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Desde la ciudad rusa de Ajtúbinsk hasta Santander, pasando por los cuatro puntos cardinales de la península ibérica como Málaga, La Roca del Vallès, Vigo, Irún, Almería, Logroño y Huesca, mientras añadía por el camino la ciudad polaca de Plock, la bielorrusa de Brest, ... la rumana Bucarest y la siempre exótica Arabia Saudita.
Alexander 'Sasha' Tioumentsev (Ajtúbinsk, 1983) deshizo por última vez las maletas hace poco más de una semana en la capital cántabra para vestir el negro del Blendio Sinfín, en principio hasta diciembre, para regresar teóricamente al Al Wehda de Arabia Saudita, donde lleva jugando desde 2021, «aunque lo que he aprendido de estos dos años es que allí no se puede hacer planes a largo plazo». Su capacidad creativa, su habilidad para sorprender a los defensores con fintas diabólicas, así como su facilidad para improvisar lanzamientos a media distancia le enmarcan en esa serie de jugadores especiales y diferentes que pueden marcar las diferencias sobre la pista.
Lo cierto es que a nadie le extraña. De casta le viene al galgo. Sasha continúa sobre la pista el legado de su padre, Andrey Tioumentsev, que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988 y la plata en el campeonato Mundial de 1990 con la Unión Soviética. El progenitor del nuevo central sinfinista, para algunos uno de los mejores de la historia, labró su trayectoria deportiva en el Dynamo Astrakhan y dio sus últimas clases de balonmano en España en el Granollers y en el Puleva Málaga.
Teniendo en cuenta los orígenes, no resulta extraño que el central acabase con un balón en la mano y no en los pies. Su llegada al balonmano fue en su Rusia natal «y lo recuerdo con mucho cariño, porque sí que fluyó de una forma natural». Es difícil llegar al primer recuerdo. «Siempre fui a los entrenamientos y a verlo jugar en los pabellones e incluso viajar por la antigua Unión Soviética con mi padre», cuenta el nuevo central del Blendio Sinfín. El gen del balonmano le llamaba y «empecé a tener la pelota en la mano y jugar con ella, pero en ningún momento mis padres me presionaron o sentí que debía o tenía que seguir ese camino».
En 1991 Mijaíl Gorbachov anunciaba en un discurso televisado al país y al mundo que oficialmente la superpotencia comunista dejaba de existir. Los Tioumentsev hicieron las maletas y pusieron rumbo a España para que Andrey jugase en el Granollers. Con siete años, Sasha comenzó en la Escuela Deportiva de La Roca de Vallès y no tardó en dejar entrever el talento que con los años dejó patente sobre las pistas de Asobal. Así todo, el hispano ruso tardó en ser consciente de su potencial y llegó a plantearse si su futuro era el balonmano. «Hasta los 17 años era delgadito y bajo. Es cierto que era rápido y destacaba, pero yo sentía que no cumplía las expectativas de mi padre y las mías».
No es que pesase el apellido, sino que Sasha tenía que encontrar su propio camino. Hizo las maletas y ahí comenzó la aventura. Primer destino: Academia Octavio, en Vigo. Tioumentsev debutó en División de Honor Plata, antesala de la elite española, en Galicia. No tardó en recibir la llamada de Asobal. El Bidasoa se fijó en el central, así que Sasha cruzó la cornisa cantábrica para ponerse al servicio de los amarillos en la temporada 2005-06. Ese curso comenzó a vislumbrarse de qué pasta estaba hecho el central. «Después fui a Almería, pero tengo que reconocer que me gusta más el norte. Siempre bromeaba con mis amigos que sólo me faltaban Cantabria y Asturias. Y aquí estoy, en Santander».
Queda poco de aquel joven de apenas 21 años que debutó en tierras guipuzcoanas, pero ya cerca de las cuatro décadas, Sasha reconoce que «me sigue motivando el proceso de llegar a ese nivel que exige el deporte de élite. Ver que todavía mi cuerpo es capaz de alcanzarlo. Ahora entiendo y veo el balonmano de una manera más nítida y disfruto mucho más». Dos temporadas en Irún, otras dos en tierras andaluzas, y vuelta a cambiar de aires para recalar en el Naturhouse La Rioja de Jota González. Allí, el central coincidió en el vestuario con el experimentado pivote internacional Rubén Garabaya que ahora dirige el Blendio Sinfín. «Estoy aquí por él», reconoce. Tras cinco cursos en la capital riojana, llegó el momento de cruzar fronteras. Primero Polonia, para jugar en el Wisla Plock, y después en el Meshkov Brest bielorruso. «Lo que más recordaré no es si jugué tal partido contra este o contra aquel, lo que me llena y me hace sentir privilegiado es haber conocido gente de tantos lugares y que de otra forma no hubiera sido posible».
Antes de otra mudanza para volver a España, al Bada Huesca, tres temporadas en Rumania, bajo los colores del CSM Bucarest terminaron de forjar a un central que juega ahora en Santander a la espera de regresar el próximo año a Arabia Saudita.
Luis Pla, el extremo derecho del Blendio Sinfín, pasará por quirófano el lunes 25 de septiembre en Barcelona para someterse a una artroscopia en el menisco interno de su rodilla izquierda. De momento no hay un plazo estimado para la vuelta del 15 sinfinista a las pistas y habrá que esperar a su evolución para poner una fecha al retorno del jugador. Pla acababa de recuperarse de una rotura en el ligamento cruzado anterior en la rodilla izquierda que sufrió durante un entrenamiento en septiembre de 2022 y que lo tuvo en el dique seco toda la campaña.
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