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A buen seguro que cada pase de un compañero, cada gol que marque, e incluso el juego duro que tiene que aguantar en la primera línea, se valorará y disfrutará a partir de ahora mucho más. Por desgracia, las guerras hacen cambiar las prioridades. Y ... sobre todo, a quien sufre en primera persona el conflicto. Lo esencial, salvar la propia vida y la de los tuyos. A esa situación, quizá la más extrema para un ser humano, de huir de un país en guerra se ha enfrentado hace pocos días Carlos Molina Cosano (Córdoba, 31 de mayo de 1991). De jugar en el Motor Zaporozhye a salir con lo puesto de un país, Ucrania, que resiste como puede la invasión de Rusia. Por suerte, a todo un internacional con España ofertas no le faltan y ayer, Carlos se presentó como nuevo jugador del Unicaja Banco Sinfín. Un refuerzo de garantías con el que los santanderinos quieren seguir en la pelea por la permanencia en la Asobal.
«Contento, por empezar de nuevo y dar un paso adelante», señalaba ayer el internacional cordobés. «Estoy feliz, y mi familia también lo está». Algo que recalca a lo largo de la conversación. Porque tras lo vivido, eso, que siempre es una prioridad para un ser humano, es ahora lo único. Tras volver de Polonia de un partido de Liga de Campeones, el Motor Zaporozhye aterrizó en Kiev. «Y allí ya vimos los diferentes bombardeos». Un autobús fue a recoger al equipo y cuando regresaron a su ciudad, Zaporiyia, llegó el drama. «A la mañana siguiente, una vecina llamó a mi puerta. 'Baja, baja, que hay amenaza de bombas'. El sonido de las sirenas, los aviones sobrevolando... Son sonidos y vivencias que no olvidaré nunca».
No quedaba otra que salir de Ucrania como fuese. Y tras llegar a la frontera con Polonia, empieza la primera parte cántabra de esta historia. Porque en la ciudad de Kielce, en su equipo de balonmano, está la familia Dujshebaev. Talant como entrenador y Álex y Dani como jugadores. «'Moli, si necesitas algo, contacta con nosotros porque va un chófer a recogerte y te trae al hotel', me dijo Álex». La generosidad de uno de los mejores jugadores del mundo para con un amigo no se quedó ahí. «Porque al día siguiente compró un billete de avión para que yo viniese a España». Bastó con la ayuda de Álex para poner fin a toda la pesadilla, pero Carlos Molina tuvo ofrecimientos de ayuda del mundo del deporte. «Gente en Rumanía, en Alemania, del balonmano, del fútbol, del fútbol sala... Muchos me brindaron su casa», reconoce con agradecimiento. En estos días, está un poco más contento porque sus compañeros en el club ucraniano están «en Alemania. Aunque ellos están destrozados porque sus padres se han quedado en Ucrania».
Tras llegar a La Rioja, la comunidad en la que reside la familia, Carlos Molina no tenía ninguna intención de seguir jugando al balonmano esta temporada. Pero los ánimos de su esposa le hicieron ponerse a buscar equipos. Todo un internacional español tiene siempre ofertas y una de ellas era la del Unicaja Banco Sinfín. «Mi esposa tiene familia y amigas de la infancia aquí. Y además, están las facilidades que me daba el club y la cercanía con La Rioja. Por otro lado, Víctor Montesinos me conoce casi desde que empecé a jugar al balonmano». Todo cuadraba para que Carlos Molina vistiese la elástica del Unicaja.
La presentación ayer con el Unicaja Banco Sinfín, un entrenamiento vespertino... Carlos Molina ya vuelve a sentirse jugador de balonmano. En breve, tras el parón en la Liga, volverá a una pista. A esos pases, goles, o 'peleas' en esa frontera de los seis metros. «Lo voy a disfrutar muchísimo», concluye. Porque Carlos Molina ya conoce el lado más horrible del ser humano. Ese que habla de guerra, muerte, destrucción y miseria y que por suerte, pudo dejar atrás.
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