Adiós al último competidor del ciclismo

Alberto siempre fue un ciclista muy risueño, alegre y con las ideas claras. Sabía que era un buen escalador, sabía de sus posibilidades y sabía que tenía que crecer. Siempre ha tenido muy claras las cosas. Se formó con nosotros en la ONCE y me duró muy poco en sub 23, porque pronto vi que estaba para pasar a profesionales, y a partir de entonces vivimos de todo juntos. Ya en 2003 como neo ganó una contrarreloj en la Vuelta a Polonia, pero después nos tocó sufrir los sinsabores de su enfermedad. Fue duro, pero el equipo y los patrocinadores se portaron extraordinariamente y pudimos estar con él en un momento muy complicado en el que demostró una gran entereza en todo momento.

Recuerdo estar en casa, en Torrelavega, pasando unos días la familia y recibir una llamada desde Madrid. Le había dado un ataque y tuve que salir a toda prisa a las dos de la mañana. Fueron momentos difíciles, porque hasta que dimos con una especialista tampoco comprendíamos muy bien la enfermedad que sufría. Fue un época muy complicada, pero que también le ayudó a madurar mucho y a crecer en todos los sentidos, porque nosotros sabíamos que con Alberto teníamos un posible ganador de Tour, pero hasta que al final lo gana eso nunca se puede asegurar.

¿Por qué? Por mucho que se quiera prever, por mucho que se trabaje o condiciones innatas que tenga, al final todo gran campeón tiene que hacer sacrificios que nadie puede ni imaginar para ganar. Tanto en la competición como en los entrenamientos y en la vida diaria. Son multitud de renuncias; renuncias familiares, renuncias de amistades... Renuncias a hacer lo que cualquier persona se supone que hace a los 22 años. Y él se supo sacrificar.

Por eso no me gusta que ahora, justo cuando anuncia su retirada, se hable de esa sanción de dos años para ponerle en duda. Aquello fue un tropiezo en su vida; se tomó una decisión que creo un poco más injusta que justa y lo pagó muy caro. Son cosas que pasan y hay que aceptar como son, pero tratar de afearle toda su carrera con ese argumento justo en el momento en que dice adiós me parece un poco mezquino. Por contra, a los que pertenecemos al deporte, a los que sentimos el deporte, siempre nos quedará en la retina otra cosa. Le vi ganar ese Giro y ese Tour de los que después le desposeyeron, y para mí es como si los hubiera ganado.

También aquello lo superó, como aquel 2006 que se nos ha quedado grabado a todos los que formábamos un Astana en el que también corría Alberto. Justo al año siguiente ganó su primer Tour y yo no vi ninguna etapa, porque para mí todavía era muy complicado seguir el ciclismo después de todo lo que había pasado. Alberto Contador tenía contrato con nosotros hasta 2009, pero nos habían desarmado un equipo extraordinario de una forma por la que aún me siento robado por el Gobierno español y se tuvo que buscar la vida.

Pero al margen de esos momentos dolorosos, hoy queda el recuerdo imborrable del gran campeón que deja el ciclismo. Se va el último gran competidor del ciclismo. Ya solo Nibali tiene esa misma capacidad de sacrificio e imaginación para convertir el ciclismo en una fiesta a cada kilómetro, y no solo en los tres últimos. Vendrán más campeones, pero Alberto Contador nos hizo sentir que la fiesta del ciclismo empieza en la salida y termina en la meta, sin limitarse a la rampa del último puerto.

Me despido con una reflexión. Se nos ha ido Purito, ahora Contador anuncia que lo deja y me da que también Samuel Sánchez está pensando lo mismo. Solo nos queda Valverde, que es incluso mayor que Alberto. ¿Alguien se pregunta cómo va a quedar el ciclismo español después de esta noticia?