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Cualquier ciclista que se sienta en la burra y da la primera pedalada para salir a entrenar, empieza a ponerse en guardia. Toda precaución es poca a la hora de salir a la carretera. Pero si además, se está privado de un sentido esencial como ... es el oído, la cosa se complica. Aunque ser sordo no impide al cántabro Antonio Marín (Murcia, 10 de octubre de 1979) ser un consumado ciclista. Tanto que en el pasado Campeonato de España Paralímpico en Carretera, que se celebró en la localidad murciana de Caravaca de la Cruz, fue bronce en la prueba contrarreloj -a unos respetables casi 34 kilómetros por hora de media- y plata en la de ruta representando a la selección de Cantabria.
Marín, 'cántabro' desde que hace un par de años se trasladase desde Murcia a la región -además su esposa es de Maliaño- aterrizó en el ciclismo hace «casi 20 años. Antes era jugador de fútbol sala. Pero la bicicleta de montaña y el ciclismo me dejaron enamorado». Pero aunque pedalear es lo mismo para todas las personas, ser sordo hace afrontar de una forma distinta este deporte. «Necesitamos entrenar más, por el tema del equilibrio. Al no oír, en la técnica una persona que no es sorda nos saca ventaja». Así que no queda otra que trabajar ese aspecto técnico sobre la bicicleta, «para afinar ese punto débil. Por lo demás, todo genial». Marín compite usualmente con personas que oyen, «pero tengo que estar más pendiente de los que me adelantan. Estar seguro de mi puesto y pendiente del de los demás, porque ellos no saben que soy sordo». En las competiciones, se quita el audífono, «por problemas de aire y sudor». En Caravaca, esperaba conseguir un buen resultado. «Llevaba buenas sensaciones esta temporada. Confiaba en mi potencial y hemos conseguido los objetivos, traer medallas para Cantabria. Aunque aún falta el Campeonato de España de mountain bike, mi prueba favorita».
Dentro del ciclismo, la gran pasión de Antonio le sirve también para evitar los peligros de la carretera, inherentes a todo ciclista y agravados para él. La bicicleta de montaña es la vía de escape para entrenar con seguridad. «Me gusta más la mountain bike porque me siento más seguro en el monte. Aunque en el ciclismo es obligatorio hacer buenos entrenamientos, cuando salgo solo a entrenar suelo buscar la seguridad», reconoce. Su dedicación al ciclismo es grande. «Suelo entrenar entre dos horas y media y tres horas al día. Los fines de semana en los que no hay competiciones hago tiradas largas». Los montes de Cantabria son lugares habituales en los que encontrarle. «Me encantan todos los puertos de Los 10.000 del Soplao. Mi favorito es el Negreo».
El buen hacer de Antonio Marín ya le ha permitido competir con España en la competición más importante para personas sordas. Los Deaflympics, algo así como los Juegos Paralímpicos para sordos. Marín participó en 2022 en los que se celebraron en Caxias do Sul, en Brasil. Y no fue medalla por muy poco. En la prueba de bicicleta de montaña, «estuve toda la carrera en la medalla de bronce. Pero al final, quedé cuarto. Diploma olímpico y contento de darlo todo». Apenas un minuto y cinco segundos le separaron de una medalla que se llevó el estadounidense Michael Klish. Pero no está lejos la siguiente oportunidad. Tokio, en 2025, será la ciudad que acoja otra edición de los Deaflympics. «Hacer otros Juegos más sería un honor», recalca. «El seleccionador nacional sabe de mi potencial en bicicleta de montaña».
Mecánico de camiones de profesión -trabaja en Iveco Covei-. el día le da para compaginar trabajo y deporte. «El ciclismo es una pasión para mí», recalca. Y no se pone fecha de caducidad. «Tengo piernas todavía, espero seguir así. Aunque no me voy bajar de la bici nunca. Es un estilo de vida para estar en forma y bien de salud».
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