Secciones
Servicios
Destacamos
Cómo duele que se nos vayan los mejores. El nombre de José Pérez Francés todavía me suena en las retransmisiones deportivas con sabor a grandes gestas. Emocionaba los tonos de los cronistas que nos trasladaban el entusiasmo de un corredor que sobre todo tenía ... un enorme coraje en sus piernas y en su corazón.
Es cierto que Pérez Francés era poco sociable y bastante arisco. Fue una pena que su mayor éxito estuviera ensombrecido por la falta de entendimiento con Federico Martín Bahamontes en el Tour de 1963. En la décima etapa, Bahamontes se negó a dar relevos a Pérez Francés y los dos españoles fueron cazados por Poulidor y Anquetil. El santanderino no le perdonaría nunca y juró venganza. Días después, cuando Bahamontes iba fugado camino de Chamonix para conquistar el Tour, Pérez Francés se puso al servicio de Jacques Anquetil y llevó en volandas al francés para el triunfo final.
Pero su enorme coraje lo demostró en el Tour de 1965. Fue Antonio San Miguel, su confidente y descubridor, el que me contó la bella historia que ocurrió el 2 de julio de 1965 en una de las etapas del Tour que terminaba en Barcelona. El día anterior Pérez Francés se agarró un cabreo monumental porque ningún compañero de su equipo, el Ferrys, le ayudó en un desfallecimiento. Tuvo que recuperarse solo y cuando llegó a la meta le dijo a su director que no tomaría la salida al día siguiente. San Miguel fue el único capaz de convencerle para subirse a la bicicleta con un reto imposible de rechazar: «¿Quieres retirarte?, pues hazlo ganando la etapa».
Al día siguiente, Pérez Francés emprendió el camino de la undécima etapa del Tour de Francia entre Ax Les Thermes y Barcelona. Había por delante 243 kilómetros. Se escapó en el kilómetro 17 y comenzó a sacar ventaja y ventaja sobre un pelotón que pensaba que aquello era una locura. Pero entre las locuras y las heroicidades, no hay tanta distancia.
Entró en primer lugar en el puerto de Puymorens, a un minuto y cuarenta y cinco segundos del pelotón, comandado por el líder, Felice Gimondi. Cuando pasó la frontera, estuvo arropado por el público español, entusiasmado al ver a uno de sus compatriotas en primera posición. En el alto de la collada de Tosses, Pérez Francés había obtenido una ventaja de ocho minutos y treinta segundos. Su entrada en Barcelona, ciudad donde residía, fue apoteósica. Lástima que no conociéramos el potencial de un Pérez Francés menos temperamental.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.