Secciones
Servicios
Destacamos
Más de 3.000 personas atestaban el pabellón exterior de La Albericia y la revestían de una aura única, esa que precede a las noches mágicas. El Teka de balonmano marcó una época, pero el 30 de abril de 1994 además hizo historia. Venció al ... ABC Braga portugués por dos goles y cumplió el sueño de muchos equipos, algo que sin embargo sólo pueden alcanzar unos pocos: alzarse como campeón de Europa. Y por si a alguno le sabía a poco, ese mismo año se adjudicó también la Liga Asobal. Todo ello con cinco cántabros en el equipo: Alberto Urdiales, Muñoz Melo, Chechu Villaldea, el entrenador Julián Ruiz y Rodrigo Reñones, que llegó de Burgos a Santander cuando era un niño.
El pabellón que hoy se alza en La Albericia no tiene el mismo aspecto que hace 25 años, pero los exjugadores del Teka que se han reunido allí un cuarto de siglo después no olvidan lo que vivieron aquella noche. El brillo en los ojos les delata. Entre risas y anécdotas van surgiendo los recuerdos de un partido que pasó a la historia. Una Copa de Europa, la única, que el Teka hizo suya. Todos afinan la memoria y rescatan un puñado de recuerdos, pero Alberto Urdiales (Santander, 1968), o Tito, como le llaman sus excompañeros, hace gala de un retentiva de precisión alemana, como la fábrica que les patrocinaba. Recuerda nombres de rivales, datos y hasta los resultados de todos los partidos que les llevaron a conquistar el título continental. Ahora es el presidente de la Federación Cántabra de balonmano y en su momento fue entrenador del propio Teka, pero en la reunión con Juan Domínguez (Pontevedra, 1971) y Rodrigo Reñones (Burgos, 1973) volvía a tener veintipico años. «Nos metimos en la final porque ganamos un partido al Celje Pivovarna Laško en Eslovenia. Fuimos los únicos que vencimos un choque fuera de casa». «Sí, yo me acuerdo del Celje perfectamente», apostilla Reñones, que toca el timbre de la memoria y las imágenes acuden prestas. «En Navidad, cuando nos eliminaron en Copa del Rey en Valladolid el entrenador Javier García Cuesta se fue y Julián (Ruiz) tomó el mando del equipo. Su primer partido fue ese, ante el Celje», rememora el entrenador del DSBlendio, que contaba con 20 años por aquel entonces. «Fuimos sin él porque no tenía pasaporte. Viajó al día siguiente», puntualiza Alberto.
No es el único. Mats Olsson (Malmö, Suecia, 1960), que en la actualidad trabaja para la Federación Noruega de balonmano como asesor y preparador de entrenadores y lo compagina con la preparación de porteros de la selección sueca y asesor de la portuguesa, también evoca esa anécdota. «Me acuerdo que íbamos a jugar un partido fuera y cuando llegamos al autobús García Cuesta nos dijo que dimitía y que no iba a viajar con el equipo». Julián Ruiz asumió el mando. Y ese choque que el Teka ganó en Eslovenia fue el primer partido para él como entrenador –hasta ese momento era segundo–, y el que les dio la clasificación como campeones de grupo. «Esos dos puntos que conseguimos allí eran justamente los que necesitábamos para llegar a la final. Fue un partido muy muy importante», recuerda Olsson. La computadora mental de Urdiales no fallaba.
«Fue una satisfacción enorme, sobre todo porque se consiguió en casa y con nuestra gente, que es lo más importante. Todo lo que repercutió socialmente en la ciudad valió la pena y a nivel de clubes es el título más bonito que hay. Y en ese momento piensas que es el premio a tanto tiempo de trabajo», recuerda Javier Cabanas, uno de los más veteranos.
Julián (Santander, 1960) formó parte de la plantilla del Teka hasta el año anterior y pasó a ser miembro del cuerpo técnico tras la llegada de Domínguez y Reñones al equipo. «El patrón, Javier Gómez Casuso –que era el presidente–, me llamó a su despacho y me preguntó ¿Tú te atreves a hacerte con el equipo? y la verdad es que no me dio muchas más opciones», cuenta entre risas. La oportunidad de debutar al frente del Teka le llegó precisamente en competición europea y el idilio surgió pronto. Tanto que en su primer año como técnico decidió que la Copa se quedaba en Santander. «Había jugadores, alguno que había sido compañero mío, espectaculares. Teníamos casi una obsesión por sacar eso adelante. Por ganar la Copa de Europa. Habíamos estado en una final con el Zagreb y la habíamos perdido y teníamos metido entre ceja y ceja que teníamos que ganar» evoca Julián.
Y es que dos temporadas antes la corona europea se les había escapado de las manos. Aquel partido coincidió con el inicio de la guerra de los Balcanes y no se pudo jugar en Zagreb. Tuvieron que desplazarse hasta Austria donde perdieron por dos goles. «Cuando llegamos a Santander creímos que todo estaba ganado. En La Albericia pensábamos que estaba chupado y perdimos por 10. Nos pegaron un repaso los croatas que nos dejaron guapos...», explica Reñones, que no duda de que esa experiencia sirvió a todos, jugadores y aficionados, para encarar la final ante el ABCBraga de otra manera. «De una manera u otra todos aprendimos de eso. Había que rendir», señala. Algo en lo que Julián coincide. «Era un grupo que tenía muchas ganas de ese título, lo estábamos persiguiendo y conseguirlo fue para muchos de nosotros una liberación».
