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El 13 de abril de 2004 Servando Revuelta perdía las elecciones del Teka y camino de casa, casi como un impulso, decidió poner en marcha una idea que le rondaba hacía tiempo la cabeza: crear un nuevo club. Menos de dos semanas después nacía ... el Club Elemental Sinfín. Lo de Club Elemental como requisito legal y lo de Sinfín como guiño a un viejo equipo que jugaba en la Plaza Pombo: el Club Manufacturas Sin Fin, que nacido en los cincuenta, cuando el balonmano español estaba aún en pañales, fue en los sesenta el primer equipo cántabro en militar en categoría nacional; en lo que entonces era Segunda, hoy División de Honor Plata. El club celebra hoy, aprovechando la visita del Logroño La Rioja, sus quince años. Y lo hará con sus socios y aficionados antes del partido de esta tarde (18.00 horas).
Revuelta había captado apoyos para su nuevo proyecto en el Teka y aprovechó la renuncia del SDC Astillero para recabar los apoyos que había buscado para el su proyecto en el Teka y abrir una nueva etapa. «A la mañana siguiente me reuní con los componentes de la directiva que había preparado para las elecciones y decidimos que podíamos seguir haciendo cosas», recuerda. El 21 de abril ya estaba constituido el club. «Ya teníamos algún patrocinador y aunque de una forma más económica entraron también en el nuevo proyecto. A partir de ahí reunimos a unos cuantos jugadores cántabros con los que creamos el equipo que ese año fue quinto en su grupo». Lo hicieron en el Pabellón de Numancia, hogar del club durante sus cuatro primeros años con Adelma como patrocinador principal.
En aquel proyecto le acompañó su hijo, Servando Revuelta Ortiz, un canterano tekista cuya carrera lastraron las lesiones de espalda hasta acabar con ella. Hoy es el gerente, entrenador del filial y responsable deportivo junto a Reñones. «El primer año cobrábamos una cantidad testimonial; 150 euros para que al menos no te costase dinero jugar al balonmano, y éramos todos de casa. No había equipo en Primera Nacional y llenamos ese hueco. Al segundo llegó Javi Barreto, que vivía en Castro, perdiendo dinero. Todo un campeón de Europa en edad de jugar. Le picó el gusanillo y le gustó la idea de intentar ascender».
Desde el Teka vio el actual entrenador, Rodrigo Reñones, el nacimiento de ese nuevo club. Entonces era el capitán tekista: «Nadie se esperaba lo que iba a pasar después, pero lo del Sinfín lo vi como algo bueno; otra opción para el balonmano. Lo vimos con normalidad y quizá un poco de sorpresa, pero ya conocemos a Servando; es un tipo con mucha iniciativa de él no te puede sorprender nada».
Cerca de 400 personas seguían algunos partidos en Numancia. Las suficientes para que el pabellón diera la sensación de estar prácticamente lleno. José Manuel Herrero Lon, entonces también en el Teka, tiene claro cómo fue posible que aquel proyecto germinara, más allá de la apuesta personal de Revuelta: «El nuevo equipo permitía coger gente de Santander que no tuviera nivel para la Asobal y darle una salida para que compitiera a nivel nacional sin salir de casa». Ahora Lon es capitán y directivo del Sinfín. «No lo veíamos venir ni de lejos; no se podía esperar que todo acabara como acabó», recuerda.
Así, a base de los contactos de los Revuelta y el apoyo de los primeros patrocinadores, en especial de Adelma, el equipo pudo salir adelante. «En aquel momento tiramos de amistades para atraer gente de casa al equipo. Pudieron llegar incluso jugadores de nivel internacional que se quedaron por el camino por otras circunstancias. Nos conocían ya, además Santander necesitaba un equipo en Primera Nacional que no tenía. En la tercera temporada, quitando a Barreiro, Carreño y Cabañeros, y estos dos porque por distintos motivos vivían en Santander, todos éramos de aquí», recuerda Revuelta hijo. Cuatro años pasó el Sinfín en Numancia y en la tercera categoría española, hasta que 2008 marcó un punto de inflexión por la desaparición del Teka y el ascenso a División de Honor B. La fase de ascenso no había dio bien, pero las renuncias de diferentes equipos lo propiciaron. Con una economía autárquica pero saneada, el club estaba en condiciones de afrontar el ascenso, algo que Tres de Mayo y el Oviedo no pudieron.
