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Gonzalo Aja con el maillot del Kas, durante aquella temporada de 1974.
"En el Mont du Chat solté a Merckx, pero me cogió en la misma línea de meta"
Ciclismo

"En el Mont du Chat solté a Merckx, pero me cogió en la misma línea de meta"

El Tour 2017 recupera el puerto alpino que Gonzalo Aja, en 1974, coronó en solitario cuando era segundo en la general

Marcos Menocal

Domingo, 23 de octubre 2016, 08:01

«Non, non...». Repetía entre jadeos Eddy Merckx a un Gonzalo Aja Lalo resignado a su suerte. Quedaban apenas cien metros para la meta de una de las etapas más duras del Tour de Francia de 1974. El cántabro había soltado de rueda al belga y a todos los favoritos en el último puerto, el col de Mont du Chat. Había coronado en solitario después de «arrancar con todo» en plena ascensión, recuerda. Aventajó en más de un minuto y medio en la cumbre al Canibal. Se lanzó a tumba abierta; la meta estaba a 20 kilómetros. Sufrió lo indecible y cuando llegó al último kilómetro miró por primera vez atrás.«Oía las sirenas y allí vi su cabeza agachada y sus pelos largos. Me echó mano debajo de los banderines», lamenta el de Matienzo. «Non, non...», repetía Merckx. Aja le pidió que después de la exhibición que había dado le dejase ganar la etapa, pero el belga haciendo honor a su estilo le dijo que no. «Ese año le hice sufrir de lo lindo», esboza orgulloso el exciclista cántabro.

El año que viene, el Tour de Francia recupera, precisamente, el último coloso alpino en el que Aja se quedó solo, el Mont du Chat.«Es un puerto de doce kilómetros muy duro. Tiene mucha curva y pendientes duras. Recuerdo que llegamos allí después de subir cuatro o cinco ya...». En 2017 ocurrirá igual. La novena etapa unirá Nantua y Chambéry, después de recorrer 181 kilómetros y antes de llegar al Mont du Chat, de Primera Categoría, se ascenderán tres puertos de categoría especial: Neyrolles, La Biche y Grand Colombier. La jornada acumula 4.600 metros de desnivel, una auténtica aventura. La próxima edición de la ronda francesa mantiene el mismo formato que el de aquel día de hace 42 años, se asciende, pero no será final de etapa. Habrá que bajarlo. «La subida es exigente, hace daño, pero la bajada la recuerdo peligrosa. Cuando aquello la carretera no estaba bien...». En 2017 habrá cuarenta kilómetros hasta la línea de meta.

Aja se la jugó en cada curva; sonríe cuando lo recuerda, pero se apresura en rememorar todos los riesgos que asumió. Para colmo, ese día estrenó una nueva bicicleta. Pesaba ocho kilos, que para la época era inconcebible; sin embargo, aquel pesaje se había conseguido a base de retar al destino. «Era un Marotias que tenía un espesor de tres pulgadas. Poquísimo. Le habíamos agujereado por todos los lados para aligerarle», señala mientras se lleva las manos a la cabeza. La burra perdió inestabilidad y en cada giro, Aja se veía en la cuneta. «Lo pasé muy mal». Ciclismo de antes.

Fue una etapa de las de siempre. «Hubo guerra de salida».Los favoritos no esperaban. Cualquier repecho servía. Reinaba la prisa y cualquier recodo era suficiente para montar una guerra. Sin embargo, eran batallas entre caballeros. «Antes de subir el Mont du Chat yo me quedé sin agua y sin comida. Merckx se acercó al coche de su director y le pidió uno para mí. Por la noche fui a su habitación a agradecérselo», recuerda el cántabro. Gestos. Nobleza a pedales. «A Merckx le gustaba ganar a los mejores y sin ayudas». Soberbio.

«Aya, mu forte enemigo...»

En 1974, Gonzalo Aja estaba desatado. «Monté cada lío en los puertos...», indica orgulloso. De aquella etapa, el cántabro salió segundo en la general. Días antes había dado un auténtico recital en la jornada en la que se ascendió el Mont Ventoux. «Coroné primero, con 58 segundos sobre Merckx y Poulidor. Ese año contaba para la general el tiempo del escapado con respecto al grupo en el paso por la cima, así que les aventajé en casi un minuto». Nadie le seguía subiendo. Reinó en el Tourmalet y en muchos otros puertos y «sin querer, casi gano la montaña.No se la disputé a Perurena, mi compañero, porque me ayudó mucho ese Tour».

«Aya, Aya... mu forte enemigo», repetía Eddy Merckx en una mezcla entre castellano y flamenco que sonaba «gracioso». Al belga le gustaba ganar siempre, pero «limpiamente». No quería ayudas extras ni desgracias ajenas. El de Matienzo se encargó de hacerle sufrir más de lo esperado. Su memoria es milimétrica. Se acuerda de cada puerto, curva y bache en la carretera. Y aunque le cuesta, pues su modestia se lo impide, termina sincerándose. «Ese año pude ganar el Tour de Francia. Lo digo de verdad. Tenía 28 años y estaba muy fuerte. Arrancaba tantas veces que decían, deja a este loco...». Todos los diarios franceses, italianos y belgas llevaban a su portada el nombre del cántabro. «Aja puede ganar el Tour, decían los periodistas».

Fue entonces cuando la fatalidad se cruzó en su camino. Se corría una etapa pirenaica con salida en la Seu dUrgell y llegada a Saint Lary Soulan. Un belga se cruzó en su camino y lo tiró de la bicicleta. Su cuerpo se golpeó bruscamente contra un mojón de la carretera, dañándose el sacro. «Nunca sabré si me tiraron o me caí. Sufrí 150 kilómetros con una fisura en el sacro. Perdí tres minutos y caí a la quinta posición». Hasta el Canibal fue aquella noche a interesarse por el estado de salud de Aja. Una caída pudo con lo que parecía que nadie iba a poder. Ni la amenaza de la banda terrorista ETA había podido con el cántabro.«Una noche encontré una carta en mi habitación en la que se me pedía que abandonase el Tour o correría riesgo mi vida». No lo hizo. Era «el sueño de toda una vida y no iba a renunciar».Durmió con dos gendarmes en su puerta hasta París. Nada podía con Aja, salvo aquel mojón en la carretera. El año que viene, cuando el Tour ascienda Mont du Chat, Lalo volverá a ser protagonista.

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