El ciclista que voló sobre el Puente del Diablo

El pasado domingo el alemán Arnold Fiek patinó durante el empapado G. P. de Lugano, justo al paso por la localidad de Puente del Diablo -el nombre avisa-. Voló diez metros sobre el lago de Lugano. Se cayó al agua. Chapuzón helado. «Al saltar por la barandilla pensé que era el final», confesó. No. Era otro milagro. Tiene dañada la cadera. Pese al dolor, nadó hasta la orilla y se encaramó como pudo a un saliente. Allí esperó, acurrucado, agradecido «a Dios» bajo el Puente del Diablo. El ciclismo es un deporte milagroso.

Fiek tiene 22 años. Es su segunda temporada como profesional. Para él, una carrera como la de Lugano es como el Tour, la oportunidad de medirse a los mejores. No le duró. Lugano, ciudad suiza con acento italiano, es un paraíso salvo en domingos así: fríos, húmedos, con las nubes más bajas que las montañas. Allí ganó en 1953 Fausto Coppi su Mundial. Aquella inolvidable vuelta al circuito en solitario. Y cerca de Lugano, en Puente del Diablo, le esperaba a Fiek su casi salto mortal. «Era una curva resbaladiza», contó a La Gazzetta dello Sport. Trató de agarrarse a la barandilla. No pudo. «Caí al agua. Noté dolor en la pierna. No perdí la consciencia», declaró.

El vuelo duró lo que un fogonazo. Tiempo de sobra para verse morir y para, aliviado, sentirse vivo de nuevo. «La orilla estaba a unos cinco metros. Nadé». Arriba, un policía suizo le miraba, le animaba. Dio la alarma. «Me subí a un murete y esperé allí unos diez minutos», relató Fiek. Tumbado, dolorido. El equipo de socorro recurrió a un pequeño bote. «Mientras estaba allí, pensaba que en el fondo no me había ido tan mal». El primer diagnóstico habla de seis semanas de baja. No es un precio tan alto para un milagro.

Arrollados por motos y vallas

Más caro le salió el golpe al argentino Sepúlveda en la Clásica de Drome, en Francia. También el domingo. Una ráfaga de viento levantó las vallas que anunciaban la meta. Una de ellas salió volando y le dio de lleno al corredor de la Patagonia, que quedó inconsciente, perdió varios dientes y tiene una muñeca machacada. En ese misma carrera, una moto provocó la caída de Danilo Wyss, corredor del BMC, el equipo que el año pasado vio cómo algo igual le sucedía a Van Avermaet cuando iba a ganar la Clásica de San Sebastián. Para ellos no quedan milagros; sólo mala suerte.

El infortunado fin de semana ciclista también tumbó a Stig Broeckx, belga del equipo Lotto. Le han recomendado que denuncie al piloto de la moto-médico que le arrolló y le partió una clavícula el sábado en la Kuurne-Bruselas-Kuurne (victoria de Jasper Stuyven). Broekx, como Wyss, acabó abatido por una moto de carrera. «¡Es una vergüenza! ¡Ya basta!», claman desde el BMC. A este ritmo van a hacer falta más milagros.