Por entonces comenzó a crearse también una estructura deportiva completa, con categorías inferiores, que se completó en cuatro años. Además, heredó el pabellón de La Albericia, la subvención municipal, creció desde su modestia e incorporó a tres extekistas: Joaquín Marcos, Abel Lamadrid y Tim Bauer -que con una cafetería en Feygón decidió seguir en Santander-. Eduardo Pardo, técnico del ascenso, seguía en el banquillo, y el club incorporaba como asesor a José Antonio Revilla, histórico directivo del Teka y el Ciudad Real. De su mano se especuló con un patrocinio de Domingo Díaz de Mera que nunca llegó.
Todo aquello marcó un salto cualitativo. De pronto, el Adelma era el máximo representativo del balonmano cántabro pese a su modesto -aunque incrementado- presupuesto. Pero el equipo era aún inexperto y el puñado de centenares de aficionados que iban a La Albericia -con suerte 300 o 400-, una masa social más que suficiente para Numancia, daba una sensación de vacía en La Albericia. Las cosas fueron mal en lo deportivo y en marzo de 2009 Juan Domínguez, entrenador del Teka (ambos equipos debía haber coincidido en la tercera jornada de Plata, tras el descenso administrativo de los tekistas, que después ni salieron a la competición pero nunca presentaron su renuncia formal) hasta su desaparición, sustituía a Pardo en el banquillo. Con él llegaba Reñones, que desde el verano había seguido entrenando en solitario.
«El Sinfín que empezó en el 2004 como un club modesto con muchísimas ganas y trabajo hoy tiene 18 empleados; se puede decir que es una empresa que llega a final de mes con mucho sacrificio. Tenemos la suerte de tener al Grupo Blendio y a Liberbank», explica un Servando que busca, con la boca pequeña, relevo. «En las ultimas elecciones ya abrí la puerta a quien quisiese cogerlo y nadie dio el paso. Ahora estamos creciendo y hay que consolidarse en dos o tres años. Si lo logramos, podría quedarse en manos de gente como Herrero Lon, Luis Ángel, Jesús...Ellos son el futuro». No lo ven así Lon: «Servando es el FlorentinoPérez del balonmano en Cantabria, después de todo lo que ha pasado. Lo que ha hecho está al alcance de muy pocos. Tiene la ayuda de su hijo a nivel deportivo, pero el club se rige por lo que él consigue en lo económico, lo que le ha costado cansancio, sudores, disgustos y dinero que ha tenido que poner y adelantar. Esperemos que siga durante muchos años».
«Se notaba mucha diferencia, claro -rememora el hoy entrenador del equipo-. En aquel momento era División de Honor B y estábamos mal en lo deportivo, creo que los últimos. La diferencia era muy notable en todo, pero nos conocíamos bastante; yo había jugado ya con la mayoría, con algunos incluso en Asobal. La diferencia eran las circunstancias». Y es que el contexto no podía ser más distinto, pese a jugar en el mismo pabellón. «Pasar de 1.500 espectadores -en la época en la que el Teka ya marchaba cuesta abajo- a 200 o, con suerte, 300, es muy diferente. Con la desaparición del Teka no todos los aficionados pasaron de uno a otro equipo». Sus recuerdo se solapan con los de Revuelta Ortiz: «Para entonces la media era de 300 o 400 euros, aunque alguno cobrara algo más, pero incluso para cómo estaba el balonmano entonces, en plena crisis, era muy poco. Teníamos con el Málaga el presupuesto más bajo de la categoría». Aquella primera temporada en la segunda categoría del balonmano nacional fue, en definitiva, muy complicada. El equipo descendió deportivamente, pero de nuevo demostró estar listo para aprovechar que el Barça no estaba entonces interesado en que su filial, que acababa de ascender, jugara en Plata y cedió su plaza.
