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Cantabria fue importante en la carrera de Federico Martín Bahamontes. Por cosas buenas, como su inseparable gregario, Julio San Emeterio. O por su triunfo en una etapa de La Vuelta entre Santander y Mieres. O por su victoria en el Circuito Sardinero, en 1953. Pero ... lo más sonado que le sucedió al 'Águila de Toledo' por estas tierras no fue tan positivo. Todo acabó con un mosqueo terrible por defender al propio San Emeterio, una pelea en plena carretera y una llegada fuera de control a Santander. Bahamontes nunca más volvió a correr La Vuelta después de aquello.
Era el año 1960. El manchego venía fuerte en la ronda española. Ganador de la etapa 13 en San Sebastián y segundo en la siguiente, en Vitoria. Pero no estaba contento, precisamente. Porque en la capital alavesa, Julio San Emeterio llegó fuera de control. Descalificado. Bahamontes, enfurecido, amenazó con no tomar la salida al día siguiente si no se repescaba al cántabro. Era todo un vigente campeón del Tour de Francia. Un pulso. Y su demanda no era un capricho después de que la propia organización permitiese volver a Carlos Pérez, quien también superó el tiempo máximo en meta en otra etapa para mantener un número digno de participantes. El equipo Licor 43 dijo que, si San Emeterio era indultado, se iba para casa con los cuatro ciclistas que le quedaban en carrera. El jurado, contra las cuerdas, mantuvo su decisión de dejar fuera al torrelaveguense.
A pesar de todo, San Emeterio se presentó al día siguiente en la línea de salida, junto a Bahamontes, con la intención de participar. El cántabro no se salió con la suya y el líder del Faema, solo y ofuscado, completó la jornada de paseo, en forma de protesta. «Se retrasó deliberadamente, coaccionando a sus compañeros de pelotón rezagados, para que ninguno de ellos acortase la distancia que les permitiera llegar a Santander dentro del tiempo reglamentario. Además, rechazó la ayuda de sus 'coequipiers'», explicó La Vuelta en un comunicado.
El director de la prueba, Luis Bergareche, avisó a Bahamontes: «Si abandonas, no creas que la cosa queda en nada; tú y tu reconocimiento internacional podéis salir muy perjudicados». El ciclista respondió: «Sigo, pero si me ocurre algo, ustedes serán los únicos responsables». Algo se olía el toledano.
Recién cruzada la frontera entre Euskadi y Cantabria, a la altura de Saltacaballo, follón. Un grupo de aficionados increpó al 'Águila de Toledo', que ya venía caliente. Así que el ciclista se bajó de la bici y, con la bomba de hinchar las ruedas en la mano, se fue a la batalla junto a su compañero José Herrero Berrendero.
Bahamontes llegó a la meta de Santander una hora después de que se cerrase el control. Y nunca más participaría en una Vuelta a España. Así, probablemente se dejó en Cantabria la opción de haber ganado alguna edición de la ronda española.
Sin embargo, sin un cántabro es posible que el toledano nunca hubiese vencido la mejor carrera del mundo: el Tour de Francia. Julio San Emeterio (Torrelavega, 31 de marzo de 1930-San Felices de Buelna, 28 de abril de 2010) fue el mejor de sus gregarios. Al que posteriormente fuese director del Teka sólo le faltó arropar a Bahamontes antes de dormirse. El manchego lo reconoció cuando 'Julito', como le conocía cariñosamente, falleció en 2010: «Lo fue todo para mí. Un compañero de habitación que ha sufrido los pros y contras de este deporte y un bahamontista acérrimo que siempre trató de ayudarme».
Santander vio ganar a Federico Martín Bahamontes. No en la ronda española, donde llegó décimo en 1957 –en la siguiente jornada, con salida en la capital cántabra y meta en Mieres sí cruzó el primero la meta– y decimoquinto un año después, así como quinto en una crono entre Bilbao y Castro Urdiales, en ese 1958. El toledano voló en una prueba que se celebró entre los años cuarenta y cincuenta, llamada Circuito Sardinero. Precisamente, la suya fue la última edición, el 25 de agosto de 1953. En unos días se cumplirán setenta años de aquello. Sobre un circuito al que había que dar quince vueltas –cincuenta kilómetros–, Bahamontes demostró ser el más fuerte, con una velocidad media de 34 kilómetros por hora. A falta de dos giros, atacó a sus rivales, que ya no le volvieron a ver hasta el podio. Miguel Bover y Antonio Castell fueron sus acompañantes.
Notorio fue también su encontronazo con otro ciclista montañés: José Pérez Francés. El mayor éxito del corredor de Peñacastillo, su tercer puesto en el Tour de 1963, quedó ensombrecido por la falta de entendimiento con Bahamontes. En la décima etapa, entre Pau y Bagnères de Bigorre, en el descenso del Aubisque, Bahamontes se negó a colaborar en los relevos con Pérez Francés y los dos españoles fueron cazados por Poulidor y Anquetil. El santanderino no le perdonaría nunca y juró venganza. Días después, cuando Bahamontes iba fugado camino de Chamonix para conquistar el Tour, Pérez Francés se puso al servicio de Anquetil y llevó en volandas al francés hacia el triunfo. Ojo por ojo y pedalada por pedalada.
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