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Aquel día notaba la 'patada'. Esa sensación que se tiene cuando uno es ciclista y va 'súper'. Venía de vuelta para casa y a la altura de Mirones un bache se entrometió en su camino. «Salimos volando». Ángel Madrazo Ruiz (Santander, 1988) no olvidará el ... 14 de julio de 2023. Al dar la cinta para atrás aparece ensangrentado en una cuneta sin saber muy bien de dónde brota la sangre. «Me preocupé de mi compañero de entrenamiento, que no se movía». Un cocinero de Lunada que pasaba por allí le aplicó un delantal a modo de tapón y directo al Hospital de Valdecilla en ambulancia. Operación de urgencia de la fractura abierta del olécranon con desplazamiento. «Por la noche, después de operarme, creí morirme. El dolor era brutal». Han pasado seis meses y al 'Gorrión', el codo derecho no ha dejado de dolerle, pero mucho menos que sus dudas. «La incertidumbre de saber qué va a pasar es mucho más duro que cualquier día de perros en bicicleta», admite. Antes de aquel bache sus miras estaban puestas en la Clásica de Ordizia, San Sebastián, la Vuelta a España... Su calendario era volátil, como lo había sido los últimos quince años, pero ahora no lo es. «Para un deportista de élite, el parar, el dejar de estar tan activo no es nada sencillo. Te cambia el mundo», explica.
Ángel, a quien nunca le abandona esa simpática sonrisa, admite que «los dos o tres primeros meses, psicológicamente son muy duros». No es nada sencillo «pasar de estar tan ocupado y con tantas responsabilidades a no hacer nada». La primera operación dio paso a la segunda. Su codo no respondía. «Yo veía que algo no iba bien porque no doblaba lo que tenía que doblar ni se extendía...». Su equipo, el Burgos-BH, donde se había sentido como en casa las últimas cinco temporadas y con quien había apalabrado una posible continuidad, no podía renovarle. «No puedo garantizarles el correr. Las operaciones, la rehabilitación... No puedo asegurarlo y hay que hacer un parón y ya veremos». A pesar de ese alarmante positivismo del que siempre hace gala, incluso cuando la carretera se pone cuesta arriba, hay momentos en que su voz se quiebra al reconocer lo duro que se le hicieron aquellos días. «Sientes que por todo lo que has luchado, por ser tú mismo, se está desmoronando. Le das muchas vueltas». Pronto se le pone la cara de siempre y se saca un tópico al uso: «Soy como el Cholo, él partido a partido y yo día a día».
Por muchas tardes de sofá que haya pasado estos meses, al 'Gorrión' nadie le quita de la cabeza su único plan a seguir: «No tengo otro. Por ahora no quiero ni pensar más allá. Quiero seguir siendo lo que he sido, ciclista profesional, y ya está. Ya veremos». Su vida va a pedales. No la entiende de otra forma. «Mi casa, mi coche, lo que tengo... Se lo debo a la bicicleta y por eso no puedo pensar en otra cosa», explica el santanderino, quien además se autoimpone, como si se tratara de un día duro en la oficina sobre las rampas de cualquier puerto de montaña, seguir y seguir. «Tengo tres hijos y si quiero que ellos se esfuercen en todo lo que les traerá la vida, ¿cómo voy yo a rendirme?». En unos días se enfrentará a esa tercera operación; la primera fue de urgencia, la segunda para retirar las adherencias y esta para lograr que ese brazo estire y responda como debe. «Es siempre algo que intimida. Los doctores te dicen que todo irá bien, pero piensas: ¿Cómo quedará?».
Más que la operación, que también, lo que realmente le atrapa en sus pensamientos es la rehabilitación posterior. «Solo pensar el dolor que pasaba en esos cuarenta o cincuenta minutos que me andaban en el brazo...». Se muerde el labio y arquea las cejas. Suspira. No quiere que pase, pero sabe que no hay otro camino.
