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El Liberank Sinfín no supo acertar cuando su rival le dio alguna opción y sólo pudo caminar a remolque en busca de algo que él mismo dejó escapar. La Rioja fue mejor, pero no le sobró mucho para llevarse la victoria por 26-32 ... . Una derrota, que si bien es justa, podían haberla discutido un poco más los de Montesinos.
El Sinfín, en casa, tiene que multiplicarse y lo sabe. Por eso salió con ganas de defender y de apretarle a uno de los conjuntos que han dado ese salto hacia el escalón de los mortales, el que se sitúa debajo del Barcelona. Se tutearon en los primeros minutos. Con defensas 6-0 ninguno de los dos parecía mejor que el otro. Los aficionados disfrutaban de esa actitud valiente de su equipo y sin ser bronco, el partido se volvió intenso a medida que el Logroño La Rioja se dio cuenta de que o se empleaba a fondo o no sacaría nada de La Albericia. Pero se puso las pilas.
Liberbank Sinfín
Ernesto; Postigo (3), Vallés (7), Dimitrievski (1), Diego (2), Zungri (5) y Ramiro (5). También jugaron: Sergio, Valverde, Pla (1), Blázquez, Cristian Lastra, Gustavo, Luis Ola, Leonardo, Basualdo y Castro (1).
26
-
32
La Rioja
Rangel; Dorado (1), Serradilla (2), Moreira (9), Casado (5), Osvaldo (2) y Hackbarth (5). También jugaron: Migallón (4), Delcio, Balenciaga (1), Ceretta (2), Ortiz, Cadarso, N'Diamar (1) y Romeo
Marcador cada cinco minutos. 2-2, 4-5, 5-7, 6-10, 8-12, y 10-14 (descanso)12-18. 17-21, 19-23, 20-24, 22-27 y 26-32.
Árbitros. Luque Cabrejas-Rosendo López
Incidencias. 300 aficionados en La Albericia. El límite que marca el protocolo.
Frenó contragolpes con un exceso de ímpetu y forzó varios once metros que sólo su portero, Rangel pudo frenar. Mediada la primera mitad, el marcador, las sensaciones y los errores estaban igualados, pero los goles de Tomas Moreira le daban brío a los riojanos y Montesinos tuvo que recurrir a un tiempo muerto para echar el lazo al rival. Fue peor. El efecto fue a la inversa y los fallos permitieron al Logroño marcharse por cuatro goles. El Sinfín se descontroló. Ni Ignacio Vallés acertaba, ni Lon aparecía. El equipo se volvía plano y Moreira seguía fino.
La Albericia no es la misma sin gente. Con los 300 de rigor que exige el protocolo el escenario está huérfano. Hasta el descanso, fue un querer y no poder; a remolque, tres tiros a la madera y dos contragolpes a las manos de Rangel. Nada salía bien, pero el Logroño tampoco lo aprovechaba del todo. Cuatro goles arriba no era una ventaja como para dejarse ir. Montesinos cambió la portería y dio entrada a Pascual. Los ataques eran cortos y las defensas descuidadas. Eso sí, cada posesión se vendía cara. Y cada decisión arbitral, una novela.
La segunda mitad arrancó igual, intensa y hasta correcalles. Lo paró el banquillo riojano que no quería sorpresas. Y le salió bien... Nacho Vallés mantuvo a los suyos y la ventaja por fin bajó de los cinco goles. Ahora las dudas cambiaban de bando, un pero tiempo muerto detuvo los nervios y puso orden. Y hasta aquí duraron las pilas del Sinfín. Se apagó y sin dejarse ir, se fue. Una derrota que deja sensaciones a ráfagas, pero una derrota más que duele y preocupa.
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