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La estadística es una ciencia bien cultivada y trabajada durante muchos años de estudio. Falla, evidentemente, porque que un ciclista haya ganado sus últimas diez ... carreras después de haber desayunado chocolate con churros no significa que no pueda repetir después de apretarse un sobao pasiego. Por ejemplo. Pero cuando en Estados Unidos, que en esto del deporte van varios pasos por encima del resto, controlan hasta cómo se atan los cordones sus deportistas, por algo será. Uno de los parámetros que más usan en Norteamérica es el de la edad. Y en ese aspecto los bolos entraron este viernes en una nueva dimensión después de que Víctor González se convirtiese en el primer bolista de la historia en llegar a su cuarto Campeonato de España, tres de ellos consecutivos, con menos de 30 años (tiene 29). Lo hizo después de batir en la final a Óscar González y superando en la marca a Jesús Salmón, que logró el hito con 30 cumplidos, al Junco, que llegó con 32, e incluso a Tete Rodríguez, que consiguió el póquer con 31. Y eso son palabras mayores.
El de este viernes puede haber sido el principio del fin. O, visto desde el otro lado, el inicio del comienzo. Y es que hasta ahora los más veteranos habían domado a la bestia, entre todos habían frenado el impulso y avance del favorito a ganar todo lo que juega. De hecho, Víctor todavía no ha sido capaz de ganar los dos grandes campeonatos individuales en el mismo año, en parte porque ha tenido enfrente al Junco de Liérganes, uno de los cinco mejores jugadores de la historia (el orden que lo ponga cada uno como quiera) que le ha ganado tres títulos en los últimos años y que, de nuevo, fue el encargado de hacerle sombra.
Sin embargo, año a año, bola a bola, el de Peñacastillo acrecienta su dominio y pronto llegará la fecha en la que no tenga rival a cinco vueltas. Perderá concursos, porque para eso están otros formatos, para dar emoción, e incluso perderá títulos, porque la raza de los Óscar, Salmón, Pedro, Haya o Carlos García les obligará a llevarse algún gran trofeo. Incluso, a mucho no tardar, saldrá algún joven que le pueda hacer sombra (por ahí asoman Mario Pellón o Néstor Viar), pero serán los menos. Y es que con el mayor de los hermanos González los bolos han entrado en otra dimensión, la del deportista, la del atleta, la del bolista que cultiva cuerpo y mente con un solo objetivo: derribar madera.
La facilidad de su juego y la superioridad de Víctor, eso sí, no le resta un ápice de mérito. Al revés. Se enfrenta a una de las mejores generaciones de la historia (de nuevo que cada uno ordene el listado), un elenco que ha dominado las últimas tres décadas y que, con la aparición del de Guarnizo, ha tenido que superarse a sí misma. Pero todo tiene un límite. Y la edad, la maldita edad, no perdona.
Cuando se lanzó la primera bola de semifinales el trofeo tenía ya hueco reservado en la vitrina de Víctor. El de Peñacastillo arrancó tímido, sin arriesgar. Porque estaría feo decirlo, pero casi a medio gas. En tres manos iba más tres y, a partir de ahí, el bolista discreto dio paso al caimán que devora abedul para triturar la caja hasta plantarse en los 144 palos. A efectos prácticos, catorce más que Óscar, su principal rival, y con Rubén Haya en medio con dos más que El Junco. Es de Liérganes es un jugador superlativo, un animal competitivo que pagó su mal concurso de octavos y que nunca, nunca, bajó los brazos.
Con Haya caído en semifinales –espectacular torneo el suyo– y Manuel Domínguez en cuarto lugar, la final arrancó con 23 bolos de ventaja. Óscar había derribado 144 en semifinales, pero nada podía parar al campeón.
En juego estaba algo más que el título. Y es que el de Peñacastillo tenía, además, la oportunidad de quedarse el trofeo de la Copa del Rey en solitario al ser su tercera victoria consecutiva. Óscar lo intentó. Por lo civil, por lo criminal y por la vía del emboque. Sin éxito. A medio concurso la ventaja era de otros diez palos. Al final, fue de 36. Daba igual, los bolos estaban viviendo un momento para la historia.
La última sesión del torneo y de la Semana Bolística había arrancado con los ocho protagonistas mirándose de reojo. Unos en la pelea por la quinta plaza que daba derecho al Banco Santander, otros por el podio y, del cuarto hasta el primero, con el título en el horizonte. Con varias aristas y con una media de edad de 40,5 años, eso contando que el campeón tiene 29 y que otro de los jugadores no pasa de 33. Que cada uno saque sus conclusiones.
Desconocido durante las últimas 48 horas, Carlos García ni siquiera compitió por escalar posiciones, mientras que Alfonso Díaz, espoleado por una queda en la primera mano, completó un concurso de 136 palos que, al menos, hacía a sus predecesores en la clasificación mirar de reojo al marcador. Entrar en el torneo mejor dotado económicamente del curso 2024 estaba en juego, una pelea que se llevó Pablo Lavín. El de Bostronizo finalizó sexto a un bolo de Salmón, pero con el camargués y Víctor ya dentro por la vía del Regional, será el cuarto representante del Nacional en la cita del próximo mes de agosto en Polanco.
La tarde, a nivel de público, fue un éxito a medias. Entre abonos y entradas se agotaron las 912 localidades puestas a la venta, una cantidad a la que había que sumar hasta completar el aforo las disponibles para la organización y las invitaciones de protocolo y autoridades. La Santiago Galas rugió; el recinto, coqueto para la ocasión, arropó a los bolistas y, al fin y al cabo, cumplió con el número de espectadores esperado. Claro que celebrar que la final de un Nacional congrega a un millar de personas es como brindar por el lleno del campo del Velarde en un partido de la Selección Española. Es la realidad de los bolos, no hay otra. Para cambiar la dinámica sólo queda, no queda otra, remangarse. Que no sea por intentarlo.
Acabado el torneo, el campeón reconoció haber ido de más a menos y dio especial mérito al título al tratarse de un campeonato de mucho nivel. «Me he visto bien desde el principio, pero no me salían las cosas. Igual he empezado algo nervioso en las primeras tiradas de los concursos. He sabido reponerme, mejorar en las últimas manos y ser capaz de realizar un gran campeonato»
Al ganar su tercer título seguido, el de Guarnizo obtuvo también el trofeo de la Copa del Rey en propiedad. «Estoy muy contento por quedármela. Significa que han sido tres años muy buenos. Ojalá vengan muchos más». Víctor no quiso dar importancia al récord batido, el de ser el primer jugador menor de 30 años en ganar cuatro títulos nacionales. «Es sólo un dato».
Óscar, por su parte, se mostraba satisfecho por el juego desplegado, pese a no poder subir al primer lugar del cajón. «La valoración es positiva en general, quitando el concurso de octavos, que es el que ha marcado la diferencia para entrar en la final con 23 bolos de desventaja. Estoy contento, he vuelto a una final y ante un gran rival».
Antes de disputarse la final dos históricos del mundo de los bolos recibieron un homenaje. El primero se lo llevó Tete Rodríguez, que recibió una placa que tenía previsto otorgarle la Española en 2009 y que no puedo entregarse en su momento. También obtuvo un obsequio José Manuel García 'El Quillo', por su incansable labor por los bolos en El Puerto de Santa María.
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Ana del Castillo
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