Y llegó el día de la gran final. La hora de la verdad y de los valientes. El momento de hacer historia. Después de empatar a 22 con los portugueses en el país vecino La Albericia iba a ser juez y parte de una gesta inolvidable. El lugar donde se iba a escribir un capítulo de la historia del deporte cántabro que aún perdura en la retina de los que estuvieron allí. Olsson, Nesterov, Domínguez, Villaldea, Urdiales, Recondo, Muñoz Melo, Hombrados, Cabanas, Fernández, Dujshevaeb y Jakimovick desfilaron por la pista.
No cabía un alfiler. Los aficionados que consiguieron entrada se acomodaban en cualquier recoveco para seguir el partido. Unos encima de otros si hacia falta. Eso lo recuerda bien Juan Domínguez. El ahora concejal de Deportes de Santander casi no llega al partido. «Me costó llegar a la hora. Nosotros íbamos una hora antes para el calentamiento, pues había ya mucho tráfico para venir aquí. Había tanta gente, tantos coches, que nos costó mucho llegar y la policía nos habilitó el paso para poder entrar». Y es que en Santander la pasión por el balonmano con aquel 'Súper Teka', era algo inédito si se compara con otros lugares de España. «Se paraba la ciudad. Yo acababa de llegar aquí y veía que en los colegios se jugaba al balonmano, en las pistas de la calle también, en todas partes». La gente incluso hizo cola la noche anterior para hacerse con una localidad. «Se les veía durmiendo para conseguir entradas», cuenta Reñones. Un recuerdo que Olsson también comparte. «Hicimos el último entrenamiento allí el día anterior y ya había gente con sacos de dormir».
julián ruiz, entrenador
«Una de las armas de aquella Albericia era la comunión que había entre pista y grada. Eso sumó muchos títulos y muchos puntos», añora Julián desempolvando los recuerdos. Razón no le falta. Todos querían sumar y no volver a sentir esa punzada que da el orgullo cuando algo así se te escapa. «El personal del IMD, como no había sitio, se colocaba un andamio detrás de la portería y allí se ponían los conserjes, los de mantenimiento…», cuenta Juan.
Los portugueses no pusieron las cosas fáciles. «Allí llegamos a ir perdiendo 9-1, eso decía mucho de la dificultad del equipo. Creo que les respetábamos mucho. Se habían cargado a los favoritos en las eliminatorias anteriores y sabíamos que era un equipo complicado y con mucha experiencia», revive Juan, para añadir: «Eran buenos eh, tenían tres rusos». «Chicoulaev, Dolgov y Bolotskin» puntualiza Alberto al segundo. El choque no fue de lo más lucido que se ha visto en el pabellón. «Fue muy trabado, con pocos goles, y la portería estuvo bien, pero no fue muy brillante. Costaba cada gol. Eran muy buenos, habían eliminado al Zagreb en su grupo», recuerda Alberto. Cuando se les recuerda que su entrenador dijo que fue uno de los peores encuentros de la temporada, la voz de Alberto replica:«Sí, de ese año sí, pero estaba La Albericia maravillosa». Ganaron por dos goles (23-21) y la fiesta de Hemingway en París se quedó corta al lado de la que se vivió en el pabellón. El júbilo se instaló en la grada y sobre la pista, y alguna lágrima de emoción se abrió paso para liberar la tensión que se evaporaba al mismo tiempo que los jugadores sostenían la Copa de Europa. «El final fue apoteósico con todos en medio de la pista. Me tocó subir a recoger la Copa y alguna lagrimilla se me escapó. Es el máximo título a nivel mundial para un club y tenerlo es una satisfacción enorme», revive Javier Cabanas (Burgos, 1960), ahora entrenador del BMSantoña.
rodrigo reñones, exjugador
Es una hazaña que no sólo está presente para los jugadores del Teka. Los del ABC Braga aún lo recuerdan. Muchos de los que saltaron ese día a la pista, los más jóvenes, coincidieron con Olsson años después en 2005, cuando el sueco fue seleccionador de Portugal. «Me lo recordaban constantemente. Siempre se hablaba de ese partido. Eso fue muy grande para nosotros y casi igual de grande para los portugueses».
Eran otros tiempos. El Teka fue unos de los mejores equipos de balonmano del mundo con casi diez años ininterrumpidos de títulos y una seña de identidad inconfundible para Santander. «La repercusión que tenía era enorme. Hasta en Alemania, de donde era originaria la fábrica y la cuna del balonmano, se conocía más a Teka por el equipo que por la propia fábrica», evoca Alberto. «Y hoy en día pasa. Conozco gente de Santander que está en Alemania o en países nórdicos y me dice: 'Oye, al decir que soy de Santander me dicen, 'Ah el Teka'. Es que fue un club histórico», remata Juan nostálgico.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.