
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El rotulador se queda ya sin tinta. El arma con el que Víctor González tacha de su almanaque particular cada concurso que gana se agota ... ya. Y es que con su victoria de ayer en el torneo del Millón el de Peñacastillo tachó una muesca más para poner en sus vitrinas uno de las pocas competiciones que le faltaban por ganar. Lo hizo tras doblegar en la final a Jesús Salmón, al sempiterno Jesús Salmón, un jugador que por muchas veces que caiga siempre será capaz de resucitar para pelear todo y contra todos.
La sesión matinal no había dejado sorpresas. Los favoritos habían ganado con relativa comodidad, con boladas altas y con la sensación de que, si bien El Millón no exige derribar mucha, solo un palo más que el contrario, esta vez el triunfo iba a estar caro. Ya por la tarde, los cuartos de final se abrieron con una final anticipada. Óscar González, con el pulso fino durante el último tramo del curso, se veía las caras con Jesús Salmón, futuro compañero suyo en Andros. Duelo de altura, de caracteres ganadores, que comenzó con sobresalto debido a la llegada sobre la bocina del camargués debido a un problema de tráfico.
Pese a ello, Salmón tomó la delantera en la segunda mano, un liderato que no soltó hasta la última bola del torneo. Después de varias manos en las que El Junco, pese a marrar algún birle claro, apretó el marcador, Jesús respondió para llegar a la última con la necesidad de derribar quince para pasar. Cerró, la segunda bola, que se fue blanca, abrió la tercera, que sólo atrapó uno, y llegó al epílogo con la necesidad de tirar cinco palos para ganar. Desde la esquina del pulgar, el de Camargo la puso en el sitio para, por un bolo, certificar su pase a semifinales.
En el resto de duelos de cuartos de final, el defensor del título, Carlos García, no tenía piedad de Mario Pellón, Manuel Domínguez superaba a un David Penagos que sólo se entregó en el tramo final del concurso (acabó con 139 palos) y Víctor González se imponía a Iván Gómez en la eliminatoria más desequilibrada, toda vez que el de Zurita perdía dos bolas en las dos primeras manos y llegaba a raya alta con apenas 39 bolos. Al final, Iván se retiró tras la quinta mano.
El plato fuerte del Millón siempre ha sido su fase final, la del horario nocturno. La de las noches de verano de corte, manteado y burbujas que agotan el tiempo estival. Claro que, lo único que evocaron los aficionados en Ontoria fue el invierno de un tiempo que empobreció la entrada y retrajo a muchos espectadores a la hora de acudir al corro. Con todo, tres cuartos de entrada, que tal y como está la cosa no es poco. Virgencita, virgencita… El programa era casi inmejorable. Salmón contra Carlos y Manolín contra Víctor. Fue el camargués el que tomó el mando de la primera semifinal gracias a una bola de seis desde el fondo de la bolera.
Las dos primeras tiradas, de dieciséis metros y a la mano, son el punto fuerte de un jugador cuya mentalidad ganadora ha agotado todos los límites. En total 40 tras doce bolas jugadas y una ventaja de cuatro palos. Y es que Carlos apretó para no perder comba a las primeras de cambio. El zurdo sabía que tenía que mantener la distancia, hacer la goma y resistir para dar el hachazo en las dos últimas manos. Claro que, por delante, iba una máquina de arrollar madera que llegó a raya alta con 77 bolos, nueve más que su rival.
Al tramo final llegó Jesús con doce bolos de ventaja. Empujar la bola al pulgar de tiro largo iba a ser su mayor problema, algo que redujo su ventaja antes de encarar la octava a tan sólo tres palos después de quedarse en diez en la penúltima. La subida cumplió en lo numérico y dejó las bolas listas para una bajada tras la que obligó al de Andros a veinte para ganar. Carlos respiró antes de tirar. . Subió siete y colocó dos lanzamientos francos para meter afuera, uno a la mano y otro al pulgar. Tres con uno, cinco con otro y cuatro y cinco con la última. Ganar, empatar o perder. La bola salió rápida de la mano, perdió el primero y se fue con el segundo. Salmón era finalista.
El segundo turno era para dos viejos conocidos. El pasado año se habían visto las caras en varias finales, con dominio de Víctor, y en 2023 se midieron en un torneo de San Isidro que cayó del lado de Domínguez. El de Meruelo vive el mejor momento de su carrera, una etapa de madurez en la que ha puesto al servicio de los bolos el talento que lleva dentro. Con paso seguro, sobre todo seguro, después de tres manos su ventaja era de nuevo bolos. Su rival no había empezado bien, lo que aprovechó el de Borbolla a cerrar la primera parte del concurso con 70 palos pese a no birlar bien en la cuarta, siete más que su rival.
Lejos de su nivel habitual, Víctor estaba metido en concurso, aunque necesitaba subir prestaciones. En el intercambio de posiciones de la quinta mano Manolín miraba de reojo el birle de su rival con preocupación. Y es que tras subir ocho, González había dejado las tres bolas de pegar, lo que se tradujo en un recado que dejó la diferencia entre ambos en el global en un bolo. El ajuste y dos pitonazos de Domínguez terminar por cambiar las tornas y poner por delante a un bolista de Peñacastillo que llegó a la octava mano con dos palos de margen. Los nervios, la tensión, el cansancio…algo hizo mella en el de Borbolla, que con su segunda bola lanzó un caballo que cerró definitivamente sus opciones de disputar la final.
Con la medianoche a tiro de diez minutos, y precedida por la entrega de la medalla de oro de la Federación Española a Julio Gómez, presidente de la Casa Cantabria de México, arrancó una final que podía derivar en el estreno de Víctor en el torneo o en el noveno cheque de un Jesús Salmón que abrió el concurso con una bola de cuatro cuya prolongación quedó justo encima de la línea. Es decir, bola válida. El arreón inicial del camargués fue de 40 palos tras las dos primeras manos, una apuesta que el de Peñacastillo aguantó con dos bolos menos. El primer escollo para el mayor de los Hermanos González estaba salvado.
Víctor, a diferencia de la semifinal, estaba birlando bien. Y cuando Víctor birla bien es un jugador casi imbatible incluso para un Salmón que birló demasiadas bolas de media bolera para atrás en las cuatro primeras tiradas. Con todo, 75 a raya alta. Enfrente, con pitonazo de cierre del primer tramo de la final, otros 75. Equis en la quiniela y murmullos en la grada. Como ya había hecho en la ronda anterior el de Guarnizo marcó territorio en la quinta tirada, aunque esta vez se encontró con una respuesta a la altura del envite. Jesús subió once en la sexta, bajó otros nueve y cerró con veinte su jornada a la mano. En la sexta tirada, 114. Un registro de más 24…que le dejaba a dos palos del líder.
El Millón se iba a resolver al pulgar. En teoría, territorio González. Los fantasmas de Salmón aparecieron cuando cerró la primera bola de la séptima, aunque salvó la mano con catorce, insuficientes ante un Víctor que ya tocaba con los dedos el trofeo. Cinco abajo en el marcador, al de Camargo le tocaba llamar a la puerta del emboque, una dirección a la que encaminó sus lanzamientos sin éxito. Una cerrada ovación premio sus 143 bolos y dio paso al cierre del triunfador, que necesita once para quitarse un peso de encima. Lo logró con la segunda de birle, poniendo el broche de oro a un torneo que, además de ofrecer un gran espectáculo sirve para augurar lo que vendrá en el Nacional. Bolos, bolos y muchos bolos. La bolera está para ello.
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Ana del Castillo
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