Dos años con la permanencia como meta, en los que llegaron dos jugadores aún en activo como Diego Muñiz y, desde el Barakaldo, Herrero Lon, precedieron a un nuevo salto cualitativo: la cuarta posición de la temporada 10-11, en la que los cántabros disputaron, sin éxito, su primera fase de ascenso. «Al final hemos ido creciendo paulatinamente. Después del primer año pasamos a salvarnos tranquilamente. Y al cuarto nos encontramos con que vamos a Cangas a por el ascenso». Un ascenso que no llegó aún. Para entonces los sueldos eran algo mayores, pero en casi ningún caso superaban los 500 o 600 euros.
La temporada 10-11 tuvo otro cambio significativo. Tras las tres primeras jornadas (todas ellas con victoria), el entrenador, Juan Domínguez, dejaba el equipo para convertirse en director del Instituto Municipal de Deportes de Santander (y después concejal del área). Le sustituía en la cuarta jornada Rodrigo Reñones en su primera experiencia en los banquillos, abriendo así una etapa que llega hasta hoy. «Ese equipo familiar se ha convertido también en profesional», reflexiona. No pudo debutar con ascenso: «Teníamos muy buen equipo y es una lástima que no sirviera de nada».
En total fueron siete años en la segunda categoría, entre 2008 y 2015, y un nuevo salto cualitativo intercalado. Se produjo en 2014, cuando la entrada de Go Fit al proyecto como patrocinador principal permitió armar una plantilla que volviera la luchar por subir a Asobal. Llegaron jugadores como Jorajuría, Postigo y José Antonio Calderón en el que fue un año especial para otro hombre de la casa: el pivote Diego Muñiz, también muy implicado con el club y que vivió así su primer ascenso y el posterior debut en Asobal. «Desde que llegué ha ido todo para arriba, salvo algún año rarillo, y eso es algo que siento como mío. Espero seguir muchos años», explica.
El Blendio Sinfín planifica ya su cuarta temporada en Asobal tras asegurarse hace unas cuantas semanas la permanencia. Desde la modestia (apenas hay mileuristas en su plantilla), pero con una respetable infraestructura detrás. Además del equipo de Asobal, cuenta con un filial en Segunda Nacional (cuarta categoría del balonmano español), dos juveniles (elA campeón de su grupo), un cadete junto al Salesianos y varios equipos de base coordinados con la Escuela Municipal de Balonmano. Y en la competición femenina, un primer equipo en Segunda Nacional, un juvenil y el cadete junto a la Escuela Municipal. El primer filial fue elAstillero al que se compró la plaza y su juvenil.En 2008 empezaron con las conversaciones con elSalesianos, al que el Teka había dejado huérfano, para preparar un equipo juvenil. Después llegarían el filial y el resto de las categorías de base. Los principales equipos dependen directamente del club y comparte oros conSalesianos y la Escuela Municipal.
Así fue como con un bloque de casa, cesiones, algún veterano y un puñado de fichajes consiguió la permanencia en la temporada de su debut, la 15-16, sin alardes económicos. «Aquí la mayoría trabajamos o estudia; el balonmano no te da para tener una vida holgada. Sí es verdad que está subiendo a un peldaño más profesional, pero para llegar al nivel que tuvimos falta mucho», explica Lon en una reflexión que comparte Muñiz: «Ya sabemos que esto no es como antes. Salvo excepciones no se puede vivir solo del balonmano. Yo trabajo y mientras pueda voy a seguir así».
En palabras de Lon, «el Sinfín ha ido subiendo peldaños aprovechando siempre la base, con al menos la mitad de la plantilla de Santander. El escaso poderío económico de la Asobal y las circunstancias han ayudado a dar el salto, y los dos años en los que el equipo ha tenido opciones económicas para subir las ha aprovechado». En ese primer año en Asobal La Albericia ya registraba entradas que rondaban y muchas veces superaban los mil espectadores. Poco a poco se recuperaba el pulso al balonmano. Un carné más que asequible (50 euros la temporada) también ayudaba, aunque esta política de precios redunda también en menos ingresos en un equipo muy modesto. En la segunda temporada llegó el descenso cuando apenas se esperaba. Tras una gran primera vuelta, el equipo se desinfló en la segunda, pero superó la prueba del regreso a Plata con éxito. Un solo curso y una irregular fase regular que terminó con una victoria contra pronóstico en la fase de ascenso para volver a la élite.
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