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Antonio, su hijo, reconoce con emoción que lo peor ha sido «no despedirse de él». Y que «si no llega a ser por el covid, nos dura un año más». Este sábado, Antonio San Miguel (Santander, 1920), fallecía en el hospital de ... Sierrallana, en Torrelavega. El maldito coronavirus llena de tristeza a una familia y también, a todo el ciclismo cántabro. Porque Antonio fue de esas personas enamoradas de este deporte. Implicado en mil carreras, regente de una tienda de bicicletas, presidente de la Federación Cántabra, mentor de ciclistas -uno de los nombres míticos del ciclismo español, José Pérez Francés, lo es gracias a él-...
El ciclismo ganó a una de esas personas imprescindibles que trabajan para los demás porque, seguramente, perdió a una gran figura. En 1938, en plena guerra civil, se organiza una competición entre Santander y Torrelavega. La primera subida a la cuesta de La Atalaya, ese muro más propio de una clásica holandesa o belga que martiriza las piernas de los santanderinos. «De Torrelavega vino un tren lleno de gente», cuenta el hijo orgulloso. Y su padre, con sus 18 añucos y apenas 55 kilos, voló sobre esa cuesta para ser primero en la meta. «Le bajaron a hombros desde los Salesianos», rememora su hijo Antonio. La razón de que Antonio San Miguel no figure con letras mayúsculas en la historia del ciclismo español la tiene la propia contienda. «Estuvo en la guerra, por media España. Pero seguro que hubiese sido como Vicente Trueba». En los estudios, era tan aplicado que «en el colegio de Soto de la Marina, el profesor llamó a su padre para decirle que no podía enseñarle más. Que era muy inteligente y que lo mejor era que se fuese a Santander a estudiar».
Si la guerra cortó la progresión como ciclista de élite de Antonio San Miguel, la pasión por su deporte -también era un forofo del Racing; tenía el carné con el número 103- no terminaría nunca. Ciclos San Miguel primero, y luego Comercial San Miguel, se convirtieron en lugares obligados en Santander para aquel que quisiera comprarse -o arreglar- una bici.
Organizador de las llegadas de la Vuelta a España en la región, Antonio San Miguel también trajo a ciclistas de relumbrón a correr por Cantabria. «Animó a Luis Ocaña, cuando ya había ganado el Tour, a correr un Circuito Montañés. Y vino», apunta su hijo. El afecto de todo el ciclismo regional se plasmaba en los encuentros que las leyendas cántabras de este deporte han realizado en los últimos años, en los que ya era el más veterano. De sus tres hijos -viven dos-, sólo Antonio ha heredado su pasión por la bicicleta. «Con 77 años, hago unos cuantos kilómetros al día», señala con una sonrisa emocionada en un día muy triste para su familia y para el ciclismo cántabro.
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