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Con 35 años, muchos deportistas piensan en el retiro. O, al menos, en un ocaso dorado después de años de entrenamientos, castigo al cuerpo y, sobre todo, dedicación. Cuanto menos, saben que sus mejores años han pasado. El mundo de los bolos, también en este ... aspecto, siempre ha ido a contracorriente. Y es que cuando en otros deportes los protagonistas pasan a la reserva, en las boleras llega su momento álgido. Los bolos no son un deporte para jóvenes, una teoría extendida entre los menos cercanos al mundillo y que los números, los malditos números, no pueden refutar. Y es que la División de Honor 2024 será, con una media de edad de 37,11 años, la más vieja de la historia de la Apebol.
Desde que la máxima categoría es la División de Honor, es decir, desde 2009, la media de edad de los integrantes de la misma se ha incrementado de una manera lenta, pero firme. Si en los albores de la competición los bolistas tenían una media de entre 32 y 33 primaveras, quince años después sobrepasan los 37. Y es que, al final, son los mismos pero más mayores. En la temporada que empieza en menos de un mes sólo una peña, la Bolística, baja de los 30 años de media.
Por si fuera poco, el año 2024 va a ser testigo de la plantilla de mayor edad de la historia de la Apebol, la de Andros. Jesús Salmón, Óscar González, David Penagos, Carlos García y Pedro Gutiérrez son los favoritos para llevarse el título y entre todos acumularán a final de la campaña 229 años, es decir, una media de 45,8, lo que les sitúa como los más veteranos de todas las Ligas disputadas con este formato por encima del San Jorge de 2018, que promediaba 45,1.
35,16 es la edad media
de las plantillas en las dieciséis ediciones de la División de Honor.
45,8 es la edad media
del equipo de Andros, el más veterano de la competición desde la creación de Apebol en 2009.
«Si quieres quedar arriba necesitas algún veterano en tu plantilla», reconoce el presidente de Riotuerto, José Antonio Abascal. Los datos, de nuevo los fríos números, así lo demuestran. Las partidas que han dominado la competición a lo largo de su historia han frisados los 40 años de media, desde el Roper de finales de la primera década del siglo, pasando por Hermanos Borbolla y terminando por Peñacastillo. Curiosamente, los nombres protagonistas de esos entorchados se repiten con el paso de las temporadas, de ahí que la edad media, evidentemente, vaya creciendo.
El cuadro de Cañas, cuyos jugadores promediaban 32,4 años en 2014, pasa por ser el campeón más joven de la historia de Apebol, un honor que, de momento, parece que ningún conjunto va a superar. El equipo que formaban en Borbolla Salmón, Óscar, Raúl de Juana, Sebi Iturbe y Lolo Lavid en 2017, con 41,6 primaveras, es, hasta hoy, el más mayor de la competición.
Valga como ejemplo del escaso relevo en el escalafón en 2024. Cuatro son los bolistas que se estrenarán en la máxima categoría y, dos de ellos, Jairo Carrascal en Pontejos y Álvaro Laso en Casa Sampedro, lo harán con la treintena ya superada. Los otros dos, Toño Sordo y Javier García, que jugarán también en Las Callejas y en Torres, ponen la nota de juventud a sus 19 y 20 años, respectivamente. Sólo ocho jugadores dentro de la Liga han nacido ya en el nuevo milenio, es decir, apenas un 11% del total de jugadores con ficha.
En la primera edición de la Apebol cuatro peñas tenían menos de 30 años de media, mientras que ahora sólo es una. Un dato más demoledor todavía es que once de los catorce equipos tienen más de 35 años de promedio, es decir, están por encima de la media de edad global de la competición a lo largo de sus quince años de historia.
La primera causa de este envejecimiento es fácil de analizar, cada vez salen menos jugadores de las categorías menores y, a los que salen, les cuesta más llegar a la élite. Las hornadas de juveniles o cadetes llamando a la puerta de los grandes quedaron atrás hace mucho tiempo y, ahora, esos bolistas tardan algunos años más en foguearse en categorías intermedias. Si la tardanza en asentarse de los chavales supone un aspecto negativo, la segunda causa principal del envejecimiento del parque bolístico pasa por la mejora de las condiciones físicas de sus protagonistas. Los bolos y su larga temporada suponen una exigencia que obliga a los jugadores a prepararse y a cuidarse.
Con todo, hay motivos para la esperanza. A nivel individual el gran dominador de los últimos años, Víctor González, no llega a la treintena; por las primeras posiciones aparecen su hermano José Manuel o Mario Pellón, que tienen toda su carrera por delante y, dentro de no muchos años, las retiradas de la última gran generación de la historia obligará a entrar en la élite a jugadores que ahora se están fogueando en categorías menores. Si los bolos quieren sobrevivir, no les quedará otro remedio.
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