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Y ya si eso, pues subo dos veces más...! Borja Ortiz perdió la cuenta y se regaló dos ascensiones más al Collado de Pelea, en pleno Macizo Oriental de Los Picos de Europa y lo que empezó como un reto con veinte ascensiones se convirtieron ... en 22. «Calculé lo que iba a tardar y acabé antes de tiempo así que subí dos veces más para que me sacaran fotos cuando llegase la gente».
Este Quijote sin rumbo se metió el fin de semana entre pecho y espalda 10.200 metros de desnivel positivo a base de ascender las impresionantes rampas de este minicoloso lebaniego de apenas 2,8 kilómetros de longitud y rampas de hasta el 36%. «Es una pasada. Me fijé en él una vez que vine por aquí y decidí que era el sitio ideal», asegura ahora que se recupera de la paliza. ¿Ideal para qué? Dirán ustedes.
Borja salió el viernes a las 9.00 horas de la base del puerto y acabó el sábado a las 7.00 horas. «Dos horas antes de lo que pensé», exclama. Y ese desajuste decidió paliarlo subiendo otras dos veces «mientras llegaban los amigos». Claro, se quedó con ganas. Total que acabó a las 9.45 horas y después «a desayunar». Como si no. Sin problema.
El Collado de Pelea es una pared que emerge en Cabañes (Liébana), a diez kilómetros de Potes, en un desvió a la derecha al llega a Tama. Si Reinhold Messner, uno de los mejores alpinistas de la historia decía que subía las montañas «porque estaban ahí», este santanderino es de su escuela. «Me gustan los retos. Aprovechando que es el Año Lebaniego me ofrecieron subir a Santo Toribio, pero... Preferí esto», explica este intrépido aventurero. Borja Ortiz montó una pizarra en Cabañes y cada vez que bajaba apuntaba el tiempo que había tardado y las veces que había subido. Por si acaso se le olvidaba. «Unos plátanos, agua, algo de arroz...», recuerda su dieta.
El terreno por el que circuló las 24 horas que duró su locura era de «hormigón rallado y hay veces que parece que te caes para atrás». Cumplió con una bicicleta de montaña a la que tiene secuestrada porque ya la obligó a subir Los Machucos 26 veces -aquella ocasión fueron más de 20.000 metros de desnivel- en 2021. Con un desarrollo de 22 dientes en el plato y 34 en el piñón se lió la manta a la cabeza. «Me acompañó en alguna subida un guardia civil del Gren de Potes y me decía: 'Esto es muy duro'».
«Un reto te lleva a otro», dice sin que le produzca vértigo algunas de las hazañas que ha dejado atrás. El Collado de Pelea se suma a aquella vez que le dio por echarse a nadar en la playa de El Camello, en Santander, y salir en el muelle de San Vicente de la Barquera, o cuando cruzo a nado del oriente hasta el occidente la costa cántabra. Corre, nada, pedalea... No tiene calo. «En casa siempre me dicen que si es el último, pero es que a mí me gustan estas cosas», insiste sin ninguna intención de convencer a nadie. Lo suyo es una manía propia, comprende que no le sigan. «Entiendo que a veces piensen que estoy loco. A mi me gustaría hacerlo por una causa noble; alguna vez lo he hecho, pero si no, no pasa nada», señala el amigo Borja, que ya le está dando vueltas el próximo desafío. «Algo se me ocurrirá», barrunta.
Amigos, familiares y autoridades de la comarca lebaniega se acercaron a última hora a ver cómo le iba y dieron fe de que al santanderino le quedaban pilas para más. Eso sí, en estas aventuras conviene no hacer muchos cambios. «No lo pasé mal en ninguna de las 20 subidas, en cambio en la 21, la que hice de más, me tomé un gel energético y me reventó el estomago. Casi me tengo que parar», confiesa. Al chico todo le parece poco y claro se le fue la confianza. Pero vamos, que le duró un ratín y luego ya estaba contando la historia.
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