Difícil de llevar «Para un deportista de élite estar parado tanto tiempo no es sencillo. Te cambia el mundo»
Burgos-BH «No podía garantizarles el poder correr y eso impidió renovar. Hay que parar y a ver»
Lo peor «Los dos o tres primeros meses fueron muy duros psicológicamente. Lo pasé muy mal»
Objetivo prioritario «No quiero pensar más allá. Quiero seguir siendo lo que he sido, ciclista. No voy a rendirme»
Otra operación «El quirófano intimida. Esa incertidumbre de cómo quedará es la que te mata»
Su vida empezó en el barrio de Cazoña, donde le faltaba tiempo para aparcar los libros y darle patadas a un balón. Las primeras carreras eran la excusa para que después le comprasen un helado. Pero al chico se le daba bien dar pedales. «Allí empezó todo». Han pasado casi 30 años y ahora está en la carrera más difícil. Le están apretando tanto -como si fuese en el pelotón- para 'soltarle' que no puede levantar la cabeza. «Mi familia. Mis hijos, los tres pequeñajos, mi pareja, Asun, y la gente que me quiere sí que me ayuda», señala con orgullo. Cuando dejan de sonar las sirenas de los coches que abren carrera o ya no hay imperdibles con los que colgar un dorsal todo se vuelve más complicado de lo que se había imaginado: «Jamás había estado tanto tiempo parado, ni cuando era un 'escuelilla'».
Levantarse con una rigurosa rutina, con tantos deberes por hacer es una tortura cuando se es profesional, sin embargo nadie sabe en qué se convierte cuando desaparece. «Los doctores me dejan hacer vida normal, otros deportes, pero rodar en bicicleta no. Otra caída sería fatal», admite. «Lo necesitas para no caer en una depresión». Así que cuando le sube el veneno se calza las zapatillas y sale por la puerta «y cinco, diez o quince kilómetros a lo que salga, da igual». Esa agitación, ese poner al límite su cuerpo, es vida para el Gorrión. «El otro día salí y jarreaba, pero qué más da». Sonríe. Con la misma sonrisa de siempre.
Muchos de los objetivos que a Ángel le pasaban por la cabeza se detuvieron en aquel bache antes de llegar a Mirones. «La carretera, el gravel, el ciclocross... Siempre he tenido en mente que de una u otra manera quería seguir vinculado al ciclismo», añade el santanderino. Será después de esa operación cuando su calendario se empezará a clarificar de una vez por todas. Hasta ahora ha ido a salto de mata, pendiente de ese dichoso brazo en el que una cicatriz se entremezcla sin permiso con sus múltiples tatuajes.
El Gorrión no puede coger la bicicleta, pero sus hijos no se bajan de ella. «El pequeño, madre mía, no para. No hay quién pueda con él». El otro día, Ángel sacó del garaje la 'burra' con la que ganó en Javalambre aquella etapa de la Vuelta a España y se la dejó. «Me decía, Papá, ¿y si la rompo?». Aquel día se metió en el bolsillo a la comunidad ciclista. La naturalidad y el carisma que desbordó le convirtieron en un símbolo del positivismo. Necesita recuperar la misma fuerza mental que le llevó a estirar los brazos más que nunca. Precisamente lo que ahora busca con anhelo para que el resto venga detrás.
«Ya digo que no quiero tener un plan B. Mis padres me enseñaron que hay que ser honesto y trabajador y si no es un sitio será en otro, pero, ¿renunciar a lo que he sido...? Para eso no ha llegado aún la hora», concluye Ángel. Le cuesta trabajo hasta escuchar la palabra jubilado. «Es que tengo tantas ideas, proyectos, ganas... Pero la incertidumbre y el esperar es psicológicamente difícil de llevar, pero bueno... Seguro que hay cosas más duras». Acaba de atender a El Diario y se va a la Federación Cántabra de Ciclismo. Quiere echar una mano a los pequeños mientras dure su convalecencia. Se aleja con las manos en los bolsillos al tiempo que atraviesa el parque donde tantos bocadillos apuró al salir del 'cole'. En la cafetería del barrio le reconocen. «Sí hombre sí, este es una institución aquí», dice el dueño.
A Ángel le queda una bala más en la recámara y la va a gastar peleando. «Sí, es lo que he hecho siempre y ahora una más. A ver qué sale».
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