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La clasificación que hay en toda carrera dice que el torrelaveguense Roberto Fernández y la vizcaína Ainara Arroyo fueron los primeros en llegar en sus respectivas categorías. Pero en Los 10.000 del Soplao eso nunca ha sido lo primordial. Y menos este sábado. El ... Infierno Cántabro regresaba tras dos años de ausencia debido a la pandemia. Y 3.680 valientes se dieron cita en la salida para retarse a sí mismos y recobrar la normalidad hurtada por el covid. El mayor evento deportivo de Cantabria regresó por todo lo alto. Como si nunca se hubiese ido. Roberto fue quien dio paso a multitud de historias, de motivos, de retos personales. El Soplao en estado puro. Ese que, por mucho que se sufra, anima a repetir el próximo año.
A las seis y media de la mañana la luz ya despuntaba en un cielo enmarañado de nubes, pero con una temperatura ideal incluso a esa hora. Un tiempo que se portó durante la jornada. Algún ciclista con llamativas prendas de colores brillantes daba las últimas pedaladas de calentamiento antes de incorporarse a la fila que ya llenaba, a esa hora –y la carrera comenzaba a las ocho– la Avenida de Cantabria. Pero la decisión –parece de lo más acertada– de dividir El Soplao en tres fines de semana dio en un ambiente más calmado, más manejable y menos masivo que en ediciones precedentes, donde en un solo día se concentraban todas las pruebas y muchos miles de personas. Además, la hostelería regional agradece, y de qué manera, que el tirón de El Soplao se prolongue durante bastantes días. Al igual que en otras ediciones, encontrar un lugar donde quedarse en la zona occidental de Cantabria ha sido estos días misión imposible.
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Un murmullo de voces llenaba a esa hora una de las arterias principales de Cabezón. Pero también había silencios. «¿Nervios?. Un poco sí», señalaba al ilerdense Javier Serrano, sentado en un escalón y alejado unos metros del bullicio. Era su segundo Soplao, tras el de 2019. «Con ganas de hacerlo mejor que la otra vez». Venía con cuatro amigos y desconfiaba «del Negreo, con esos tramos de piedra suelta».
Sostuvo un pulso durante toda la carrera con otro cántabro –que además, corría en casa–, el ciclista profesional José Manuel Gutiérrez 'Gallu'. Pero Roberto Fernández demostró que su condición de favorito en la edición de ayer de Los 10.000 del Soplao no era casual. A la altura de Colsa ya había pasado al 'Gallu' y ya se dirigió en solitario al Negreo, donde cimentó su triunfo. «El ambiente de El Soplao es único. Siempre que se pueda hay que intentar participar». Los nuevos tramos de la carrera, en Celis y entre Puentenansa y Carmona, habían sido «para bien» en una jornada que da continuidad a una temporada «fabulosa», con podios en muchas pruebas. «Pero como El Soplao hay muy pocas».
Imbuido también en silencio estaba Carlos Camacho. Venía de Tarancón, en Cuenca. Y aunque su familia iba a estar por el recorrido, él estaba solo en el grupo. «Y soy debutante», reconocía un novato en el infierno. «A tope de moral. Me han dicho que me lo tome con calma». No tenía otro objetivo que «acabar y disfrutar con la experiencia».
Vídeo: Resumen de la jornada
«Pero aquí, solo no se está, ¿eh?». Cerca de Carlos estaba Felipe Juanes, un burgalés de Palacio de la Sierra, que era uno de los encargados de poner a esas horas mucho humor y buen rollo al final de una fila que iba creciendo. «Creo que es mi sexto Soplao. Me lo conozco. El ambiente está muy bien. Engancha. Hay buena gente y se hacen amigos». A pesar de su veteranía, su objetivo era «terminar sin más. Voy poco preparado». Felipe abrasaba a bromas a su amigo Roberto Aguado. Un palentino que debutaba en la carrera. «El año pasado la hicimos, en tres tramos distintos. Así que hoy –por el sábado– todo junto. Masoquismo en estado puro», señalaba entre risas. «Iré tranquilo, a acabar. Pero tengo que pensar que no acabo para terminarla», añadía. El trío de amigos castellanos lo completaba el burgalés José Luis Salvador. Con cuatro participaciones en la mochila, recuerda «la última, durísima. Pero hoy hace un tiempo ideal. Si se porta bien, acompañaré a Roberto», apuntaba entre las bromas de sus amigos. «Siempre he acabado muy tarde, sobre las diez o las once de la noche».
