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Era, posiblemente, la Liga más bonita de las que se juegan dentro del panorama bolístico. A caballo entre la élite de la División de Honor ... y el juego amateur de antaño, con jugadores de alto nivel, viejos zorros de los corros y chavales que empiezan compitiendo sobre boleras menos encorsetadas en el reglamento y con bolos que pesaban diferente en según qué zona. La Primera categoría era una batalla continua en la que una mala racha podía dar incluso con una peña poderosa en la sima de la clasificación. Ahora, la reestructuración de las Ligas ha convertido al trampolín de la Liga Apebol en dos grupos de diez equipos y en un torneo en el que la exigencia, sin poder tirar de diecinueve metros, será menor a la habitual.
«A mí no me gusta que haya dos grupos», apunta Vicente Diego, jugador de Casar de Periedo. «He jugado muchos años en Primera, era una Liga muy bonita y este año hay peñas que se van a quedar sin opciones de subir o bajar muy pronto, eso merma la competición». Otro veterano que este año se batirá el cobre en la categoría es Javi Puente, bolista de Mali, que aporta otra de las claves. «De la Primera sólo queda el nombre, debería tener la misma estructura de la División de Honor».
Casar y Mali son los grandes favoritos para mandar en sus respectivos grupos, de los que sólo una peña logrará el ascenso a la Apebol. Por abajo, serán dos las peñas de cada clasificación que pierdan la categoría de manera directa y otras cuatro (dos de cada) las que jueguen la promoción hasta completar los seis descensos. Junto a los 'soperos' forma parte del grupo 1 Cacerón, que vuelve a la categoría con un único objetivo, mantenerse. «Queremos salvarnos, no convertirnos en un equipo ascensor», apunta Víctor Martínez, jugador y presidente de la entidad. En Molledo tampoco ha gustado la distribución del torneo este año, ya que la división «resta algo de nivel, calidad y emoción».
Con todo, una Liga tan corta va a provocar que ninguna partida tenga margen de fallo. Una mala tarde, una semana sin ver los bolos y adiós a las opciones de ascender o permanecer. «No va a haber lugar al error, rápidamente se van a posicionar las peñas por arriba y por abajo», añade Martínez. En el pronóstico coinciden también Diego y Puente, que creen que fallar será penalizado más que en cualquier otro torneo. «Los grupos son parejos, eso se verá al final de temporada, porque siempre hay peñas que dan la sorpresa. La peña nuestra está hecha para volver a División de Honor», apunta el valdáligo. «Ganar una Liga es muy difícil en cualquier categoría y este año, con lo corta que es, más. Vamos a intentar subir, pero hay que estar muy bien desde el principio», remata 'Puentón'.
Otra de las partidas que buscará la permanencia es La Portilla, que también regresa a Primera para competir en el grupo 2 y que tiene en Lucas Carral uno de sus puntales. El jugador ve más allá de los resultados. «El objetivo nuestro siempre es jugar bien y que la gente del pueblo no falte en la bolera». Carral es de los que se moja y considera que el cambio del tiro máximo, que pasa de diecinueve a dieciocho metros, le puede beneficiar. «Para jugadores juveniles como yo nos favorece a la hora de consolidar el juego». Un equipo de casa, con jugadores de casa, que vuelve varios años después a competir entre los grandes.
Una carrera salvaje, al sprint, en la que Casar y Mali parecen los llamados a encabezar el pelotón y en la que el grupo 1 cuenta, además de con los de Cabezón, también con partidas de la talla de Pámanes, Oruña o el equipo filial de Sobarzo, compuesto por cuatro jugadores en edad de categorías inferiores. En el segundo grupo, por su parte, la competencia de los de Arce vendrá por parte de Gajano, San José o Marcos Maza, que el pasado año se quedó a las puertas del ascenso y que para 2024 se ha reforzado con Diego Díaz, procedente de Orejo, y uno de los triunfadores del año pasado. Junto a ellos, conjuntos históricos como La Cigoña, Darío Gutiérrez, Tanos o el Pajar, que tendrá en su bolera de Somo un punto a favor en su pelea por seguir en la categoría.
Un paso atrás, sin duda, para una categoría que pasa por ser el trampolín hacia la élite para los más jóvenes y el refugio de los jugadores que, por unos motivos u otros, no tienen sitio en la División de Honor. Un vivero de aficionados que este año verán una competición corta e intensa en la que se pondrá a prueba el punto más polémico de la reestructuración de las Ligas Regionales. Un ascenso por grupo, un rédito quizá escaso que se verá ampliado en 2026 con el tercer descenso en la Liga Apebol siempre y cuando no haya más cambios estructurales antes de esa fecha. Más allá de eso, la Primera no merece ser utilizada para probaturas. Sin ella, sin la Primera se siempre, los bolos pierden un factor de atención importante y también nivel en localidades en las que los bolos tienen el arraigo pendiente de un hilo.
El mes de agosto dictará sentencia. Será el momento de evaluar si los buenos son tan buenos y los malos son tan malos. O menos buenos. En la bolera y fuera de ella, donde a buen seguro la categoría será protagonista de algo que quizá no sea medible hasta dentro de varios años, cuando ya será tarde para comprobar si el tiempo perdido en disputas es irrecuperable.
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Ana del Castillo
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