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El barrio de Las Cárcobas ejerce su dominio de Laredo desde las alturas. A vista de pájaro, y en un día despejado, su imponente altura le convierte en un mirador privilegiado para contemplar la villa pejina, que apura los días de verano todavía repleta de ... visitantes. Y desde el barrio de Las Cárcobas se domina también el pasabolo tablón. O, al menos, así ha ocurrido en 2023 gracias a Miguel del Río Piedra (Laredo, 21 de junio del 2000), de nombre y apellido ilustre, que ha logrado los cuatro campeonatos oficiales en juego, la Bola de Oro de Ampuero y, sobre todo, devolver el Campeonato de España a Cantabria veinte años después.
«No hay nada perfecto, pero si lo que ha ocurrido esta temporada me lo hubieran dicho al comienzo no me lo hubiera creído», apunta el jugador. Un curso de ensueño cimentado en el trabajo y en la madurez sobre la bolera. «Sobre todo he mejorado mi consistencia, en la forma de pegar una bola tras otra e ir eliminando fallos, porque de brazo siempre he sido un jugador largo». Un póquer que nadie había logrado en pasabolo tablón en Cantabria (solo Lucas Arenal en 1976 y Tete Rodríguez en 1992 lo han conseguido en bolo palma), con títulos en Barakaldo, Ojébar, Matienzo y, sobre todo, Laredo, desde donde el Campeonato de España regresó a Cantabria veinte años después y a Las Cárcobas tras casi tres décadas: «Es algo histórico que muchos jugadores han buscado y no han conseguido».
Y es que el Campeonato de España de tablón ha sido en los últimos años coto casi exclusivo de José Antonio Cano, que acumula diecisiete entorchados y que durante esa ya histórica jornada del pasado 13 de agosto marcó el ritmo hasta la ronda de semifinales. «La clave fue centrarme en mi jugada, en mis bolos, porque me llegó a sacar una diferencia de 80 bolos. Llegamos a la final empatados y ahí no se me escapó ninguna bola».
Heredero de toda una estirpe de jugadores de la modalidad, Miguel es hijo de un histórico como Michel del Río, tres veces ganador del Nacional, una institución en la modalidad y que fue, posiblemente, la persona que más disfrutó con las últimas bolas del torneo. «Él sabe cuándo me tiene que animar y cuando me tiene que calmar, en el tramo final, cuando todo el mundo animaba él me intentaba tranquilizar».
Además de los campeonatos, el pejino se ha llevado en 2023 el Torneo de Rasines, el del Pilar en Villaverde, ha ajustado más que nunca la clasificación del CINA y tiene en su vitrina la caja que contiene la Bola de Oro de Ampuero, un concurso que se dirime bajo el sistema del KO y en el que también superó a Cano. «Le quedaban 420 para ganar, en la primera bola metió un 200 y yo ahí ya no me lo creía». Una competición de prestigio que, además, se dirime en la conocida como la Catedral del Pasabolo.
Pero no sólo de competiciones individuales se ha nutrido el año glorioso de Miguel. Y es que a nivel de parejas, y en lo que ha sido una unión entre Las Cárcobas y Villaverde, decidió unir su camino al de Galder Munsuri, otro bolista histórico con el que arrasó en el Regional y en el Nacional. «Estábamos los dos un poco cojos, yo no conseguía un compañero en la peña que me pudiera acompañar y que estuviera entrenado durante todo el año y Galder estaba en una situación parecida. Él no ha disputado los concursos, pero una llamada tuvo la culpa, me dio el OK y ha funcionado genial».
Miguel, Michel, Álvaro, Noé… El elenco de jugadores dentro de la familia Del Río es amplia y, además, acumula numerosos trofeos y torneos, por lo que el benjamín es todavía modesto acerca de su papel en la familia. «Para ser el mejor de la familia queda mucho, todavía tengo 23 años, soy muy joven». Una niñez y una juventud dedicada a una modalidad en la que el relevo generacional se encabeza desde Las Cárcobas y en el que junto al campeón de España aparecen otros bolistas con mimbre de futuro. «En los concursos siempre están algunos como David Ortiz, de Ojébar o Nicolás Aretxaga, de Villaverde, que tiene veinte años y estoy seguro que dentro de poco me va a dar mucha guerra».
Cae el sol en la atalaya de Las Cárcobas, desde donde se ponen los cimientos no sólo del relevo de Miguel, dentro de muchos años, sino desde donde también se trabaja en una escuela que siempre da sus frutos e, incluso, se fomenta también el bolo palma gracias a Álvaro y Jana del Río, jugadora de Los Remedios. «Mi tío y mi prima dicen que tengo buen estilo», sonríe el laredano, que rápidamente aclara. «Mi padre probó hace tiempo ambas modalidades y cuando mejoraba en una empeoraba en otra, parecen incompatibles».
De momento, mejor que se quede con el pasabolo tablón, que no le va mal. Nacido y criado a la vera de una bolera en la que para jugar hay que cortar la carretera, Del Río tiene claro que su carrera deportiva está unida a su hogar. «Si no me hubiera dedicado a esto se le hubiese hecho raro a mi padre, ya desde pequeño se me veían maneras. Es el deporte de mi vida, esta es mi casa y de aquí no me muevo ni por todo el oro del mundo».
Un exponente, un referente para una modalidad que ha sabido reinventarse y en la que el trabajo de Las Cárcobas, de Ampuero o de Villaverde ya da sus frutos en categorías inferiores. Que siga así.
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