El bullicio de los tres amigos contrastaba con un silencio venido de Portugal, en concreto de Torres Vedras. Gastao Franco andaba de lo más concentrado ya cerca de las siete y media de la mañana. «Es la tercera vez que vengo», reconocía. «Me gusta mucho. Esta vez espero estar entre los mil primeros». Del Soplao, destaca el Negreo. «Es lo más duro».
El bilbaíno Imanol Santamaría y el palentino –de Aguilar de Campoo– Rubén Roldán son primos. Y para los dos era su debut en la carrera. Ambos se animaron mutuamente «para hacerla juntos. Para dividir penas y multiplicar alegrías», sentenciaba Rubén. «Si acabamos bien, venimos otro año para hacer una buena marca», añadía Imanol. Entre tanto participante foráneo costaba encontrar a alguien de Cantabria. Jorge García llegaba de Torrelavega. Debutaba en el Soplao en esta modalidad, aunque otras no le eran desconocidas. «Ya lo conozco, señalaba». Su propósito era «acabar bien para estar en los puestos avanzados en la salida del próximo año».
Allí, casi bajo el arco de salida, estaba el vizcaíno Agustín Mérida. «Para estar aquí hay que 'andar'», señalaba con una media sonrisa. Venía de Galdácano con el objetivo de hacer «entre nueve y diez horas». Para ello, no hay más clave que «venir bien preparado, tener un buen día y que acompañe la suerte con las averías». Confiaba en hacer una media de unos 17 kilómetros por hora.
Conforme se acercaban las ocho de la mañana, el bullicio crecía. Y tras escuchar por primera vez el himno del Soplao compuesto por el cántabro Álvaro Fernández y guardar un minuto de silencio en memoria de Armando González, un gran divulgador del deporte cántabro a través de infinidad de libros, llegaron los momentos que todos esperaban. El primero, la banda sonora de la carrera. El 'Thunderstruck', de AC/DC, puso los pelos de punta tras dos años sin hacerlo. Y luego, la traca de petardos. Eso dio paso a una cuenta atrás. Y tras el '1', aún entre el humo, aparecieron los primeros valientes en adentrarse en el Infierno Cántabro entre las ovaciones y el griterío del público. Los 3.680 'beteteros' que emprendieron camino tardaron 21 minutos en pasar bajo el arco de salida.
Fotos: Ambiente previo
Se iniciaba así un día que para algunos, los menos, transcurriría a toda velocidad para llegar a primera hora de la tarde a la meta. Para el resto, el mayor enemigo era el reloj que marcaba los tiempos de corte en determinados puntos y que permitían seguir en pos de completar el recorrido 'finisher', el de los 166 kilómetros. El deseado por casi todos los que se apuntan al Infierno Cántabro y que en su trazado tiene todos los ingredientes para que el dolor de piernas sea de los que marcan época. El Moral, la eterna subida desde Bárcena Mayor a Fuentes, el Negreo... La guinda del pastel y que sólo les está permitida a los que pasen entre las siete y media y las ocho y media de la tarde por el punto de control de Renedo. Roberto Fernández derribó la puerta del infierno para dar paso a sus miles de compañeros. Pero lo de menos es quién llegue primero. Porque en Los 10.000 del Soplao ganan todos. No hay mayor premio que superarse a uno mismo.
Fotos. El recorrido en imágenes
Vídeo: Por el camino
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