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Trabajar con niños siempre es complicado. Hacerlo en una bolera amplía las vicisitudes, toda vez que los bolos son un deporte complejo, en muchas ocasiones ... secundario para los zagales y en el que dominar la técnica del juego requiere muchas horas de arena. Hacerlo, encima, lejos del lugar de origen de la modalidad, alejado de un entorno que ayude a comprender y enseñar un juego que necesita de relevo generacional para recordar a tiempos pasados es casi una utopía que han convertido en realidad la Peña Bolística Madrileña y Roberto Gómez, que desde hace tres años comanda una escuela de bolos que, paso a paso, grano a grano, busca que el sonido de la madera nunca se apague en la calle Agastia. El proyecto es uno de los muchos abiertos dentro de la entidad ganadora del Premio Muslera 2023 aunque, sin duda, es el más ilusionante de cara al futuro.
«El proyecto arrancó a comienzos de 2021. Yo lo tenía en mente hace tiempo, pues recogía el testigo de mi padre, pero fue la junta directiva la que me dio el empujón», indica Gómez. Una idea, un propósito de futuro que arrancó de manera tímida y que con el trabajo y la dedicación de su cabeza visible ha crecido exponencialmente en su corto período de vida. «Al principio iban familiares de directivos o jugadores. Luego se han incorporado más, incluso niños que no tenían relación con los bolos hasta completar doce o catorce».
Críos con raíces cántabras, pero todos nacidos en Madrid y con un bagaje bolístico ceñido a lo visto en la peña o en algún vídeo que les enseña Roberto. «Al principio se trataba de pasar el tiempo, de disfrutar. Ni siquiera había que tirar los bolos, para que se les hiciera ameno había juegos». A partir de ahí se inicia un proceso de técnica, de lanzamientos y de juegos que al año siguiente se convirtió en una exhibición en el que los niños lanzaron de tiros cercanos. «La evolución es buena, ya hemos hecho alguna competición que ha culminado este año con un concurso de birle, en el que ya han tirado de media bolera y hemos visto bolas hasta de seis».
Un trabajo meritorio. Y es que si empezar en cualquier deporte es complicado, conocer los secretos de los bolos requiere paciencia, esfuerzo, afición y un aprendizaje que no todos aguantan. «Con algunos empezamos con qué es la mano y el pulgar». El primer paso. Para el año que viene Roberto planea hacer algún intercambio con escuelas de Cantabria. Se buscan voluntarios.
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Ana del Castillo
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