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Toda una temporada resumida en una bola. Andros tenía en su mano la victoria sobre Peñacastillo, una bocanada de aire en una temporada complicada, cuando David Gandarillas soltó de su mano la que podía ser la última bola de tiro del partido. Al de ... Sobarzo se le escapó el lanzamiento al caballo, la jugada se enfrío, los de Las Fraguas no cerraron y dieron vida a un cuadro rival que, una vez más, sobrevivió cuando peor lo tenía. Un empate que sabe mejor en la Mateo Grijuela y que ejemplifica que, cuando las cosas van mal, todo es susceptible de empeorar.
El primer contratiempo para el equipo local y para el espectáculo llegó horas antes del encuentro, cuando se cumplieron los pronósticos y la lluvia obligó a trasladar el choque a Maliaño. De una bolera que se hubiera quedado pequeña para el evento a otra que presentó un aspecto discreto para un partido de semejante nivel. La contrariedad para los de Las Fraguas era también estadística, toda vez que Peñacastillo todavía no sabe lo que es ganar en El Carmen pero, fuera de ahí, siempre había doblegado a Andros.
El partido fue largo, tenso, con picos de juego y con una jugada clave, el birle del segundo chico. Peñacastillo había ganado con solvencia la apertura y, de veinte metros y con la raya al medio al pulgar, también había cerrado de mano en la continuación. Con cara de circunstancias, los jugadores de Andros buscaron el estacazo casi desde el principio, un emboque que no encontraron y que dejó la subida en catorce después de que David Gandarillas cerrase con seis. Cuando alguno estaba poniendo el 0-2 en el marcador las bolas de birle empezaron a atrapar madera, el propio Gandarillas aclaró la situación con un castro de cinco y los locales salvaron un parcial que tenían muy cuesta arriba.
A partir de ahí ninguno de los dos quiso ganar. Andros, que había arrancado de dieciséis, viró hacia tiro largo, las piernas empezaron a temblar y, cual dos amantes tímidos, los dos gallos se miraban sin querer hacerse daño. Los del Valle de Iguña iban a más, aunque para matar a Peñacastillo hace falta algo más que varios birles acertados. El tercer parcial se fue a tres tiradas después de que un panojazo de Mario Pinta lograse los 42 necesarios para la iguala de los suyos y el cuarto, jugado desde la distancia máxima, se resolvió en otras dos irregulares manos en las que los capitaneados por Óscar González fueron los menos malos.
Con el primer punto en Liga ya cedido, el líder necesitaba respirar, salir a la superficie a dar una bocanada de aire. Pese a ser la partida más capacitada para sobrevivir en los momentos clave, Peñacastillo no remató hasta la segunda tirada su victoria parcial en el quinto, después de que Mario Pinta enviará con dos una bola que necesitaba tres para cerrar. Andros, en su tono, birló más que subió y encomendó su victoria a un epílogo que, cuando la lógica pedía que los visitantes se acercaran a la caja, se dirimió de nuevo desde los veinte metros.
La lógica, que pocas veces funciona en los bolos, está vez acertó, puesto que los de Cañas no pasaron de 33 palos. El partido, los dos puntos, dar por fin una alegría a su afición y la posibilidad de agarrarse a la pelea liguera estaba en las manos de los jugadores de Andros. La jugada estaba hecha con catorce palos en el esportón cuando, con el último lanzamiento, David Gandarillas echó un caballo. Un jarro de agua fría que complicó el cierre y la resolución del chico y dio vida a Peñacastillo. Que, como casi siempre cuando le dan vida, no falla. Una buena tirada, la presión para el rival y un cuadro de Iguña que ya lo tenía todo en contra para reaccionar. Hasta El Junco de Liérganes echó otro caballo, su segundo de la mañana. Increíble, pero cierto.
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