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Únicamente cuatro de las 26 cacerías programadas para el último fin de semana en la Reserva del Saja pudieron celebrarse. Las cuatro en las que ... el monte a batir -Peña Salvorón y Panda Carrielda (Camaleño), Dobra Regaos (Cabezón de Liébana) y Bicobres Sur (a caballo entre Cabezón de Liébana y Cillorigo)- coincidía con el municipio de la cuadrilla que lo tenía asignado o, al menos, de un mínimo de 15 componentes de la misma, número a partir del cual se puede celebrar una batida. El resto, aplazadas al miércoles o al jueves, aunque lo más probable es que acaben siendo suspendidas de forma definitiva. También se pudo cazar en buena parte de los cotos, eso sí, como en el caso anterior, siempre que los cazadores no tuvieran que salir de su término municipal para practicar su afición.
Esta situación, provocada por el confinamiento perimetral impuesto a los ayuntamientos cántabros, ha llevado el desconcierto a los cazadores, ya que la caza no se ha llegado a prohibir y las batidas estaban permitidas, aunque siempre con los límites municipales como referencia lo que, en realidad, es una prohibición de facto para buena parte de las cuadrillas. Además, en el caso de los cazadores de sorda estos límites se extendían a los términos colindantes. Este galimatías, aderezado con todo tipo de rumores, ha provocado un profundo malestar en el colectivo cinegético que, aunque consciente de la gravedad del delicado momento sanitario por el que atraviesa el país, considera, al menos en parte, que la caza debería ser una actividad esencial, apelando a su incuestionable importancia como factor regulador de unas poblaciones de animales salvajes que, sin control, pueden convertirse en un serio problema tanto para el tráfico como para la agricultura y la ganadería.
Y precisamente por eso, la Consejería de Desarrollo Rural, responsable de la caza en la región, está trabajando para tratar de encontrar una solución legal a toda esta situación o, al menos, para definir de forma clara y contundente qué se puede y qué no se puede hacer en el estado actual. Además, se está estudiando qué hacer con las cacerías que se están aplazando. Es decir, se trata de determinar si se pierden o se pueden trasladar. Lo que está claro es que la incidencia económica en las cuadrillas es nula, dado que las batidas, este año, se pagan una vez disfrutadas y no por adelantado como en temporadas anteriores.
El malestar del colectivo de cazadores venía dado además por lo que consideraban un trato desigual con respecto a otras actividades deportivas que sí se han podido celebrar, a pesar de que la caza de jabalí se realiza, obviamente, en el exterior y con una gran separación entre los participantes en una batida.
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Ana del Castillo
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