, 1977) vive en el Liberbank una especie de tercera juventud. A sus 44 años, y jugando en la Asobal desde literalmente el siglo pasado (debutó en septiembre de 1999 con el ya desaparecido Garbel Zaragoza), ha completado su temporada con los galardones de máximo goleador y mejor jugador de la Copa Asobal.
Desde su trabajo en el Complejo Municipal de Deportes Ruth Beitia, Herrero Lon comenta cómo ha cambiado el balonmano desde su debut: «Ha pegado un cambio radical, tanto en normas como en dinamismo. Cuando yo empecé no había saque rápido y podías celebrar un gol como en el fútbol. En la Asobal había 5 o 6 equipos que eran los mejores del mundo pero con la crisis de 2008 fueron desapareciendo. Ahora se ha convertido en una Liga de oportunidades para la gente joven».
En la primera etapa de su carrera deportiva, Lon vivía íntegramente de su deporte. Pero cree que es «muy difícil» ser profesional en el balonmano español actual. «Si nos referimos a un nivel económico en deportes tipo fútbol, evidentemente no. Generalmente, vas a necesitar otra fuente de ingresos mientras juegas y cuando te retires no vas a tener un colchón económico. Los jugadores de la Asobal, sin contar a los del Barça, ganan entre 400 y 2.000 euros mensuales».
Lon relata que a pesar de las operaciones del ligamento cruzado en ambas rodillas y de tener la plastia rota en una de ellas, puede seguir compitiendo al más alto nivel porque «con la experiencia limas un poco la edad». Aunque sí es verdad que poco a poco va limitando sus funciones: «Ya no aparezco en funciones defensivas porque mi físico está muy limitado».
En cuanto a su trabajo en el Ruth Beitia, el pivote del Liberbank apunta que «trabajo 30 horas a la semana. Al final, siempre hay dos o tres entrenamientos al mes a los que no puedo acudir, pero trato de recuperarlos en el gimnasio. Es muy duro porque hay días en los que llegas a casa a las 11 de la noche». Sin embargo, no duda ni un solo instante cuando se le pregunta si el esfuerzo merece la pena: «Es sacrificado, pero me compensa».
Tras una vida dedicado a ello, Lon tiene claro que cuando se retire, no va a parar. «Ayudaré al equipo de cualquier manera y seguiré vinculado al balonmano, que es lo que me gusta», concluye.
Cristian Postigo. Extremo izquierdo del Sinfín y profesor de Primaria en Laredo
Desde que era un niño y veía a su padre jugar, Cristian Postigo (Zaragoza, 1989) siempre quiso ser jugador de balonmano. Pronto se dio cuenta de la necesidad de formarse paralelamente al deporte, por lo que se sacó la carrera de Magisterio durante sus primeros años en el Sinfín. Desde hace dos años compagina el balonmano con su trabajo de profesor en el Colegio San Vicente de Paúl, en Laredo, donde es tutor de 5º y 6º de Primaria.
El zaragozano describe su trabajo como «físicamente, pero sobre todo, mentalmente duro». Indica que «al ser tutor, hay que estar muy pendiente de los alumnos y de que las familias estén contentas, lo que al final afecta. Hay días en los que me gustaría ir a casa y descansar, pero tengo que ir a entrenar. Lo he sabido llevar hasta cierto límite, pero hay días en los que la cabeza dice: ¡hasta aquí!».
A pesar de que la combinación de trabajo y deporte no es fácil, al igual que sus compañeros Diego y Herrero Lon, Cristian no avista la retirada en ningún horizonte cercano: «Al final supongo que acabaré jugando en una categoría inferior, pero a mí me gusta el balonmano y quiero seguir compaginando las dos cosas, porque ambas me gustan».
En cuanto a la competición, el aragonés explica que se ha perdido partidos entre semana:«Estos dos últimos años han sido muy sacrificados. Si jugábamos un miércoles en casa o cerca de Santander podía ir y volver rápido en coche, pero si el partido era lejos me lo perdía».
A pesar de que la compaginación no es fácil, Postigo cree que el deporte ayuda a ser mejor en el trabajo. «El balonmano y el deporte en general te ayudan a organizarte. A las familias siempre las digo que si sus hijos practican alguna actividad deportiva, van a adquirir una mayor disciplina y capacidad de planificación», explica.
Postigo no duda en señalar las principales recomendaciones a un niño que quiera dedicarse de forma profesional al balonmano. «Que trabaje y que tenga ilusión por lo que haga y que persiga sus sueños. Siempre trato de inculcarles tres valores fundamentales: ilusión, sacrificio y esfuerzo». Sin embargo, sus palabras soñadoras van acompañadas de un toque realista y sensato. «Deben saber que en el deporte, llegas a una edad donde no puedes seguir ejerciendo, por lo que te tienes que formar académicamente en algo que te guste. Compaginar ambas cosas es vital para su presente y futuro».
Carlos Lastra | Extremo izquierdo del Sinfín y estudiante de Medicina en la UC
Carlos Lastra (Santander, 1999) sabe lo que es recibir buenas noticias: «Hace cuatro años, volví de viaje de fin de curso y mi madre me dijo que había entrado en la facultad de Medicina y que me quería el Sinfín». El santanderino cuenta que la clave para compaginar el deporte de máximo nivel con una de las carreras universitarias más duras es la planificación: «Al principio del año me hago un calendario con partidos, clases y prácticas para tener un poco de vida social, que no todo van a ser libros y balonmano».
En este sentido, Lastra afirma que el balonmano le hace mejor estudiante. «Me sirve para evadirme del estudio. A las 19.00 horas estoy quemado de estudiar y me desfogo entrenando. En las dos cosas son muy importantes el compromiso y el trabajo diario».
La milimetrada organización del joven extremo llega a tal punto que nunca se ha perdido un partido o entrenamiento por tener que estudiar. «Pienso que mi obligación es estudiar, pero también entrenar». A la pregunta de si estudia en los viajes del equipo, dice que sí, pero confiesa que «los apuntes viajan más que los abro». Afirma, sin embargo, que ha tenido que levantarse antes del partido en algún viaje para repasar antes de un examen».
Gracias al Sinfín, Lastra también se impregna de conocimiento relacionado con su futura profesión, ya que tiene relación con Juan José Díaz-Munio, médico del equipo. «Hablamos tanto de medicina como de balonmano y alguna vez le he dicho de hacer prácticas en su clínica. Le he comentado que cuando haya que infiltrar a Diego Muñiz me deje hacerlo, pero no hay manera de que se deje», bromea.
En cuanto a su futuro profesional, afirma que le gustaría probar la traumatología, ya que «está muy enfocada al deporte y me permitiría seguir ligado a él». Finalmente, cuando se le pregunta si tiene pensado dejar el balonmano cuando comience a ejercer, desecha la idea respondiendo que «nunca se sabe, pero mi intención es seguir. Cuando empecé la carrera creía que lo dejaría en algún momento, suponía que sobre el cuarto año porque habría una carga de estudio mayor. Pero he terminado mi cuarto año y aquí sigo». Después de escuchar a los cuatro, parece que hay una mentalidad arraigada en el equipo cántabro en el que la compaginación es la regla y la retirada no es una opción. «Me quiero quedar el máximo tiempo que pueda», sentencia Lastra.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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