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En Cantabria hay cosas que son sagradas. Los sobaos, el Racing, que los jóvenes hagan litros en vez de botellón y, quizá, por encima de ... todo, por aquello de la tradición rural, la ganadería y los bolos. En todos los pueblos de la región, la historia no miente, había vacas y madera resonando de fondo. El paso de los lustros ha trasladado a las personas del campo a la ciudad, lo que ha dejado en un segundo plano una forma de vida que, eso sí, no ha caído en el olvido y que todavía tiene exponentes que creen que hay cosas que nunca pasan de moda. Es el caso de Javier García, (Santander, 2004), que con 16 años fue el mejor manejador de vacas de su edad de Europa y que este año ha debutado en la máxima categoría del bolo palma.
Con raíces en Gerra y criado en una ganadería, Sat Cabo de Oyambre, en una situación privilegiada, la relación de Javi con la ganadería le viene de cuna. «Empecé de muy pequeño, ayudaba a mi tío y a mi abuelo, me lo fueron inculcando poco a poco y aprendí de ganaderos de la zona». Ganadero por herencia y jugador de fútbol en categorías menores, al final los bolos ganaron presencia en su carrera deportiva y, tras pasar por las escuelas de bolos de San Vicente de la Barquera y Manuel García de La Cavada recaló en la peña Borsal Textil, donde dio el paso adelante para jugar con los mayores. Su buen hacer en la partida le llevó a fichar la pasada campaña por Casa Sampedro, aunque desavenencias deportivas le devolvieron de nuevo a Cabezón de la Sal. Este año será integrante de la partida de Mali, candidata a pelear el ascenso, junto a Javi Puente, Óscar García, Víctor Bustillo y Jairo Expósito.
Con todo, sus mayores logros han llegado como preparador y manejador de vaca frisona. García posa con Oyambre Kandela Moovin, una de sus vacas estrella. Tras debutar con apenas cinco años, en 2020 fue el mejor manejador júnior de Europa en la Swiss Expo celebrada en Ginebra, un hito que le convertía en el mejor de todo continente. «Fue el día que cumplía dieciséis años, fue una experiencia bonita».
Ahora a los 21 viaja por todo el país reclamado por algunas de las mejores grandes bovinas y, además del de Suiza, acumula entorchados como el subcampeonato de España de novillas rojas con Oyambre Kandela Rompen Red ganado el pasado septiembre y o el regional de vacas jóvenes con Oyambre Area Moovin. Con todo, es reticente a contar su secreto. «Tienen una alimentación diferente para prepararlas para el concurso, es mucha doma, sacarlas a pasear y ellas van aprendiendo». El secreto, a vista de novato, está en los pies. Javier dirige la res tocando las pezuñas de sus manos.
El santanderino se ha labrado una fama en el mundo de la ganadería y tiene ofertas de varios puntos de España. Sin embargo, García ha optado por quedarse en su tierra y labrarse su futuro como ganadero en una explotación que ha montado en Ruiloba el pasado año con 30 vacas en ordeño. Herencia y patrimonio familiar, primero fue su abuelo y posteriormente su tío, Cesáreo Sánchez, conocido como Sarín, fiel seguidor suyo en las boleras.
Italia, Bélgica, Suiza, Palma de Mallorca, Cataluña o Andalucía, además de la cornisa cantábrica, han sido sus destinos como preparador, un trabajo que se inicia en casa y que se remata en el lugar del concurso. «Hay que seguir el procedimiento de trabajo diario, pelarla bien para que esté guapa y luego el manejo es fundamental».
Pero la tarea del ganadero de élite va más allá, el secreto está también en estar pendiente de embriones, pajuelas y reatas para poder hacerse con animales de calidad. «Me fijo mucho en ello, la mejor genética está en Estados Unidos, pero traer una vaca de allí es imposible, por eso hay que buscar embriones para mejorar aquí la genética». Javier reconoce que está mejor pagado que los bolos, aunque es un trabajo mucho más duro. «En los concursos se duerme poco, hay que estar pendiente de la vaca».
Bolos y vaca frisona, que no es cántabra, pero como si lo fuera. Herencia, patrimonio y tradición.
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